martes, 14 de septiembre de 2010

BELINDA





"Traer un poco de felicidad a un ser humano...; Belinda, no me hagas creer que he fracasado".

 Dr Richardson (Lew Ayres) en "Belinda"


Acaba de cumplirse el tercer aniversario del fallecimiento de Jane Wyman, la estrella protagonista de "Belinda" (Jean Negulesco, 1949). Esta fecha luctuosa ha coincidido con nuestro nuevo repaso visual de este clásico del 7º Arte.





Jane Wyman es Belinda


Además de haberse convertido en la primera esposa de Ronald Reagan, el mundo de la televisión contribuyó a acrecentar la popularidad de la Wyman gracias a "Falcon Crest", el exitoso serial de los años 80 cuya intriga orbitaba alrededor de la viticultura en California




Brindemos con Angela Chaning, la matriarca de "Falcon Crest"




Por su excepcional trabajo interpretativo en este film de Negulesco, Jane Wyman fue galardonada con el Óscar a la mejor actriz en 1948, premio conseguido, por cierto, sin pronunciar una sola palabra... ¡Pura interpretación!


Desde el punto de vista médico, "Belinda" tiene un valor especial, pues en su tiempo denunció en la gran pantalla de forma valerosa una patología que provocaba el sufrimiento y el aislamiento social de quién la padecía. Belinda vive en un mundo arcaico, rural, puritano e hipócrita, cargado de prejuicios. Al respecto, hace poco señalábamos en este mismo blog ("Mi pie izquierdo" Jim Sheridan, 1989) la marginación que desde tiempos pretéritos han venido sufriendo los discapacitados físicos, considerados en muchas ocasiones como seres repudiables, tarados e inferiores. Pero también resulta interesante el retrato que se hace de la profesión médica, vocacional, no funcionarial, altruista, abnegada, paternalista... 


Hace más de 20 años, cuando comencé a ejercer, aun tuve la oportunidad de conocer a compañeros de profesión, veteranos ya jubilados que ejercieron la medicina en condiciones equiparables a las del Dr. Robert Richardson (Lew Ayres), en guardia permanentemente las 24 horas del día, durante los 365 días del año. El cine y la televisión (como por ejemplo "Doctor en Alaska", en clave de comedia amable) han contibuido a engrandecer la sacrificada figura del médico rural.






Lew Ayres es el Dr. Robert Richardson


La elección de Lew Ayres fue un gran acierto de la dirección de casting. Como diría un buen amigo mío, "tiene pinta de médico". En "Young Dr. Kildare" (Harold S. Bucquet, 1938) interpretó a este popular galeno, un personaje de ficción inventado por el escritor Max Brand y que desde la década de los 30 del pasado siglo XX ha continuado generando películas, folletines radiofónicos, seriales televisivos, e incluso comics.


El joven Dr. Kildare (Lew Ayres) junto a su mentor el Dr. Gillespie (Lyonel Barrymore)


En su exitosa carrera médico-cinematográfica, Lew Ayres ya había destacado en otro memorable papel, el del Dr. Scott Elliot, encargado de tratar a la inquietante pareja formada por las gemelas Collins (Olivia de Havilland, en doble papel) en "A través del espejo" (Robert Siodmak, 1946), film que como sugerente propuesta merecerá en el futuro un tratamiento individual en este blog. Para aquellos interesados en conocer algo más sobre la vida y obra de este estupendo actor: 







EL MÉTODO DEL ABATE DE L´EPEE


El Dr. Robertson conoce la existencia de Belinda cuando visita la remota granja que la familia MacDonald explota en la Isla de Cape Breton (Nueva Escocia - Canadá). Allí malviven regentando un molino y trabajando las tierras de sol a sol Black MacDonald (rocoso y convincente Charles Bickford) y su hermana Aggie (Agnes Moorehead). La muchacha sordomuda, huérfana de madre, es la única hija del sacrificado granjero, criada en la necesidad y en la soledad.


Como simple anécdota mencionaremos aquí que ninguno de los exteriores de esta película fueron filmados en Cape Breton, sino en California (EEUU)... El médico se percatará enseguida de la inteligencia y de las enormes capacidades de Belinda y decide enseñarle el "Método de L´Epee" para poder comunicarse con ella...



