Tratar sobre la enfermedad de Alzheimer equivale a considerar, por partida doble, un profundo y desolador sufrimiento. Por una parte, el padecido por el propio enfermo; por otra, el de sus seres queridos y familiares.
La joven actriz, guionista y directora canadiense Sarah Polley, a la que recordamos especialmente por su excelente papel protagonista en "Mi vida sin mi" (Isabel Coixet, 2003), consigue mostrarnos en "Lejos de ella" las dos vertientes de ambos tormentos: el de Fiona Anderson (una rescatada y convincente Julie Christie) y el de su marido, Grant Anderson (el temperado Gordon Pinsent), taciturno observador del deterioro mental progresivo de su amada esposa. En mi opinión, con escasos elementos narrativos y un ritmo sosegado, Polley construye un drama intimista, repleto de ternura y de lirismo, escapando a la vez de los tópicos fáciles y de la sensiblería barata.
Y lo hace partiendo de un relato original de Alice Munro titulado "The bear came over the mountain". Para obtener un mayor impacto visual y efecto artístico, la directora escoje el paisaje boscoso de Ontario (Canadá), tapizado por una amplia capa de nieve inmaculada, y lo contrapone a las cálidas escenas del interior de las casas y de las cabañas de madera. El frío invernal se adueña de todo, así como la llama de la vida va extinguiendo su calor a medida que avanza el tiempo, inexorable.
Y por supuesto, está Julie Christie, con su espléndida belleza madura, como si ésta película hubiera sido concebida especialmente para su interpretación estelar. En los primeros planos, donde su presencia todavía ocupa plenamente la pantalla, compruebo que conserva gran parte del encanto de aquella Lara Antipova, nuestro inaccesible amor platónico de "Dr. Zhivago" (David Lean, 1965).
Julie Christie, hermosa Lara Antipova
LA PÉRDIDA DE LA MEMORIA
"No te preocupes, cielo; supongo que sólo estaré enloqueciendo..."
Nos encontramos ante el síntoma principal y más llamativo de esta enfermedad, sobre todo en lo que se refiere a la llamada memoria a corto plazo, que incluso dificulta el aprendizaje de nuevas habilidades y conocimientos. Una escena inicial del film nos muestra a una despistada Fiona confundiendo la nevera con una alacena, cuando intenta guardar una sartén recién lavada. Su esposo asiste a este primer desliz, silencioso y preocupado testigo.
Más adelante, la propia Fiona comienza a percatarse de que algo no marcha bien; entonces, coloca pequeños letreros de papel en los cajones de la cocina para recordar dónde debe guardar correctamente los cubiertos y el menaje.
En los créditos iniciales, sobre la nieve vírgen, la pareja de jubilados pasea abriendo surcos paralelos con sus esquíes de fondo. La metáfora de la enfermedad se muestra aquí con su especial crueldad, cuando Gordon emprende en solitario el camino a casa mientras su esposa, desorientada, continúa esquiando por la inmensidad blanca, sin destino ni referente.
El trastorno de la memoria semántica se encuentra también presente en la película, en una escena donde el matrimonio Anderson cena acompañados por una pareja de amigos. Fiona se levanta para servir vino. Toma la botella en sus manos y, de repente, no consigue recordar cómo se llama realmente lo que está intentando servir.
Este tipo de despistes le generan intranquilidad y tristeza: "la mitad del tiempo doy vueltas por ahí buscando algo que sé que es muy importante, pero no me acuerdo de lo que es...; creo que estoy empezando a desaparecer."
Y en cierto modo es cierto. Cuando uno va perdiendo sus recuerdos va dejando de existir.
EL CUIDADOR
Los libros sobre la enfermedad hacen su aparición, incluyendo "El día de 36 horas" de Nancy L. Mace, una guía práctica destinada a los familiares y cuidadores de pacientes con Alzheimer y otras demencias seniles.
