domingo, 5 de mayo de 2019

UNA PASTELERIA EN TOKIO




- "El anko es el alma del dorayaki. ¿Cómo puedes tratarlo de esa manera?
Tokue (Kirin Kiki) a Sentarô (Masatoshi Nagase) en "Una pastelería en Tokio" (Naomi Kawase, 2015)

"Una pastelería en Tokio" (Naomi Kawase, 2015) no es una película pretenciosa, aunque tierna y hermosa. Para alcanzar el éxito en taquilla no necesitó el despliegue de los fuegos de artificio típicos de una intensa campaña publicitaria. En nuestra modesta opinión, en esta receta cinematográfica resultaron suficientes la conjunción del guión de la propia directora japonesa, adaptado a partir de la novela de Durian Sukegawa, el especial tratamiento que en la cinta se le proporciona a temas tan sensibles como la enfermedad, la soledad y la vejez, y las magníficas caracterizaciones de los personajes protagonistas: la anciana Tokue (la prolífica y magistral Kirin Kiki, fallecida en septiembre de 2018), el pastelero Sentarô (el convincente Masatoshi Nagase) y la dulce Wakana (Kyara Uchida).

Esta cinta recrea varios elementos típicos del cine japonés, como el ritmo sosegado y el minimalismo suspendido en los detalles de la vida cotidiana, como la circulación de los trenes, los trinos de un canario enjaulado o el lento fluir del agua que mana de un grifo, pero también de la naturaleza, como el efecto del viento en las ramas de los cerezos, rebosantes de flores blancas. Al respecto, es justo destacar la dirección de fotografía de Shigeki Akiyama.



Cartel y título originales de la película

CINEFILIA

Kirin Kiki también desempeñó un papel estelar en "Un asunto de familia" (Hirokazu Koreeda, 2018), encarnando para la ocasión a la inefable abuela Hatsue Shibata, una película digna de los elogios de la crítica y la audiencia.


Kirin Kiki es la entrañable pastelera Tokue

Al indudable mérito cinematográfico de "Una pastelería en Tokio" debemos añadirle el interés despertado al aproximarse a una patología como la lepra, tradicionalmente considerada una enfermedad sagrada, incluso hereditaria o ligada a miasmas, una suerte de castigo divino que etiquetaba a sus desgraciados pacientes como impuros y contaminados morales, contribuyendo a marginar a miles de seres humanos a lo largo de la historia, desterrándolos del contacto con sus semejantes, cuando no recluyéndolos en crueles asilos e instituciones especiales como los lazaretos y las leproserías.

A los leprosos, durante la Edad Media, les estaba vetado el acceso a iglesias, molinos o mercados, lo mismo que lavarse las manos en los ríos, andar descalzos por sus casas y deambular por caminos estrechos, por el miedo al contagio. Debían anunciar su presencia portando una campanilla o agitando unas tablillas, alertando a todo el mundo de su existencia.


Balduino IV de Jerusalén (1161 - 1185), el rey leproso

En España todavía mantiene sus puertas abiertas la última leprosería de Europa, localizada en el centro alicantino de Fontilles, donde viven 28 pacientes que han padecido el estigma de una enfermedad que se cura con una combinación de antibióticos como dapsona, rifampicina y clofazimina, pudiéndose utilizar también claritromicina, ofloxacina, etionamida y minociclina. La instauración de esta terapia ha permitido reducir la prevalencia de la lepra a nivel mundial en un 90%.

La administración precoz del tratamiento antibiótico ha permitido curar la enfermedad y evitar sus secuelas. La mayor parte de la población posee una inmunidad natural capaz de evitar la infección por el bacilo de Hansen (Mycobacterium leprae), una bacteria así denominada en honor a su descubrimiento en 1873 por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen (1841 - 1912).


No es la primera ocasión en la que las cámaras cinematográfica enfocan sus objetivos sobre la lepra. De entre todos estos ejemplos destacamos "Molokai, la isla maldita" (Luis Lucía, 1962), biopic de las tribulaciones del Padre Damián (Javier Escribá), misionero belga de la congregación del Sagrado Corazón, al cuidado de 800 leprosos en una isla del archipiélago de Hawai, su remake "Molokai, la historia del Padre Damián" (Paul Cox, 1999), protagonizada por el actor australiano David Wenham, y la presencia del rey Balduino IV de Jerusalén (Edward Norton) en "El reino de los cielos" (Ridley Scott, 2005), oculto tras su bruñida máscara plateada, desfigurado y mutilado por la lepra, una enfermedad considerada como un castigo divino contra la supuesta vanidad del monarca cristiano que se enfrentó a muerte contra el mítico sultán Saladino (Ghassan Massoud).


