domingo, 30 de noviembre de 2008

UNO POR CIENTO ESQUIZOFRENIA


"La cifra clásica de que un 1% de la población general desarrollará un cuadro de esquizofrenia a lo largo de su vida se mantiene inamovible, a pesar de las críticas y posibles nuevas evidencias recibidas".

RICE DP. The economic impact of schizophrenia. J Clin Psychatry 1999; 60 Suppl 1: 4-6.

http://www.cfnavarra.es/salud/anales/textos/vol23/suple1/suple3a.html

En su clásico tratado titulado "La esquizofrenia incipiente" (1958) escribió Klaus Conrad, profesor de psiquiatría y neurología, entonces director de la Clínica Universitaria de Enfermedades del Sistema Nervioso de Göttingen:

¿Debemos darnos por satisfechos con la enumeración de síntomas "esquizofrénicos" más o menos específicos, con la esperanza de su explicación en términos de patología cerebral, esto es, en último término física, y dejar con ello lo esquizofrénico allí donde ha permanecido desde Jaspers (1913), como algo en general "incomprensible"?...

Tal vez esta pregunta continúe hoy sin respuesta. O tal vez podamos despejar la incógnita tras analizar "Uno por ciento esquizofrenia", un documental de 75 minutos gestado y producido por el médico - cineasta Julio Medem, cuyo guión y dirección son debidos a Ione Hernández. La sugerente banda sonora es obra de Javier Casado.



Imagen de la directora Ione Hernández sobreimpresionada sobre los retratos de algunos pacientes esquizofrénicos protagonistas de su documental


Para muchos psiquiatras, cuando hablamos de esquizofrenia, elucubramos sobre la enfermedad mental por antonomasia, sobre la esencia misma de la enajenación y de la locura.

En varias ocasiones, en mi experiencia personal, además de prestar atención a sus tribulaciones, he tenido la oportunidad de conocer el trabajo que viene desempeñando en Ourense la asociación MOREA, constituida por familiares y enfermos mentales. De los labios de su presidenta, Mª Ángeles Fernández Araujo, y de los de su director, el psicólogo Alfonso Díaz Lage, he escuchado reivindicaciones idénticas a las que expone en este documental Silvestra Moreno, la presidenta de la Asociación de Enfermos mentales de Cataluña: la patología psiquiátrica (como cualquier otra enfermedad) puede rozarnos en cualquier momento con sus alas lacerantes. La esquizofrenia va aquí incluída.

Personalmente estimo que el principal logro de esta valiente película testimonial se alcanza justo en el preciso instante en que consigue presentarnos a los enfermos de esquizofrenia como prójimos, como seres humanos que sufren, especialmente cercanos al espectador: un hijo, una hermana, un familiar, un amigo...; todos y cada uno de estos nuestros afines tienen un nombre propio: Montse, Xavi, Andrés, Antonio, Efrén...

La directora del documental emplea con gran solvencia las imágenes de un túnel donde no se atisba la salida; se me antojan harto representativas de esta enfermedad. Precisamente Efrén, uno de los pacientes, verbaliza de manera muy expresiva su personal vivencia del trastorno, identificándolo con una cueva oscura donde, inesperadamente, se encienden unos flases o se perciben raros olores (las alucinaciones), una gruta profunda que también le sirve a la hora de aislarse del resto del mundo.

Una sensación similiar me fue transmitida mediante los fotogramas que muestran largos pasillos repletos de puertas cerradas, puertas que a veces se entreabren para mostrarnos una oscuridad más profunda, si cabe, que aquella de donde como espectadores procedemos.

LA RELACIÓN ENTRE LA ESQUIZOFRENIA Y LA AGRESIVIDAD.

“Es más tranquilizador saber que alguien fue asesinado a disparos en el asalto de una tienda que apuñalado hasta la muerte por un enfermo mental”.

Editorial de la prestigiosa revista Archives of General Psychiatry.

Esta supuesta relación está muy alejada de la realidad. Así de categóricos se manifiestan los expertos consultados en el documental. La califican de falsa creencia, superstición, estigma que distorsiona la realidad. Pero, todavía hoy en día, cuando un enfermo esquizofrénico se ve involucrado en un acto violento, dicha noticia continúa teniendo asegurado un titular en la primera plana de los medios de comunicación. Y no digo nada sobre el filón que el cine ha encontrado en este tipo de situaciones...

