sábado, 13 de septiembre de 2008

LAS NOCHES SALVAJES - EL TIEMPO QUE QUEDA


En esta particular jornada trataremos de reflexionar sobre el abordaje que el cine francés contemporáneo ha venido prestando a cuestiones de especial trascendencia para el ser humano, como la enfermedad terminal y la muerte.


Para ello, intentaremos sustentar nuestro razonamiento en el paralelismo existente entre dos controvertidas obras cinematográficas: "Las noches salvajes" (Cyril Collard, 1992) y "El tiempo que queda" (François Ozon, 2005).

Admiro de Cyril Collard esa característica que los psicólogos definen como resiliencia, la capacidad para sobreponerse a las tragedias. Sabiéndose afectado de la entonces fatal enfermedad, transforma sus emociones en un testimonio para la posteridad, en una obra de arte.

Artista polifacético: músico, escritor, actor, cineasta..., malogrado por su precoz desaparición en 1993 a consecuencia del SIDA. "Las noches salvajes" ("Les nuits fauves") es el título de su novela homónima, autobiográfica, publicada en 1989, y que posteriormente serviría como armazón argumental de la película gracias a la adaptación realizada por Jacques Fieschi. Collard también colaboró en la composición de varios temas incluidos en la banda sonora original. Finalmente, para completar la individualidad y la unidad de su obra, desempeñó el papel de Jean, el protagonista que deberá afrontar su propia finitud al serle diagnosticada la infección por el VIH.

Los primeros síntomas de la enfermedad son unas manchas cutáneas, pápulas y nódulos de color pardo oscuro, probablemente signos incipientes de un sarcoma de Kaposi. También existen en el film de Collard menciones a la AZT (Retrovir - Zidovudina) que tan mala prensa hubo cosechado.

http://www.monarcasmexico.org/azt-retrovir.htm

Visionando "Las noches salvajes" observamos determinadas escenas reveladoras de lo que el SIDA significó inicialmente como epidemia en la vida de los afectados. Por ejemplo, las carencias en materia de seguridad demostradas por el personal sanitario, cuando Jean acude a un centro sanitario para realizarse una analítica de control. La enfermera que le pincha no utiliza guantes, desoyendo las recomendaciones que el propio Jean le hace. Temerariamente, desestima el riesgo de infección.

Una situación similar es puesta de manifiesto en el abordaje del trato carnal entre los personajes, relaciones ciertamente suicidas, sin protección alguna: las heterosexuales entre Jean y Laura (Romane Bohringer), ocultándole él a ella que es seropositivo, las homosexuales que Samy (interpretado por el anguloso Carlos López) desea mantener con Jean, aún siendo éste perfecto conocedor de la enfermedad que padece su amigo y amante, las sórdidas, salvajes y promíscuas en las que cada noche Jean se sumerge en la penumbra de los márgenes del Sena.

De manera parecida, en "El tiempo que queda", Romain (Melvil Poupaud), una prometedora estrella de la fotografía brillante en el firmamento del mundo de la moda, recibe una infausta noticia: padece un cáncer terminal, diseminado por todo su organismo. Una vez conocido el pronóstico de su enfermedad, Romain desiste de la quimioterapia. No desea sufrir sus devastadores efectos secundarios. Tan sólo acepta el tratamiento analgésico que el médico le prescribe para mitigar su dolor.


Pero, ¿existen todavía similitudes adicionales entre los personajes de Jean y Romain, entre sus especiales vivencias de la caducidad y de la mortalidad humana?; en otras palabras, ¿hasta donde pudieron haber infiltrado el film de Ozon las influencias de Collard? Vayamos pues por partes.

  • Jean y Romain son una pareja de ególatras, dos profesionales soberbios, narcisistas y triunfadores. Son libertinos, modernos, atrevidos, sociables, consumen cocaína con demasiada frecuencia. Jean trabaja como operador jefe de filmación, encargándose de la realización de anuncios publicitarios y de reportajes, mientras que Romain es un cotizado fotógrafo. Ambos trabajan con imágenes. Pero, además de la aportación artística inherente a su mirada real, física y unilateral, los fotógrafos tienden a deformar lo que les rodea bajo la mirada de ese ojo de cíclope especial en el que convierten el objetivo de su cámara. De esta manera, el retrato de su ámbito familiar resulta despiadado e inmisericorde. En las dos películas, la figura de la madre de cada protagonista sale especialmente malparada.
  • Ambos personajes son definidos, esencialmente, como homosexuales. Los dos son promíscuos, especialmente Jean, y abusan de las drogas. Fuera de la intimidad de sus propios domicilios, la descripción de los escenarios de intercambio carnal resulta escabrosa, ya sean exclusivos hard clubs de ambiente o inhóspitos descampados, mejor perfilados y retratados en el film de Collard, más visceral pero tremendamente poético. Sin embargo, las dos películas dejan abiertas las puertas a una incierta bisexualidad de los protagonistas, que pudiera antojarse, no sin miedo a equivocarnos, como una experiencia vital cuasi redentora. En esta circunstancia contribuye la influencia sinbólica femenina, maternal aunque no materna, capaz de engendrar una descendencia garante, en cierto modo, de esa suerte de inmortalidad establecida en la perpetuación de uno mismo a través de los genes ("El gen egoista", Richard Dawkins). En "Las noches salvajes", esta figura estaría representada por el personaje de Laura, atormentada en su desafortunada historia de amour fou por Jean, mientras que en "El tiempo que queda" sería Sophie (Louise-Anne Hippeau), la empleada de la gasolinera que, sabedora de la esterilidad de su marido, tienta a Romain proponiéndole que la deje encinta.
  • En estas dos películas desempeñan modestos papeles secundarios dos mitos del cine galo: Jeanne Moreau, la fascinante diva que cautivó a Roger Vadim, François Truffaut, Louis Malle o al iconoclasta Rainer Werner Fassbinder, interpretando a Laura, la abuela confidente de Romain en el film de Ozon que, desde su ya decadente belleza, y a modo de despedida, pudiera incitar a su nieto a un encuentro íntimo e incestuoso, y Maria Schneider, el seductor icono sexual femenino de "El último Tango en París" (Bernardo Bertolucci, 1972), encarnando al personaje de Noria, brevísima y onírica en las escenas marroquíes con las que comienza "Las noches salvajes".


