domingo, 28 de octubre de 2007

LOS AMANTES DEL PONT-NEUF


JULIETTE BINOCHE y DENIS LAVANT son
"LOS AMANTES DEL PONT- NEUF"
  • Un nuevo paseo cinematográfico por las amplias avenidas (en este caso bulevares) de la salud y de la enfermedad. Una sutil mirada a las contrapuestas caras de esa moneda que llamamos VIDA, una inapreciable pieza metálica que, lanzada al aire una y otra vez, hará mudar sucesivamente nuestro rictus desde una alegre sinfonía a un requiem de dolor.
  • Esta película de Leos Carax (acrónimo de "Alex Oscar" Dupont- Suresnes, 1960) continúa siendo maldita a medida que pasan los años. Para los críticos, constituye el inicio del declive de la prometedora trayectoria de este realizador francés, del que todos vaticinaban su éxito como adalid del posmodernismo cinematográfico europeo por sus dos anteriores obras: "Chico conoce chica" (1984) y "Mala Sangre" (1986). Curiosamente, existe una escena en la primera de ellas en la que el protagonista cruza el Pont-Neuf mientras unos amantes se reconcilian sobre el fondo musical de "When I live my dream", del camaleónico David Bowie. Resulta también llamativo que al igual que su admirado poeta Arthur Rimbaud, Carax obtuvo el reconocimiento artístico de manera temprana, para después terminar languideciendo lentamente. Es lo que Gerard Casau tan acertadamente denominó en "Contrapicado.net" como "la potencialidad destructiva del cine".

De ninguna manera me llevaría esta película a una isla desierta. Su parcial vacuidad argumental apenas transmite sentimientos positivos. Como ejemplo de lo dicho, especialmente indecorosa resulta la escena en la que Michèle (en una discretísima interpretación de Juliette Binoche) cuenta un burdo chiste sobre sexo a su compañero de aventuras. La risa de ambos es tan artificial que se convierte en un insulto al buen hacer cinematográfico. Pero, sobre todo, me disgusta profundamente su empalagoso final feliz. La visión feliz de los dos amantes (ella ya curada de su trastorno visual) sobre un barcaza como la que en su día ensalzó en "L´Atalante" (1934) el genial Jean Vigo, no resulta para nada creible ni aceptable, después de supuestamente haber visto sufrir tanto a los protagonistas (sobre todo a Alex - Denis Lavant, para mí, de lo mejor del film, el clochard parisino cautivo del alcohol y los sedantes) durante todo el desarrollo argumental. Pero existen otros elementos positivos que han contribuído al indulto y a su presencia en esta selección cineterapéutica.