El abate Charles-Michel de L´Eppe fue un prestigioso pedagogo y logopeda francés del siglo XVIII. Su detallada vida y obra puede consultarse en:





La verdadera transcendencia de L´Epee no radica en la invención del lenguaje de signos, sistema de comunicación que previamente ya existía, sino en la instauración de la educación colectiva para los niños y niñas sordos, aprendizaje hasta entonces reservado a las familias aristocráticas, en cuyo seno los afectados aprendían de manera individual.


Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que para L´Eppe el método gestual era el sistema de comunicación natural de los sordos, es decir, una forma mediante la cual todos asociamos un objeto y la palabra que lo representa con la imagen del mismo que se forma en el cerebro a partir de la información aportada por nuestros ojos.


El Dr. Richardson y Belinda aprenden el lenguaje de los signos simultáneamente, incluso la muchacha aprende a leer en los labios. Una de las escenas más emotivas de este film nos presenta a Belinda rezando un Padre Nuestro ante el féretro de su padre, mientras las voces en off del médico y de la tía Aggie desgranan la oración verso a verso. El vibrante fondo musical, como el resto de la banda sonora, es debido al maestro Max Steiner.




En una escena lúdica también podemos constatar cómo Belinda es capaz de "escuchar" la música de la fiesta apoyando su mano sobre la madera de un violín que tañe alegremente un músico; incluso demuestra su sentido rítmico animándose tímidamente a marcar el compás con los pies acompañando la melodía...


El Dr. Richardson no renuncia en su empeño por ayudar a Belinda y decide consultar con el Dr. Horace M. Gray (Jonathan Hale) especialista en patología auditiva, que descarta la otosclerosis como causa de la sordera de la protagonista. Vemos como este médico utiliza diversos diapasones para evaluar el trastorno auditivo de Belinda, más concretamente el Test de Rinne, que evalúa la audición por la vía ósea y por la aérea. La hipoacusia de nuestra protagonista indica una severa afectación de ambas vías.


El alcoholismo, el machismo y la brutalidad son elegidos por los guionistas para diseñar la vil personalidad del villano de esta historia. Se trata del pescador Locky McCormick (interpretado por un contundente Stephen McNally), que deshonra a la indefensa sordomuda dejándola encinta. El hijo fruto de esta infame violación recibirá el nombre de Johnny Belinda, proporcionando así el título original al film de Negulesco...


Destacamos también el personaje de Stella McCormick (Jan Sterling), la criada enamorada en secreto del Dr. Richardson y que finalmente será la encargada de resolver la trama narrativa en favor del amor, del perdón y de la redención.


Como viene siendo habitual, resulta obligado mencionar la siguiente reseña correspondiente a la Revista de Medicina y Cine, en la que los autores realizan un concienzudo repaso de toda la filmografía relacionada con la deficiencia auditiva y verbal.





miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL FUEGO FATUO / EL SABOR DE LAS CEREZAS



Maurice Ronet es Alain Leroy en "El fuego fatuo"
(Louis Malle, 1963)



Homayoun Ersadi es el Sr. Badii en "El sabor de las cerezas"
(Abbas Kiarostami, 1997)


- "No son angustias, doctor. Es una angustia, continua... El mal está en el corazón de la voluntad; es a ésta a la que usted cura..."

Alain Leroy al Dr. La Barbinais, en "El fuego fatuo"


- "La palabra suicidio no está hecha sólo para los diccionarios...; tiene que tener una aplicación práctica...; el hombre tiene que decidir cuándo debe hacerlo..."

Sr. Baddi al seminarista, en "El sabor de las cerezas"


Recientemente me han llamado la atención las cifras proporcionadas por el Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia), según las cuales durante el año 2009 se quitaron la vida en nuestra comunidad autónoma 362 personas, 57 más que en 2008. Probablemente en dicho incremento haya influido la crisis económica y social que a todos nos viene afectando. Dicen los expertos que cada 40 segundos se suicida un prójimo en este planeta...


La matemática del suicidio debe manejarse con reservas porque está sujeta a determinadas inexactitudes. De todas las maneras, siempre en líneas generales, los datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) revelan que la tasa de suicidios es mayor en Europa que en América Latina, y que dentro de este ámbito geográfico las cifras más elevadas corresponden a Cuba, Brasil y Colombia, por este orden. Tampoco deberíamos desestimar que los intentos autolíticos son 20 veces más frecuentes que los consumados.

