Con estos comentarios críticos sobre "El cerebro que no podía morir" (Joseph Green, 1962) inauguramos una novedosa sección que tratará la inefable, divertida y apocalíptica relación establecida entre la medicina y el cautivador género cinematográfico de la ciencia-ficción.
El guión de este film de serie B, rodado en blanco y negro (como debe ser), se centra en la fábula clásica del amante desesperado que trata de arrebatar a su amada de las poderosas garras de la muerte. Fue escrito y llevado a las pantallas por el propio Joseph Green, en colaboración con el también productor Rex Carlton. Ambos imaginaron que, en ayuda de tan audaz protagonista, supuestamente acudiría una novedosa especialidad de la medicina moderna, la Neurocirugía, en el desesperado intento de reucitar esa tan querida carne exánime suya.
Tal vez su argumento pueda resultar sumamente manido y trivial: el reputado Dr. Bill Cortner (Herb Ellis) pierde a su escultural prometida Jan Compton (interpretada por la actriz y modelo Virginia Leith), víctima de un espantoso accidente de tráfico que él mismo imprudentemente ha provocado; como consecuencia, la bella mujer queda decapitada. A partir de entonces, tratará de trasplantar su cerebro (¡su cabeza!) a un nuevo cuerpo que le permita recuperar su perdido amor. Con tal finalidad, siempre auxiliado por su tullido y atormentado ayudante Kurt (Leslie Daniels), en el laboratorio de experimentación mantiene viva la cabeza de Jan, conectada a unos increíbles artefactos y flotando en una extraña perfusión. El siguiente paso será encontrar la candidata adecuada que "preste" su cuerpo para el demencial trasplante.
Pero, a medida que va transcurriendo el tiempo, el amor por la desgraciada muchacha pasará a un segundo plano; este sentimiento dejará paso a la desmedida ambición del médico, enajenado ante la posibilidad de un éxito experimental sin precedentes. Por si fuera poco, la increíble trama se complica con un espantoso mutante que el Dr. Cortner mantiene encerrado en un armario calabozo, al que Jan tratará de influenciar telepáticamente para que asesine a su creador. De esta manera, ella misma podrá por fin descansar en paz. He aquí la venganza del monstruo contra su creador, la misma que había inspirado en 1818 a la genial Mary Wollstoecraft Shelley...
Con toda razón, algunos cinéfilos han calificado a esta película como una de las peores de la historia del 7º Arte, haciéndola comparable a aquellas patéticas obras firmadas por el vilipendiado realizador Ed Wood. Recordamos aquí su extravagante figura, reivindicada en 1994 por el director Tim Burton y recreada por aquella inolvidable interpretación de Johnny Depp. Las escenas en las que el cirujano salva la cabeza seccionada de su novia de los restos incandescentes del automóvil descapotable mientras vaga desorientado por el bosque son verdaderamente esperpénticas. De la misma manera, una hilaridad mayúscula se desencadena en las imágenes donde aparece la taimada cabeza parlante...
Hagamos aquí en breve inciso hagiográfico: mártires decapitados (¡como Jan!) fueron los santos hermanos mellizos Cosme y Damián, que aprendieron y ejercieron la medicina en Siria, allá por sl siglo III después de Cristo. A ellos se atribuye el milagroso "trasplante de la pierna negra"; según la tradición cristiana, ambos curaron la gangrena que afectaba al diácono Justiniano amputándole la extremidad enferma y trasplantándole una pierna procedente del cadáver de un joven etíope recién fallecido.
En fin, una película de bajo presupuesto huérfana de pretensiones artísticas (¡y científicas!), otra de tantas que a buen seguro sirvió de entretenimiento barato para los adolescentes norteamericanos de principios de los 60, una sencilla obra concebida para disfrutarla en un cine de verano al aire libre, recostado en un descapotable (en la película salen un Mercury y un Ford, modelos convertibles de 1959), con una sobrecogida noviecita temblando en el asiento de al lado...
A diferencia de otras, la moraleja de esta historia no aparece al final; en las escenas iniciales, mientras ambos se asean después de una complicada intervención quirúrgica, el Dr. Cortner padre (Bruce Brighton) le recomienda a su soberbio y altivo hijo Bill: "hazlo con ratones, con conejos, con monos..., pero nunca experimentes con seres humanos".
NOTAS:
- Cuenta el Dr. Pedro García Barreno, en su ameno libro sobre la historia de la Medicina titulado "De pócimas y chips" que en 1954, el equipo quirúrgico que dirigía en Boston el Dr. Joseph E. Murray realizó con éxito el primer trasplante renal intervivos, siendo el donante y el receptor una pareja de hermanos gemelos.
- El personaje del monstruo mutante fue interpretado por el gigante israelita Eddie Carmel (2.30 metros). Antes de ser actor, trabajó en el circo y llegó a ser campeón de lucha libre. Afectado por una acromegalia, falleció prematuramente a los 37 años, víctima de su patología endocrina.
- Esta película puede verse directamente en Internet (en su versión original en inglés) a través del siguiente vínculo gratuito:
http://www.archive.org/details/the_brain_that_wouldnt_die
1 comentario:
La ciencia explora la reserva funcional del cerebro ‘postmortem’
El estudio que ha reactivado celularmente a cerebros porcinos 4 horas ‘postmortem’ suscita cuestiones científicas y bioéticas. El sistema de perfusión supone un posible modelo para la investigación del encéfalo que supera al de las lonchas de tejido.
https://www.diariomedico.com/especialidades/neurologia/la-ciencia-explora-la-reserva-funcional-del-cerebro-postmortem.html
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