Pudiera resultar hasta cierto puento comprensible que un paciente esquizofrénico, en una fase delirante aguda de su enfermedad (y sobre todo si no está siendo adecuadamente tratado) pueda mostrarse violento al creer ser objeto de una aterradora persecución. Sin embargo, las estadísticas se empeñan en demostrar que los enfermos esquizofrénicos resultan menos agresivos que la población en general. Incluso suelen ser, con mayor frecuencia, víctimas que verdugos.

En esta misma línea argumental, presentamos aquí un enlace con un blog muy interesante:

http://nikoticias.blogspot.com/2008/05/el-paciente-esquizofrnico-no-es-ms.html

EL SUICIDIO.

Una mención aparte merece la autoagresividad, que es la principal causa de muerte prematura entre los pacientes esquizofrénicos. Alrededor del 15% de los pacientres esquizofrénicos consiguen consumar sus intentos de suicidio.

Al respecto, los testimonios de los psiquiatras que intervienen en el documental son demoledores: los esquizofrénicos son "contundentes" ("cuando lo deciden, se quitan de en medio"); constituyen el grupo de pacientes psiquiátricos que más se suicida (superando incluso a los depresivos).

En boca de los propios pacientes, en la mayoría de las ocasiones el desencadenante de esta dramática decisión se identifica con una autoestima alarmantemente baja. La desesperada lucha contra su propia enfermedad le provoca al enfermo un agotamiento tal, que llega a pensar en su superación solamente mediante el descanso eterno. En estos casos, el intento de autolisis nunca debe interpretarse como una mera llamada de atención. El riesgo es real.

Cuando se aborda en la película el tema del suicidio, la imagen de los enfermos pasa a recortarse sobre un fondo totalmente blanco (hasta este preciso instante, venía haciéndolo sobre un fondo negro). Reaparecerá el blanco con la incógnita del futuro. Otro apunte cinematográfico: según miramos a la pantalla, los pacientes siempre quedan encuadrados a nuestra derecha; sin embargo, los expertos, familiares y terapeutas quedan situados a nuestra izquierda...

Sostiene en el documental Jeffrey Lieberman, responsable del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Columbia:

"Hay gente que piensa que la esquizofrenia no existe como tal, y que es solamente una etiqueta que la sociedad pone en gente muy creativa, con mucha imaginación, y que no quiere rendirse al pensar y comportarse como el resto de la sociedad. Es una idea muy romántica que se tiene de la esquizofrenia. Es completamente falso, totalmente equivocado, y es muy negativo y doloroso para los pacientes pensar así".

Todos los especialistas se muestran de acuerdo en el origen "físico", y no romántico, de la enfermedad. En esta senda alumbran con su preclara luz los modernos estudios sobre la predisposición genética y sobre las alteraciones específicas en la neurotransmisión neuronal - dopamina, glutamato -. Por ello, un tratamiento farmacológico disciplinado resulta fundamental en la estabilización de estos pacientes.

EL TRATAMIENTO.

Ciertas intepretaciones folletinescas de la esquizofrenia contribuyen a que los pacientes no adquieran la conciencia de enfermedad (crónica) y de los beneficios del tratamiento precoz.

Habilmente, Ione Hernández, como directora y guionista de este film, no rehuye la controversia permanentemente provocada entre corrientes terapéuticas psicofarmacologistas versus otras que inciden en terapias de corte social y familiar. Ambos posicionamientos son mostrados con sobradas sensibilidad e inteligencia.

Una vez más, se alza la voz de los propios pacientes, que relatan qué fármacos toman y cuántas veces al día tienen que hacerlo. Ellos también demandan más explicaciones sobre los posibles efectos secundarios de su medicación: aumento de peso, alteraciones menstruales, retraso en la eyaculación, efectos extrapiramidales, galactorrea, sequedad de boca, sedación excesiva...

Queda en el aire la incógnita de quiénes han de tomar indefectiblemente medicación antipsicótica, antidepresiva y ansiolítica, y por cuanto tiempo (¿para siempre, como cualquier otra patología crónica?).

Tampoco escapa de la quema crítica el sistema sanitario público español: la psiquiatría asistencial actual no puede basarse únicamente en la prescripción farmacológica. Son necesarios más recursos humanos, equipos multidisciplinares específicos (enfermería comunitaria, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales) dueños del tiempo suficiente para atender y "escuchar" a los pacientes, así como unidades de hospitalización de agudos donde existan habitaciones para los acompañantes; tal y como se queja Montse, la paciente que protagoniza el film: "20 minutos cada 3 meses, no sirven para mucho"...

Entonces, ¿será cierto aquel dicho popular que sostiene que "la locura no tiene cura, y si la tiene, no dura"?. ¿Es lo mismo tratar (y aliviar) los síntomas que tratar (y curar) la enfermedad?.