Si existiese un perfil de suicida éste sería el de un sujeto varón, mayor de 60 años, que vive solo y ya está jubilado. Entre los jóvenes también son los varones (entre 14 y 29 años) los que más se quitan la vida.

Esta pequeña introducción estadística nos sirve para presentar dos películas esenciales que giran alrededor de un tema todavía tabú. Y lo hacen desde dos ópticas completamente divergentes.

"El fuego fatuo" (Louis Malle, 1963) se inspira en el libro homónimo del escritor francés Pierre Drieu La Rochelle, que se suicidó el 15 de marzo de 1945 tras la ingestión de barbitúricos y la inhalación de gas. Intencionadamente filmada en blanco y negro, destaca la impresionante dirección de fotografía debida a Ghislain Cloquet. El protagonista, Alain Leroy (el otrora atractivo galán Maurice Ronet) es un ser atribulado, desencantado de la vida, que titubea entre el alcoholismo y el temor al fracaso de su tratamiento. Nos encontramos ante la viva estampa de un paciente angustiado y depresivo...




A su vez, "El sabor de las cerezas" (Abbas Kiarostami, 1997), paradigma del cine de autor, constituye un ejercicio puro de poesía minimalista, término elegido por los críticos para aquilatar la obra del cineasta iraní.


Al contrario que el previsible Alain Leroy, el Sr. Badii (Homayoun Ersadi) jamás nos descubre cuáles son los motivos que le han llevado a pensar en quitarse la vida. Sólamente busca alguien en quien poder confiar para ayudarle en su tarea.



http://viavisual.blogspot.com/2007/07/tres-claves-para-leer-kiarostami.html


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL SUICIDIO...

El estudio detallado de ambas películas nos permite encontrar determinadas pistas que pudieran aportar luz sobre el mensaje que los autores pretendieron hacernos llegar a los espectadores, que difiere notablemente del elegido en su día, por ejemplo, en el caso de "Dos hombres y un destino" (George Roy Hill, 1969), Mishima (Paul Schrader, 1985) o "Thelma y Louise" (Ridley Scott, 1991).

Existe en "El fuego fatuo"
una escena significativa, en la que Alain deambula por su habitación del Sanatorio del Dr. La Barbinais, una elegante mansión decimonónica situada en pleno Versalles, donde él ha ingresado voluntariamente para una cura de reposo y desintoxicación etílica. De las paredes del cuarto penden recortes de periódicos y fotografías. Uno de los pedazos de papel corresponde a Le Parisien y anuncia la desgraciada muerte de un niño de 5 años, ahorcado involuntariamente mientras jugaba al hombre pájaro.


Entre las fotografías, podemos ver varias de la malograda Marilyn Monroe, fallecida el 5 de agosto de 1962 en oscuras circunstancias, un más que probable suicidio por sobredosis de barbitúricos. También observamos la profusión de retratos de Dorothy, la bella esposa de Alain, que vive en Nueva York y que abona religiosamente cada mes la factura del tratamiento de su marido. La ruptura de la pareja estuvo motivada precisamente por el alcoholismo. Fuera de estos fotogramas, Dorothy nunca aparece en la película... En cambio sí lo hace su atractiva amiga Lydia (Léna Skerla), supuesta amante de Alain.

En el caso de Dorothy hay quien sostiene que en realidad se trata de una jovencísima Margarethe Von Trotta, actriz y directora alemana, futura esposa
del cineasta Volker Schlöndorff, que a su vez trabajó en este film como ayudante de dirección.

En una instantánea de los tiempos felices, podemos contemplar a Dorothy y Alain delante de un puesto de libros de segunda mano de los que tanto proliferan a orillas del Sena. Él sostiene entre sus manos un ejemplar titulado "Baudelaire", paradigma de los poetas malditos, campeón de la ebriedad y gran aficionado al alcohol y a las drogas...

El protagonista de este film sufre dos importantes factores de riesgo de autolisis: por una parte, su dependencia etílica, de la que apenas lleva 4 meses en abstinencia, pero siempre bajo una espada de Damocles llamada recaída, y por si fuera poco, además
sufre un trastorno adaptativo mixto ansioso - depresivo ... A todo ello, debe unirse la cruel soledad en la que habita. Podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que "El fuego fatuo" es la historia de un adiós, una lenta despedida de un prójimo que se ha cansado de vivir una existencia vacía, atroz, desamparado y sin amor... Para llevar a cabo su objetivo, Alain guarda en un maletín una pistola, una Luger P08, tal vez en su etapa como militar...