  1. El inicio de la película, con el mendigo borracho tambaleándose por el medio del Boulevard Sebastopol mientras la cámara viaja a bordo de un coche a toda velocidad, nos reportaciertos flashes, imágenes fugaces que se convertirán en el heraldo de la tragedia. Atropellado, inconsciente, autolesionado y completamente ebrio, Alex es recogido por los servicios sociales municipales para trasladarlo a un albergue nocturno, en Nanterre. Pasajero de una nave de los locos, medio ahogado por el hedor y la aspiración de sus propios vómitos, la deteriorada y brutal imagen del vagabundo rasurado al cero nos traslada a la visión más sórdida y desamparada de la miseria humana.
  2. La reconstrucción del Pont-Neuf y de su entorno en los alrededores de Lansargues, un pueblo de la Camarga francesa. La producción de esta película se enfrentó a tantas dificultades que se tardaron varios años y se gastaron muchos millones de francos (¡el proyecto más caro del cine francés hasta el día de hoy!) en realizar un film que en su proyecto inicial pretendía ser casi minimalista. De noche, el letrero luminoso de La Samaritaine extiende sus reflejos sobre el Sena, el puente y los amantes. Una mención de honor para la dirección de fotografía (magistral Jean-Yves Escoffier), especialmente concedida por las escenas donde la magia del fuego entra en juego: Alex, el frustrado volatinero, que escupe llamaradas en su circo callejero, o Alex el pirómano, que incendia los carteles que reclaman a su amada en uno de los pasadizos del Metro.
  3. La sonata para violonchelo op. 8 de Zoltan Khodaly, interpretada por Chrichan Larson. Sobrecogedora y hermosa, al igual que la música de Arvo Pärt.
  4. La "atípica" historia de amor entre dos borrachos, un vagabundo sin esperanzas y una pintora que padece una ceguera progresiva. En esta película, Carax quería construir una pequeña obra de cámara con su personalísimo canto al amor. Sin embargo, le salió una tragicomedia sobre el "amor fou". Y además, pagó por ello un elevado tributo, pues Juliette Binoche y él rompieron como pareja una vez se rodó la película. Sostiene el crítico colombiano Mauricio Durán Castro en su artículo "Amores al final del milenio", que el amor redime toda miseria humana física, social o espiritual. Y para defender su tesis se apoya en otros tantos peculiares modernos romances cinematográficos europeos: el de un obrero y una joven que se prostituye por su amor en "Contra viento y marea" ("Breaking the Waves", Lars Von Trier, 1996) o el de una mujer enferma y un artista que la acompaña en su lento final en "La vida de bohemia" ("La Vie de Boheme", Aki Kaurismaki, 1992). Personalmente, y sin salir de Francia, yo prefiero los amores sublimados en "Betty Blue" ("37º2 Le Matin", Jean-Jacques Beineix, 1986) o en "El último tango en París" (Bernardo Bertolucci, 1973). Como en "Romeo y Julieta", ninguna de las dos termina bien.

domingo, 14 de octubre de 2007

LOST IN TRANSLATION


SCARLETT JOHANSSON y BILL MURRAY
son CHARLOTTE y BOB.
  • Un sorprendente Bill Murray interpreta muy convincentemente a Bob Harris, un actor extraviado..., perdido entre los neones multicolores que alumbran permanentemente los cielos de Tokio..., un personaje desorientado que vaga por el laberinto de largos corredores de un modernísimo hotel automatizado (el colosal Park Hyatt de la capital japonesa)..., un ser frágil y despistado que no entiende lo que le dicen, aunque las palabras sean pronunciadas en una lengua que todavía se le antoja familiar y conocida. En un pasado reciente, Bob ha sido un artista de relativa fama. Ahora se dedica a grabar millonarios spots para el mercado publicitario, mientras su matrimonio naufraga a muchos kilómetros de distancia.
  • De pronto, entre la penumbra de su aturdimiento, se ilumina una luz. Es Charlotte (Scarlett Johansson), una joven esposa taciturna que languidece entre las paredes del hotel, aguardando por un marido fotógrafo demasiado ocupado en sus compromisos laborales. Dicen en la prensa rosa que esta rubia actriz es en la actualidad una de las mujeres más deseadas por los varones del mundo. Esta película nos la muestra en todo su esplendor, como se despierta la hermosura en la mañana, sin maquillaje, con el cabello desarreglado, inconfesablemente diminuta, calzada con unas deportivas y apenas cubierta por un paraguas plástico que la protege de la fina lluvia. Desde la altura de los ventanales de su habitación, como si de un desvanecido ángel se tratara, la mirada de Charlotte se extravía en el horizonte, posándose sobre los tejados de la moderna urbe.
  • Y así su bella imagen se encarna en aquel haiku que un buen día escribió el maestro Ryookan:
"Sólo una cosa
ha dejado el ladrón:
la luna en la ventana".
  • Todavía está oscuro cuando Bob aterriza en Tokio. Un taxi le transporta hacia el hotel cruzando un escenario urbano sorprendente y policromado. No puede conciliar el sueño, el jet - lag quizás. Y no conseguirá dormir: un fax se dispara en el silencio de la noche y las cortinas de su habitación se descorren automáticamente con la llegada del alba. Sólo parece encontrar refugio en la barra del bar que siempre permanece abierto. Allí conocerá a Charlotte, que tampoco duerme, y juntos descubrirán sus tribulaciones, incómodos en un medio que ni entienden ni les entiende, pero del que al final harán instrospección y paradójicamente se resistirán a abandonar por haberse convertido en su breve espacio de amor y felicidad. Entonces, en ese preciso instante, por delante de nuestros propios ojos ya habrán desfilado dinosaurios y elefantes proyectados sobre unas pantallas electrónicas de la altura de un edificio, salas de juegos donde los parroquianos se contorsionan ante las pantallas de las máquinas, demenciales karaokes, robots que quieren ser humanos y humanos que quieren ser robots, y un loco presentador de televisión encuadrado en un set plagado de colores ácidos.
  • Una mención especial para uno de los temas más psicodélicos de la banda sonora. Se trata de "Sometimes", del grupo "My Bloody Valentine":
  • Dicen que Sofía Coppola escribió el argumento de ésta su segunda obra cinematográfica como directora tras una ruptura sentimental. Sea como fuera, el Oscar que recibió en el 2003 como mejor guión original se me antoja escaso para el mérito de un film inclasificable y espléndido.
  • Para los que quieran conocer más:
  • El insomnio es en esta película algo tangencial. Existen otras que aportan diferentes miradas a esta despabilada problemática; son ejemplos "El maquinista" (Brad Anderson - 2004), con un anoréxico Christian Bale en el papel de protagonista, o "Insomnia" (Christopher Nolan - 2002), con un Al Pacino que no puede dormir desvelado en Alaska ante su implacable sol de medianoche. Tal vez hablemos de ellas otro día.
  • En el ámbito de la salud y de la enfermedad, el dormir se convierte en una actividad estrictamente necesaria. Si así no fuera, ¿por qué dedicamos a ello la tercera parte de nuestras vidas?.