Y además, en momentos culminantes de ambos films, el sol se encuentra omnipresente en todo su esplendor, protagonizando esas suaves tonalidades melocotón que tiñen, en "Las noches salvajes", el amanecer sobre los cielos de París, con la silueta de la Torre Eiffel o del Sacre Coeur recortándose ínfimas en la lejanía del horizonte, o hundiéndose progresivamente en el mar crepuscular para abandonarse en el sueño, acunado en el regazo de la noche, mientras sobre la fría arena de la playa va quedando inerme el cuerpo de Romain en el epílogo de "El tiempo que queda". Dormir, soñar, morir... Se desvanece prematuramente su existencia en una hermosa despedida (para mí, lo mejor del film), similar a la evanescencia de aquel desdichado compositor, Gustav Von Aschenbach (inconmensurable Dirk Bogarde), en ese magistral epicedio clásico titulado "Muerte en Venecia" (Luchino Visconti, 1971).

Resulta simbólico y llamativo observar cómo los protagonistas de todas estas películas, Jean, Romain, Aschenbach..., deciden resignadamente afrontar el final de su existencia ante el mar, caldo primitivo donde los más sabios dicen que se originó la vida.

"Las noches salvajes" es una película ambiciosa. Abarca amplios horizontes, escarba en lo más profundo de las heridas todavía abiertas en el seno de nuestras conciencias: las drogas, el SIDA, la homosexualidad, el sexo de riesgo, la violencia, el racismo. Ambientada en aquella Francia donde Le Pen y su Frente Nacional alcanzaron su apogeo, nos muestra a un Samy hijo de la inmigración (gitana y española) enrolado en una banda de cabezas rapadas que se encarga de hostigar a individuos de su mismo origen étnico.

Por su valentía, su baudeleriano malditismo, su rabiosa vitalidad, su potencia emotiva y su artesanal generosidad cinematográfica, yo me decanto por ella. "El tiempo que queda", dentro de su corrección, se me antoja demasiado distante, gélida, artificial, con la belleza dosificada en una racanería (basada en primeros planos del apuesto Poupaud) que empobrece grandemente la totalidad del producto.

http://thecinema.blogia.com/2007/102103-le-temps-qui-reste-2005-francois-ozon-el-tiempo-que-queda.php

He aquí otro oportuno ensayo sobre "Las noches salvajes", con el que declaro una gran consonancia:


http://melange-marichuy.blogspot.com/2007/07/las-noches-salvajes-y-los-hermosos.html

2 comentarios:

marichuy dijo...

Hola

Pues gracias a tu invitación aquí estoy. Y no podía tener mejor recepción que "Las noches salvajes". Pocas películas me han impactado tanto como esta perturbadora historia de amour fou; algún critico mexicano comparó las relaciones de Laura y Jean, con "Romeo y Julieta", pero en lugar de veneno o espada, Laura bebe la pócima mortal mediante el sexo sin protección. Supongo que el ser autobiográfica influyó en mi encanto/impacto.

Como no sé de medicina pues no podría opinar que tan alejada de la realidad médica estaba la historia.

Y entre las muchas cosas que me gustan de "Las noches salvajes" es que el film esté situado en las antípodas de la muy sermoneante, moralina y sobrevalorada [para mi gusto] "Philadelphia".

Y de "El tiempo que queda" me gustó; pero coincido contigo en que es "suavecita", como la muerte bonita, pero tiene cosas rescatables y actuaciones correctas. Siento que a Ozon le puede demasiado el tema y por eso lo suavizó [digo, viendo el resto de su filmografía donde no se tienta el corazón para mostrar miserias humanas y situaciones duras, con absoluta ironía]. Y eso si, Melvid Poupaud es muy guapo...

Gracias y saludos

isabel cunyas dijo...

LAS NOCHES SALVAJES PELICULA COMPLETA AQUI http://ok.ru/video/37442620087