Mientras sobre el espejo Alain ha escrito "23 de julio" (¿la fecha límite de su caducidad?) en las estanterías abundan los paquetes de "Sweet Afton", sus cigarrilos favoritos: se trata de una marca irlandesa de tabaco rubio que se hizo muy popular durante la posguerra mundial entre los bohemios, los artistas y los filósofos de la Rive Gauche. También fueron los preferidos de Jean Paul Sartre y de los cineastas de la Nouvelle Vague.

Quizás la intencionada presencia de esta marca de tabaco tenga la finalidad de remitirnos al ateísmo filosófico del padre del Existencialismo, para quien el suicidio significaba el culmen de la propia libertad (siempre que no existiera una patología de base). Algo similar ocurre al elegir Louis Malle la terraza del Café de Flore (en el que Sartre tenía una mesa fija) para la escena del breve encuentro entre Alain y los ultraderechistas hermanos Minville... Precisamente aquí constatamos cómo Alain toma una copa de alcohol por primera vez en la película.


En el cuarto también proliferan los libros, entre los que hemos encontrados dos títulos muy significativos: "Babylon revisited" y "This side of paradise", ambos de F. Scott Fitzgerald. En el primero de ellos, considerado por la crítica un sincero relato autobiográfico, el controvertido escritor norteamericano relata los estragos que el alcohol provoca en la vida del protagonista. Precisamente el guión de "La última vez que vi París" (Richard Brooks, 1954) se basó en esta novela...


Tampoco parecen gratuitas las referencias filosóficas. A la hora de la comida, en el Sanatorio que dirige el Dr. La Barbinais (Jean-Paul Moulinot), los pacientes discuten sobre Santo Tomás y Aristóteles. Ambos padres de la filosofía clásica tenían un concepto muy similar sobre el suicidio:
  • Aristóteles se muestra contrario al suicidio, al considerarlo como un atentado contra la propia vida. Aquel que lo comete es un cobarde, queda deshonrado como persona y en su "Ética a Nicómaco" estima que el suicida perjudica además al resto de la ciudadanía.
  • Santo Tomás entiende el suicidio como un acto especialmente perverso, primero por ir contra la propia naturaleza humana (que trataría siempre de conservar y perpetuar la vida), segundo porque atenta contra el bien común (priva a la familia y a la sociedad de uno de sus valiosos miembros) y por último, porque desafía a Dios, dador de la vida, propietario y soberano de la misma.
La música melancólica de Erik Satie, representada en esta banda sonora por lo más granado de sus "Gymnopedies" y "Gnossiennes", dota a las imágenes de un halo depresivo y solitario consustancial, como la carne se pega al hueso formando un todo común.

Cuando Alain abandona el sanatorio, regresa a París en la procura de sus viejos compañeros de correrías. En primer lugar visita el Hotel Du Quai Voltaire. Allí se reencuentra con el barman Charlie (René Dupuy) que intenta ponerle al día mientras le sirve un Scotch Sour, su antaño primer trago. La siguiente parada es en casa de Dubourg (Bernard Nöel), antigua camarada convertido ahora en un burgués padre de familia estudioso de egiptología. Ambos se reprochan sus defectos y mediocridades. Por cierto, Dubourg viste una chaqueta de lana idéntica a la que Alain portaba en la clínica de desintoxicación...

Alain continua su periplo hasta encontrarse con Eva (Jeanne Moreau), artista plástica desencantada y melancólica por todo el tiempo perdido. Curiosamente Alain, que ya ha decidido quitarse la vida, considerará como absurda la muerte en accidente de tráfico de Carla, amiga en común de ambos...

Mientras la lluvia tormentosa baña las calles de un indolente París, Alain alcanza la lujosa casa de Solange (Alexandra Stewart) y Cyrille Lavaud (Jacques Sereys). Existe aquí una escueta referencia a "Ubú rey", la iconoclasta obra teatral de Alfred Jarry.

Alain finaliza su peregrinaje en compañía de Michel Milou Bostel (Bernard Tiphaine), un joven galán que le recuerda enormemente cómo era él apenas 10 años atrás. De esta forma se cierra el círculo narrativo, la rueda de la vida que gira permanentemente... Una vez finalizada la lectura de "El Gran Gatsby" (¡otra vez F. Scott Fitzgerald!) Alain terminará por pegarse un tiro en el corazón.