EL ARTE COMO TERAPIA.

Un capítulo muy interesante de este documental es dedicado a las relaciones entre la enfermedad mental y las artes (pintura, poesía, filosofía...). Aparecen los nombres clásicos de Van Gogh, De Kooning, Rimbaud, Kierkegaard... El psiquiatra Jesús de la Gándara entiende que el mayor beneficiario de la terapia artística es el paciente que tiene necesidades de expresión simbólica.

EL FUTURO.

La esperanza: unos hermosos fotogramas de una ventana que se abre, permitiendo entrar la luz en la oscuridad.

Pero también la alerta, porque las enfermedades mentales pueden convertirse en un problema de salud capital en este siglo XXI.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

SUEÑO DE UNA NOCHE DE INVIERNO


En pleno siglo XX, después de las amargas experiencias sufridas tras la devastación provocada por las dos grandes guerras mundiales, muy pocos habitantes de la vieja Europa se imaginaron que un día podrían tener lugar de nuevo las brutales masacres ocurridas en los Balcanes, disuelta y demolida la antaño soberbia Yugoslavia comunista, gobernada por el mariscal Tito con mano de hierro.

¿Cómo fue posible toda aquella pesadilla, desatada por el odio y el fanatismo?; ¿cómo pudo renacer el fantasma de la limpieza étnica, en unos países tan cercanos a nuestra propia geografía? Las respuestas a estos interrogantes existen en el transfondo de esta magnífica película serbia, "Sueño de una noche de invierno" (Goran Paskaljevic, 2004) en su día galardonada con el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián.

El argumento parece sencillo. Lazar (Lazar Ristovski), un veterano serbio de la guerra de los Balcanes, regresa a su casa 10 años después. Nos encontramos en el invierno del 2004. Su historia personal tiene muchas semejanzas con la del protagonista de aquel éxito musical titulado "No dudaría", popularizado por el malogrado artista Antonio Flores. Lazar visita a la madre de una de sus víctimas para pedirle perdón por haberle arrebatado a su hijo. El silencio de la anciana resulta elocuente: ¿podrá su perdón reparar tanto sufrimiento?. Lazar despierta con frecuencia acosado por sus pesadillas, por su remordimiento.

En la vivienda que antaño había ocupado junto a su difunta madre, encuentra ahora a Jasna (Jasna Zalica) junto a su hija Jovana (Jovana Mitic), una niña autista de 12 años, refugiadas bosnias que tratan de reconstruir allí un precario hogar.

Ha llegado la hora de que Lazar comience a cobras deudas pretéritas. De esta manera, de un antiguo socio consigue un Mercedes 200 usado como amortización parcial del débito, lo que le permitirá comenzar a sobrevivir trabajando como taxista. Impulsado todavía por el rencor y el resentimiento, el hombre traslada en su coche a las exiliadas hasta unos maltrechos barracones.

Pero la enfermedad de Jovana parece despertar en el taciturno Lazar un último rescoldo de piedad y misericordia. Se inicia así una convivencia en la cual, el curtido veterano va aprendiendo todo lo que significa compartir las horas con una paciente afectado por un trastorno del espectro autista (TEA). La niña habita su mundo particular, fascinada por las barras de labios y las alas de su disfraz de hada madrina. En el simbolismo particular de este film, son los niños autistas unos seres especiales, clarividentes, los hijos abandonados de las hadas del bosque, incapaces de comunicarse dentro de una realidad totalmente carente de magia.

Delante de nuestros ojos desfilan imágenes harto sugerentes, historias de perdedores y de supervivientes: la escuela para niños disminuidos psíquicos a la que diariamente acude Jovana, la representación teatral que ellos mismos realizan de "El sueño de una noche de verano" (William Shakespeare), la consulta del sanador, donde Lazar lleva a la niña para intentar "despertarla" de su desconexión con la realidad, como si el autismo fuera un sueño, la absurda muerte de Jasna a manos de un amante despechado, las flores y los árboles que Jovana dibuja constantemente, metáfora de la esperanza en un mundo mejor, que nunca llegará a venir... Mientras Lazar, fuera de imagen, pone fin a su existencia con un disparo, la niña autista se pierde entre los árboles de un bosque florido.

Situada en las antípodas de la oscarizada "Rain Man" (Barry Levinson, 1988), empeñada en explotar las maravillosas facultades memorísticas de algunos autistas, Paskaljevic fue capaz de contar una historia enternecedora, humana, libre de tópicos y de barato sentimentalismo, haciendo participar como protagonista a una niña autenticamente autista sin ninguna habilidad extraordinaria.