sábado, 6 de octubre de 2007

DRUGSTORE COWBOY



MATT DILLON es BOB HUGUES, DRUGSTORE COWBOY



  • Los blogs poseen un gran defecto: se leen al revés. Siempre queda por delante lo más reciente. No tienen respeto por la historia. Sin embargo, también tienen una virtud: son puertas que abren otras puertas, y éstas, a su vez, otras puertas, y así ocurre con muchas otras... Sus pantallas luminosas alumbran nuestro conocimiento; de repente, te ves cruzando extensos pasillos que cada vez te conducirán más y más lejos en el saber. Pero, algunas veces, se estrechan, y hay que transitarlos con cuidado.

  • Cuando rastreamos una cinta cinematográfica en la procura de improntas médicas, la historia del cine se encuentra trufada de múltiples películas de temática psiquiátrica. Esta potencia nos permitiría confeccionar un monográfico solamente con aquellos filmes que tratan la locura, la demencia o las alucinaciones. Si buscamos con paciencia, en las estanterías de las librerías (reales y virtuales) podemos encontrarnos con muchos textos específicos. Ahí van unos cuantos recomendables ejemplos: "Médicos en el cine - Dilemas bioéticos: sentimientos, razones y deberes" (Sagrario Muñoz, Diego García. Editorial Complutense, Madrid 2006), "Imágenes de la locura - La psicopatología en el cine" (Beatriz Vera Poseck. Ediciones Calamar, Madrid 2006) o "Hollywood: Cine y Psiquiatría" (Albert Sola, Editorial Base 2006).

Con el tratamiento cinematográfico de las drogodependencias también ocurre algo similar. Por estas razones, "Drugstore Cowboy" (Gus Van Sant, 1989) ocupará este lugar. No es tan antigua como "El hombre del brazo de oro" ni es tan moderna como "Requiem por un sueño" o "Trainspotting".

Basada en una novela autobiográfica escrita por James Fogle, un expresidiario que se dedicaba a asaltar farmacias en busca de drogas, relata las andanzas de dos parejas de yonquis capitaneados por el extravagante Bob Hugues, el personaje interpretado por Matt Dillon, el mentón más afiladamente atractivo de Hollywood, quizás aquí en uno de los mejores papeles de su carrera cinematográfica.