Hasta aquí, la percepción occidental del suicidio. Veamos qué encontramos ahora al escarbar en "El sabor de las cerezas". La cálida luz matinal de Teherán es captada magistralmente por el director de fotografía Hormayon Payvar. El tiempo nos sitúa en algún momento entre 1980 y 1988, intervalo transcurrido durante la guerra Irán-Iraq.

Kiarostami suele trabajar con actores no profesionales, lo que aporta a sus películas cierto aire documental. Un hombre recorre al volante de su vehículo las calles de la urbe buscando a alguien. Rostros anónimos se ofrecen para trabajar como peones. La aridez se va adueñando del paisaje mientras el conductor deambula por las colinas vecinas a la capital iraní.

Buscando por Teherán...

Un hombre joven que regenta un pequeño establecimiento de construcción es el primer elegido, pero desconfía del conductor cuando éste le ofrece dinero. El siguiente es un peón que recoge bolsas de plástico en un vertedero para venderlas más tarde a una fábrica de reciclaje. Viste una sudadera roja con las siglas "UCLA" (Universidad de California Los Ángeles) en el pecho, aunque desconoce su significado. Tampoco acepta la oferta del Sr. Badii.

El tercer candidato será un joven recluta originario del Kurdistán. Los kurdos constituyen una nación sin estado, un pueblo ampliamente castigado a lo largo de la historia, y que habita una extensa zona compartida por Armenia, Turquía, Irán, Iraq y Siria.

Afshin Khorshid Bakhtiari es el soldado

Antiguo campesino, el muchacho retorna a su campamento desde Damavand, una zona montañosa 50 kilómetros al noroeste de la capital. Su exigua soldada apenas cubre sus necesidades personales y tampoco alcanza para ayudar a su extensa familia. Por ello, se verá tentado por el Sr. Badii, que por fin le cuenta cuál es el trabajo en cuestión y su generosa paga. De esta sencilla manera nos enteramos de las intenciones suicidas del protagonista.

Simplemente señalar aquí que tras la victoriosa ofensiva inicial iraquí, en 1983 el ejército iraní comenzó a recuperar el terreno perdido en la guerra gracias al alistamiento de 100000 jóvenes soldados y 200000 milicianos. El recluta le cuenta al Sr. Badii que apenas lleva 2 meses de servicio militar (nos imaginamos que fue reclutado a la fuerza).

El Sr. Badii ha decidido poner fin a su vida. Ha cavado una tumba al pie de un arbol, en medio del agreste paisaje. Pretende que el soldado regrese al lugar a las 6 de la mañana del día siguiente y que, en el caso de que el Sr. Badii esté muerto, cubra la sepultura con 20 paladas de tierra. El recluta se asusta y huye campo a través.

La tierra ocre, el inmenso pedregal, el desierto y el polvo que somos y en el que nos convertiremos están presentes en todo momento. Continuando con esta especie de road movie iniciática, el Sr. Badii conduce su Range Rover hasta una planta cementera, vigilada únicamente por un inmigrante afgano. Éste le habla de la visita de un amigo suyo seminarista y entonces el Sr. Badii decide proponerle al clérigo que le ayude en su particular propósito.

Mir Hossein Noori es el seminarista

Mientras Louis Malle introducía en su film elementos filosóficos, Kiarostami añade ahora claramente el componente religioso, recordándonos mediante este personaje que el Corán condena categóricamente el suicidio, en su concepción más ortodoxa (atentar contra la propia vida) si bien estaríamos metiéndonos en terrenos farragosos cuando se trata de combatir en la Yihad o Guerra Santa contra los infieles (terroristas suicidas que se autodestruyen con la esperanza de alcanzar el Jardín de las Huríes).

En este caso, el Sr. Badii trata de convencer al futuro clérigo argumentando que el suicidio es tan pecado mortal como el ser desgraciado, porque si uno sufre es capaz de hacerles daño a los demás: "Yo creo que Dios es tan misericordioso que no quiere ver sufrir a ninguna de sus criaturas; es tan grande que no puedo creer que quiera obligarnos a vivir. Por eso le ofrece al hombre esta solución"... El Sr. Badii tampoco conseguirá el auxilio del seminarista.

El viejo Sr. Bagheri cruzando el umbral de su trabajo...