La isla de Culión, en Filipinas, popularmente conocida como "la isla de los muertos vivientes", albergó la que fue considerada mayor leprosería del mundo durante el pasado siglo XX. Sus macabras instalaciones abrieron sus puertas en 1906. Y a pesar de ser declarada libre de lepra en 1988, algunos de sus pacientes más veteranos jamás llegaron a ser reclamados por sus familiares.

Para estos leprosos inclusive se acuñaron en Manila unas monedas especiales (leprosy colony money), 6 emisiones con la inscripción Phlippine Health Service y el valor en una cara, y la leyenda Culion Leper Colony/Phlippine Islands en la otra, y que circularon hasta la segunda mitad del siglo XX, a pesar de en 1938 el Doctor Gordon Alexander Ryrie (1889 - 1953) había demostrado en la entonces colonia británica de Malasia que la enfermedad no se transmitía a través del contacto con el dinero supuestamente infectado.



DORAYAKIS RECIÉN HECHOS

Retornando a la cinta de Naomi Kawase, mientras los robustos cerezos florecen en el distrito de Higashimurayama (en el centro-norte de Tokio), Sentarô regenta un pequeño establecimiento donde confecciona y vende sus dorayakis, bizcochos tradicionales japoneses de forma circular (kasutera), rellenos de anko (una pasta elaborada a partir de judías rojas confitadas, preferentemente de la variedad azuki). El mundo del manga popularizó estos dulces, que adquirieron enorme fama al ser los preferidos del personaje Doraemon.



Según los especialistas, los dorayakis originales sólo tenían una capa. Desde 1914, por iniciativa de la pastelería Usagiya de Tokio, pasaron a estar formados por dos discos a modo de sandwich.



Una leyenda japonesa atribuye el primer doradayaki a un campesino que empleó un gong (dora) olvidado en su casa por Benkei, un samurai que allí se escondía, para freír una especie de buñuelos. De ahí su nombre, dorayaki.

La anciana Tokue instruye a Sentarô en la laboriosa elaboración de la pasta anko, a partir de entonces elemento artesanal, exitoso y exclusivo de su pequeña pastelería.

CINEFILIA

Masatoshi Nagase protagonizó "My sons" (Yôji Yamada, 1991), interpretando al joven Tetsuo, enamorado de una joven sordomuda que trabajaba con él en una fábrica.




Masatoshi Nagase es Sentarô

La hermosa historia de amistad que poco a poco se va trabando entre la anciana, el pastelero y la joven estudiante, comenzará a dislocarse cuando la presión social obliga al despido de la leprosa.

Esta película trata en parte de la perpetuación de los prejuicios contra los leprosos, describiendo sus terribles condiciones de vida en la leprosería National Tama Zenshöen.

LEPROSOS EN JAPÓN

De 1907 data la Ley de Prevención del Bacilo de Hansen, que forzosamente obligaba a los leprosos japoneses, incluyendo a los niños mayores de 7 años, al abandono de sus hogares y familias para ser aislados en lazaretos públicos sometidos a una estrecha vigilancia y sobreviviendo en condiciones miserables. Además, eran forzados a la esterilización y las mujeres que se quedaban embarazadas a abortar. Y aunque no todos los leprosos se vieron sometidos a tan estrictas prohibiciones, lo cierto es que este oprobio legal no fue derogado hasta 1996.




Kyara Uchida es Wakana

Finalmente, y obligado por una sentencia judicial pionera, en 2001 el gobierno de Junichiro Koizumi reconoció el ultraje causado a centenares de afectados, concediéndoles cuantiosas indemnizaciones.

CINEFILIA

Inspirándose en la tragedia de los leprosos internados en Tama Zenshöen, una de las 13 leprosería existentes en Japón, el cineasta Hayao Miyazaki, autor entre otras de la extraordinaria película de animación "El viaje de Chihiro" (2001), en 1997 escribió y dirigió "La princesa Mononoke", una hermosa metáfora inspirada en las  vicisitudes de unos personajes envueltos con vendas y de un héroe con una mancha en la piel que, a la vez que le proporciona una fuerza sobrehumana, poco a poco va acortando su existencia.



Hoy en día, en el antiguo recinto de la leprosería, coexisten el "Bosque de los Derechos Humanos", plantado y cultivado por los propios pacientes, junto al jardín de infancia Hanasaki, inaugurado en 2012, que sirve de esperanzador marco de convivencia entre los niños y los enfermos.




1 comentario:

Javier dijo...

A los que son sordos no les gusta que se les llame sordomudos. Y es que mudos no son.