En mi humilde opinión, esta película cuenta con alguna laguna, con ciertos detalles poco creíbles; la banda está formada por dos bellezas femeninas (la más modelo que actriz Kelly Lynch y la entonces jovencísima Heather Graham) y dos muchachos de aspecto bastante saludable (el propio Dillon y James Le Gros). Bien peinados, sin huellas de pinchazos en sus anatomías, atildados, con indumentarias en bastante buen estado de conservación, se alejan bastante del clásico modelo de yonqui desharrapado cuyo leitmotiv consiste únicamente en la búsqueda permanante de las drogas. Tal vez, la libertad creativa del director le llevó a presentarlos de esta manera, quien sabe. Pero existen respuestas estéticas para otras muchas cuestiones favorables que reclaman la indulgencia para Gus Van Sant. Porque esta película es cine independiente, cine de autor, cine de culto.

La primera: los escenarios de exteriores en la sombría e inhóspita Portland. Flaco favor le hace el cineasta a esta ciudad, a la que volvería dos años más tarde para filmar "Mi Idaho privado" (1991). Industrialización, feismo arquitectónico, deshumanización urbana, la visión de sus avenidas, de sus moteles, la humedad y la frialdad que transmiten sus imágenes hacen que uno desista de elegir esta ciudad del Oeste norteamericano como destino de unas indílicas vacaciones.

La segunda: la banda sonora de Elliot Goldenthal, a veces lacerante, a veces introspectiva, con trompetas "millesianas" que parecen extraviadas en la lejanía de la noche. Una mención especial para el responsable de la inclusión en la misma del tema "The Israelites", de Desmond Dekker & The Aces, una joya musical de 1968 a caballo entre el rocksteady y el reggae. Este tema acompaña los créditos finales, mientras nos cuenta cómo es la vida de un trabajor anónimo, una metáfora de la dura vivencia del yonqui que así aparece mencionada en varias ocasiones a lo largo de la cinta. Cantaba la aguda voz de Dekker: "no quiero terminar como Bonnie & Clyde"...


THE ISRAELITES

Get up in the morning, slaving for bread, sir,
so that every mouth can be fed. Poor me, the Israelites. Aah.Get up in the morning, slaving for bread, sir, So that every mouth can be fed. Poor me, the Israelites. Aah.My wife and my kids, they are packed up and leave me. Darling, she said, I was yours to be seen. Poor me, the Israelites. Aah.Shirt them a-tear up, trousers are gone. I don't want to end up like Bonnie and Clyde. Poor me, the Israelites. Aah.After a storm there must be a calm. They catch me in the farm. You sound the alarm. Poor me, the Israelites. Aah.Poor me, the Israelite. I wonder who I'm working for. Poor me, Israelites, I look a-down and out, sir.


Para aquellos que quieran recordarla y ver al grupo de Dekker en acción:



La tercera: los primeros planos de Matt Dillon colgado, extasiado en la contemplación de un carrusel de coloristas imágenes que incluye pistolas, cucharillas, jeringuillas coronadas con agujas hipodérmicas, píldoras... y sombreros y perros (que constituyen una "maldición" para estos yonquis, su paranoia particular). Destacable también resulta el abordaje de la supuesta disfunción eréctil de Bob, que rechaza mantener relaciones sexuales con su esposa, completamente obsesionado ante la expectativa de proporcionar un nuevo golpe a las farmacias, suficiente para asegurarles un ansiolítico stock de droga en el futuro inmediato.

La cuarta: la aparición del escritor y ex-politoxicómano William Burroughs, gurú de toda una generación de yonquis, autor de la archifamosa novela "El almuerzo desnudo", en el papel de un viejo sacerdote que está en cura con metadona, compartiendo grises habitaciones y pasillos en el Hotel S. Francis de Portland con el protagonista de esta película. Las teorías sociales de la adicción a los fármacos y la justificación de la ebriedad como medio de evasión de una desapacible realidad, planean sobre los diálogos entre ambos adictos casi al final de la cinta. Magnífico colofón.