Su última esperanza será el Sr. Bagheri (Abdolrahman Bagheri) que trabaja en Teherán dentro del Departamento de Disección del Museo Nacional de Ciencias Naturales, alguien que está acostumbrado a trabajar con cadáveres, aunque éstos correspondan a animales. Este hombre sabio por naturaleza le cuenta al Sr. Badii que en el pasado el sabor de una simple cereza fue capaz de hacerle abandonar sus propias ideas suicidas. Le habla de la belleza de cada atardecer y de la plenitud de la luna llena. También le promete que realizará el trabajo, enterrando el cuerpo del Sr. Badii si finalmente decide quitarse la vida mediante una sobredosis de somníferos.

El inesperado final de esta película contribuye a su mayor grandiosidad, pues un fundido en negro nos dejará sin saber cuál fue realmente el destino del atribulado Sr. Badii...

Como colofón, unas líneas de Cesare Pavese, que puso fin a su existencia el 26 de agosto de 1950 ¡con una sobredosis de somníferos!. Corresponden a momentos diferentes de su obra "El oficio de vivir":

  • Sólo así se explica mi actual vida de suicida. Y sé que estoy condenado para siempre a pensar en el suicidio ante cualquier molestia o dolor. Esto es lo que me aterra: mi principio es el suicidio, nunca consumado, que no consumaré nunca, pero que acaricia mi sensibilidad.
  • Es preciso haber sentido la manía de la autodestrucción. No hablo del suicidio: gente como nosotros, enamorada de la vida, de lo imprevisto, del placer de "contarla", sólo puede llegar al suicidio por imprudencia. Y además, el suicidio aparece ya como uno de esos heroísmos míticos, de esas fabulosas afirmaciones de una dignidad del hombre ante el destino, que interesan estatuariamente, pero que nos dejan abandonados a nosotros mismos. El autodestructor es un tipo más desesperado y utilitario al tiempo. El autodestructor se esfuerza por descubrir en su interior cualquier lacra, cualquier cobardía, y por favorecer estas disposiciones a la anulación, buscándolas, embriagándose con ellas, disfrutándolas. El autodestructor está en definitiva más seguro de sí que cualquier vencedor del pasado, sabe que el hilo del apego al mañana, a lo posible, al prodigioso futuro, es un cable más fuerte -tratándose del último empujón- que no sé cuál fe o integridad. El autodestructor es sobre todo un comediante y un dueño de sí. No desperdicia ninguna oportunidad de sentirse y de probarse. Es un optimista. Lo espera todo de la vida, y se va afinando para producir bajo las manos del caso futuro los sonidos más agudos o significativos. El autodestructor no puede soportar la soledad. Pero vive en un continuo peligro: que lo sorprenda una manía de construcción, de ordenación, un imperativo moral. Entonces sufre sin remisión, y podría incluso matarse.

viernes, 3 de septiembre de 2010

MI PIE IZQUIERDO







"Todo es nada, por tanto nada debe tener fin"...

Christy Brown

Siempre he mantenido viva la intención de comentar esta película, pero por una razón u otra, dicho análisis tal vez haya permanecido demasiado tiempo en el limbo de las intenciones. "Mi pie izquierdo" (Jim Sheridan, 1989) representa una obra de arte que detenta un mensaje epatante, rabiosamente positivo, un ejemplo de superación protagonizado por un ser humano que se niega a vivir cautivo de sus limitaciones.

A mayores de su innegable valor cinematográfico (exquisito producto de la compañía británica Granada) y de contar con el monumento interpretativo construido por Daniel Day-Lewis (perfecto en el papel de Christy Brown) haciendo gala de sinceridad este film semeja el contrapunto formal de otra película polémica, densa y profunda, como "Mar adentro" (Alejandro Amenábar, 2004). La laureada cinta del polifacético director hispano-chileno tuvo la osadía de plantear en la gran pantalla un tema
considerado todavía hoy como tabú: la eutanasia. Sus detractores le reprochan a Amenábar su empeñó en tratar como a un héroe al controvertido Ramón Sampedro, el tetrapléjico gallego empeñado en morir para calmar el tormento de su existencia.


Sin llegar a las cotas interpretativas alcanzadas por Daniel Day-Lewis, en nuestra modesta opinión Javier Bardem realizó también un trabajo excepcional, impecable labor que ha sido ampliamente reconocida y galardonada.