Antes de que el deterioro cognitivo de Fiona siga empeorando, la pareja toma una difícil decisión: ella ingresará temporalmente en una residencia especializada para su cuidado. La visita previa que Grant realiza a las instalaciones de Meadowlake (en realidad el Freeport Health Center de Kitcherner - Ontario) resulta conmoverdora. En su interior se percatará realmente de cuál será la evolución esperada para la patología degenerativa de su mujer. Cuando las visitas se marchan, cada enfermo se queda viviendo su olvido, en soledad.
En la residencia, Grant conoce a Marian Bark (Olimpia Dukakis), una mujer que visita a Aubrey (Michael Murphy), su marido afectado por las secuelas de una encefalitis vírica. Las asépticas salas y habitaciones de Meadowlake se convierten en el nuevo hábitat de Fiona, mientras el recuerdo de su hogar en la cabaña del lago se difumina irreversiblemente. Ella va olvidando quién es realmente Grant, su dilatada convivencia como pareja, y su puesto es ocupado por Aubrey. Éste, a su vez, parece revivir un amor de tiempos pasados, pues dibuja unos retratos de Fiona plenos de belleza y juventud.
Fiona, Grant y Aubrey
Con una entereza que sólo puede ser recreada en la ficción cinematográfica, Grant presencia las cariñosas atenciones que su esposa le dedica a su nuevo marido. Mediante la complicidad y las confidencias de la enfermera Kristy (Kristen Thomson), intentará comprender su nueva situación, su nuevo rol.
La lectura de "Las cartas desde Islandia", ese singular collage literario y poético escrito por W.H. Auden sobre el país helado de donde procede Fiona, se convierte en una herramienta al servicio de Grant para intentar reverdecer los recuerdos de su esposa.
El aislamiento del cuidador. Un anciano asistiendo a otro anciano. ¿Recuerdan la historia de María Josefa Ronderos? Tenía 80 años y padecía Alzheimer. Su marido se llamaba Rafael de Luis Villacorta, de 89 años. Vivían en Oviedo, en el barrio de la Monxina. El anciano atendía como podía a su esposa enferma. El 13 de diciembre de 2006, Rafael se suicidó, después de haber estrangulado a su mujer...
Desafortunamdamente, casos como éste empiezan a no resultarnos tan extraños y terribles cuando aparecen cada vez con mayor frecuencia en los medios de comunicación. La vacuna de la insensibilidad.
COLOFÓN
A pesar de que la memoria de Fiona se va deteriorando progresivamente, todavía conserva los recuerdos de las infidelidades de su esposo, en la época en que éste era un atractivo profesor universitario; a modo de reproche, incluso recuerda el nombre de alguna supuesta alumna y amante. Han transcurrido 44 años de matrimonio y 20 desde que Grant dejó la docencia universitaria. Desafortunadamente para él, la memoria a largo plazo de su mujer parece intacta...
La relación entre Fiona y Aubrey se le antoja a Grant una venganza por sus infidelidades pretéritas, una especie de represalia tipo donde las dan, las toman. Sin embargo, intentando recuperar la memoria de su esposa, su cualidad de seductor impenitente no le impide llevarse a la cama a Marian. A veces, estas historias de dobles parejas, se han dado realmente entre los cuidadores de enfermos terminales, como por ejemplo en casos de afectados por cánceres incurables o por irremediables enfermedades degenerativas. La línea entre el consuelo y el amor puede ser demasiado delgada. Este tipo de relaciones humanas, en situaciones especialmente emotivas provocadas por el final de la existencia, parece ser muy querida por Sarah Polley tanto como directora como actriz...
Ahora, imagínense que una mañana, al despertarse, no consiguen reconocer su cama, su habitación, su casa, su familia. Que todo lo que hasta ahora le ha resultado afable, usual, de repente se transforma en un algo ajeno y hostil...
Menos mal que alguien, con especial sensibilidad, incluyó en la banda sonora de esta película la balsámica "Harvest moon", del genial Neil Young...
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