CURIOSIDADES: el origen histórico de la maldición (o mala suerte) que provoca dejar un sombrero encima de una cama es mediterráneo (España e Italia). Esta superstición toma forma a partir de la costumbre que tenían los sacerdotes de dejar su sombero sobre el lecho del moribundo al ir a administrarle el sacramento de la extremaunción, y por lo tanto, significar un gesto de mal agüero. Otra intepretación atribuye este simbolismo al temor a que la mente se quede en blanco (por otra parte, algo muy habitual entre los drogadictos); así, el sombrero representaría la cabeza, el seno de nuestras ideas y pensamientos, y al fin y al cabo, el refugio de nuestra propia identificación personal.


En la película, Nadine reta la superchería de Bob y deja a propósito su sombrero encima de la cama. El atraco a la farmacia del hospital resulta un fiasco, y cuando los tres yonquis llegan al motel, se encuentran con el gélido cadaver de la muchacha, muerta por una sobredosis de Dilaudid. La maldición continúa...


LAS DIFERENTES DROGAS QUE APARECEN EN ESTA PELÍCULA: el film está ambientado en el principio de la década de los 70, una etapa de transición entre el consumo de drogas "naturales" (marihuana, haxis, tabaco y alcohol) y otro bien distinto basado en los compuestos sintéticos, los precursores de las que hoy en día denominamos "drogas de diseño".



  • DILAUDID: su principio activo es la Hidromorfona, agonista opiáceo que suele emplearse también como anestésico y antitusivo. Como analgésico, su potencia es 7 veces mayor que la de la morfina. Produce somnolencia y euforia. Especialmente peligrosa puede resultar la depresión respiratoria que provoca, algunas veces incluso mortal. Por una sobredosis de esta droga fallece el personaje de Nadine (Heather Graham). Como tiene efectos histaminógenos, puede provocar picor. Su antídoto es la Naloxona. En la película, por su alto valor en el mercado negro y por sus potentes efectos narcóticos, se convierte en una droga muy apreciada por Bob y sus compinches.

  • DEMEROL: su principio activo es la Petidina o Mepedirina. Se trata de un opioide agonista sintético diez veces menos potente que la morfina, con una duración de sus efectos también limitada. Sin embargo, resulta más efectiva que la morfina en el tratamiento del dolor neuropático. En la película, esta droga es despreciada por Bob, que reniega de su hallazgo durante el accidentado asalto a una farmacia hospitalaria.

  • SPEED: con este apelativo se conoce a la METANFETAMINA. Las primeras anfetaminas aparecieron en los años 30, y desde entonces, sus características farmacológicas han ido evolucionando. El sulfato de anfetamina es un polvo cristalino, de color blanco y sabor amargo. Así la presenta Van Sant en la película, en manos del camello que visita la casa de Bob y sus colegas para cambiar speed por morfina. Su consumo desarrolla tolerancia con enorme rapidez, estimula la agresividad y puede matar por sobredosis.

  • COCAINA: en 1860 se consiguió aislar como alcaloide puro a partir de las hojas de la coca. Su uso clínico comenzó con el mismísimo Sigmund Freud, siendo Koller el que extendió su uso como anestésico en oftalmología. Su consumo estimula el SNC, pudiendo provocar inquietud, temblor e incluso convulsiones. Su intoxicación aguda puede resultar mortal, provocada por deperesión respiratoria. A nivel cardiovascular es vasodilatadora, pudiendo causar también arritmias y parada cardíaca.

  • VALIUM: su principio activo es el Diazepam, una benzodiacepina que posee amplios efectos ansiolíticos, miorrelajantes, anticonvuslivantes y sedantes. Debido a ello, se convierte en el complemento ideal para contrarrestar los efectos estimulantes de otras drogas. Puede desencadenar tolerancia y dependencia, A pesar de ello, sus efectos farmacológicos han conseguido que el Diazepan esté incluido en la lista de drogas esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para todos aquellos que quieran profundizar en el conocimiento científico de las sustancias conocidas como drogas, se recomienda visitar a Antonio Escohotado:

http://www.escohotado.org/