Javier Bardem es Ramón Sampedro

Desde el punto de vista médico no podemos desdeñar un elemento que pudiera resultar crucial: Ramón Sampedro disfrutó de una vida completamente sana hasta los 25 años, momento en el que sufrió aquel terrible accidente que le dejaría paralítico tras zambullirse en las inquietantes aguas de la Playa de As Furnas (A Coruña).

El verdadero Ramón Sampedro, autor de "Cartas desde el infierno"

Por el contrario, el escritor y pintor irlandés Christy Brown vino al mundo con una parálisis cerebral irreversible. Según lo que vemos en la película también aspiró a la normalidad en su vida (incluso al amor), circunstancia que podía reconocer entre sus innumerables hermanos y amigos
. Al igual que Sampedro, las ideas autolíticas también llegaron a planear sobre la desasosegada existencia de Christy.

La película de Amenábar, sin embargo, nos muestra a un hombre consciente y
decidido, tal vez enrocado en una postura radical aunque personal en la que nunca contempló un tratamiento rehabilitador por considerar ineficaces sus resultados, justo el postulado contrario mostrado por Jim Sheridan en "Mi pie izquierdo".


Daniel Day-Lewis en la piel de Christy Brown

Nunca ha sido pretensión de este blog erigirse en juez de sus semejantes; para entender mejor a Ramón Sampedro y a Christy Brown recomendamos un sencillo ejercicio: probar a permanecer inmóvil en el lecho durante un cierto tiempo, moviendo únicamente la cabeza, o intentar hacer un dibujo en un papel sujetando el lápiz con los dedos del pie izquierdo... No olvidemos que las decisiones de ambos pacientes fueron tomadas por personas libres y que cada historia, a su vez, inspiró una estupenda película. Disfrutemos pues del cine...

LA ENFERMEDAD DE CHRISTY BROWN

Basándonos en el film, la parálisis cerebral sufrida por este personaje probablemente se originó durante las complicaciones del parto (Dublín, 5 de junio de 1932). Con seguridad, el sufrimiento fetal provocó una grave hipoxia cerebral en el recién nacido. Una enfermera fue la encargada de darle la mala noticia al corpulento Paddy Brown (Ray McAnnaly), albañil de profesión e iracundo padre de una extensa prole en la que Christy ocupó el 10º lugar entre 22 hermanos, de los que sobrevivieron 13.

Christy Brown (1932 - 1981), poeta, escritor y pintor irlandés

La infancia de nuestro protagonista discurre con monotonía, practicamente abandonado como un fardo debajo de las escaleras de su humilde morada, en el seno de una familia católica y proletaria irlandesa en la que la madre (imponente Brenda Fricker, premiada con el Óscar a la mejor actriz de reparto en 1989), a pesar de permanecer encinta la mayor parte de su vida fértil, juega un papel esencial como el verdadero soporte hogareño. Ella protege amorosamente a su hijo discapacitado, ahorra en la penuria para poder comprarle una silla de ruedas, mientras todos los demás lo dan por un pobre enfermo inútil, especialmente el padre, que piensa que Christy es además un tarado, incapaz de entender y sentir.

Cabe destacar la soberbia interpretación que hace del Christy niño el joven actor dublinés Hugh O´Conor, que entonces contaba con 14 años de edad, y que continua desarrollando en la actualidad su exitosa carrera profesional.

Hugh O´Conor es el joven Christy Brown

En la vida real, la Sra.
Bridget Brown fue la primera en percartarse de que la minusvalía de Christy era solamente física, sin afectar a sus capacidades cognitivas, encargándose de enseñarle a leer y a escribir. Sus hermanos lo admitieron como uno más en sus correrías infantiles y adolescentes, portando siempre al muchacho inválido en una vieja carretilla de madera.


Parece ser que Christy sufría una severa parálisis cerebral de tipo atetoide, con una tetraplejia practicamente total, excepto precisamente en su pie izquierdo. Tal y como se refleja en la película los síntomas más característicos de esta patología son: movimientos involuntarios muy frecuentes, que dificultan o impiden la motilidad coroporal normal, afectación de la lengua y torpeza para hablar, acompañada de muecas y gestos faciales, además una contorsión muscular anormal de las extremidades. Se estima que la base fisiopatológica de este trastorno radica en la lesión de los ganglios basales cerebrales.


Parece ser que su caso fue descubierto por la Sra. Katriona McGuire, una trabajadora social encargada de las clases menesterosas en los suburbios de Dublín. Probablemente visitó a la matriarca de los Brown mientras permanecía ingresada en el hospital (el Rotunda Maternity Hospital, la primera maternidad europea, fundada en 1745) para dar a luz a su 21º hijo. En el film, Christy tendría 19 años...


Entonces Katriona contactó con el prestigioso pediatra y escritor irlandés, el Dr. Robert Collis, que se hizo cargo del tratamiento del muchacho. Posteriormente, ambos trabaron una gran amistad e incluso Collis le ayudaría a escribir su autobiografía, "Mi pie izquierdo" (1954), libro en el que se basó Jim Sheridan para escribir conjuntamente con Shane Connaughton el guión de esta película.

Una anécdota como inciso. Vecino al Rotunda se ubica el "Conway´s Pub", un afamado establecimiento donde
tradicionalmente los futuros padres ahogaban su impaciencia con unas pintas de cerveza negra.

En el Conway´s...

Desde ese viaje a Irlanda conservo en mi biblioteca un ejemplar del "Irish Masters of Medicine" (Editorial Town House) escrito por el Prof. Dr. Davis Coackley, que dedica un capítulo completo a la abnegada vida del Dr. Collis.

Este excepcional pediatra, defendió los colores de la selección nacional de rugby irlandesa mientras estudiaba medicina, completó su especialización el prestigioso hospital John Hopkins de Baltimore (EEUU), fue colaborador de la Cruz Roja auxiliando a los niños prisioneros del campo de concentración de Bergen-Belsen, tras su liberación por los aliados (incluso adoptó a dos de estos chiquillos). A partir de 1957 continuó su carrera profesional en Nigeria, llegando a ser director del departamento de Pediatría de la Nigerian Medical School de Ibadan. Médico vocacional e inquieto, tras su jubilación trabajó por temporadas en una colonia de pacientes leprosos de Dichpalli (India). Falleció en 1975. Un auténtico personaje de película..., que sin embargo no aparece en este film. Será la Dra. Eileen Cole (Fiona Shaw) el personaje de ficción encargado del tratamiento rehabilitador de Christy Brown...

¿UN FINAL FELIZ?

El reconocimiento social le llegó a Christy Brown por sus excepcionales habilidades artísticas. Sin embargo, en la película se dejan entrever sus problemas con la bebida, expoleados por sus desengaños amorosos. Es también una licencia de la ficción el personaje de la enfermera Mary
(Ruth McCabe), que a modo de flashback conoce la apasionante historia de Christy al ir leyendo su autobiografía. Este personaje representaría a Mary Carr, la verdadera esposa del protagonista. Ambos contrajeron matrimonio en 1972 y la película finaliza con la pareja felizmente casada observando Dublín desde un altozano.

La realidad fue bien distinta. Según la biografía autorizada publicada en 2007 por la escritora inglesa Georgina Hambleton (Editorial Mainstream - Edimburgo), Mary Carr era una antigua prostituta bisexual que antes de casarse había convivido en Londres (1968 - 1969) con una de las amigas de Sean Brown, hermano de Christy. Ella abusaba del alcohol y de las drogas. Ambos se habrían conocido en un party, en Londres en 1971.

Mary & Christy; ¿tiempos felices?

Nuestro protagonista falleció en 1981, asfixiado en oscuras circunstancias. Su salud se había ido deteriorando progresivamente. Mary fue la causa del distanciamiento familiar de Chisty. El matrimonio vivía alcoholizado y dicen que en el momento del levantamiento del cadáver, éste presentaba múltiples lesiones.
Mary Carr murió en el año 2006.



PARA SABER MÁS
...

Recomendamos la visita del siguiente vínculo, correspondiente a la excelente "Revista de Medicina y Cine", una verdadera recopilación imprescindible para conocer cómo se ha abordado en el cine la parálisis cerebral:

http://campus.usal.es/~revistamedicinacine/Indice_2005/OBRA/PRINCIPAL21.htm

Y para finalizar, un regalo para nuestros oídos; aunque la música de la película fue compuesta y dirigida por el maestro Elmer Bernstein, los créditos iniciales de este film aparecen sobre el fondo musical de "Un aura amorosa", aria perteneciente a la ópera bufa "Cosi fan tutte" de Wolfgang Amadeus Mozart. He aquí una soberbia interpretación de la misma a cargo del tenor sueco Nicolai Gedda: