MIKE y SUSIE VARGAS, en "SED DE MAL"
- Existe una magnífica presentación en libro - CD de esta película dirigida por el incomparable maestro Orson Wells ("Touch of evil" - 1958) que en su día editó el diario El País, con suculentos textos del crítico Gregorio Belinchón. La génesis de este film fue, por lo menos, tan tempestuosa como la trama policíaca desarrollada en su argumento. Han existido diferentes versiones de la misma, si bien la que he visionado para este artículo es la auténticamente atribuída al propio Wells, de la que fue director, guionista y actor (tres empleos, un solo sueldo).
- Thriller clásico, obra principal del cine negro, esta intriga nos sitúa ante la difusa frontera que tantas veces separa el bien del mal, un complicado dilema que nos invita a alinear nuestros afectos con el capitán Hank Quinlan (Orson Wells), el policía corrupto que ha combatido sin tregua el crimen durante toda su vida empleando unos métodos escasamente ortodoxos o, en un polo opuesto tomar partido por Miguel Vargas (Charlton Heston), un todopoderoso policía mejicano adalid de la lucha contra el narcotráfico. Por cierto, me gustaría destacar las excelentes caracterizaciones de Heston (maquillaje moreno, cabello teñido de oscuro, igual que el negro bigotillo a lo Jorge Negrete que adorna su labio superior), que tanto me recordó a la de Marlon Brando cuando interpretó al mestizo Emiliano Zapata, y la del propio Orson Wells, con varios kilos de relleno y postizos que le convierten en un anciano gordinflón cuando en realidad, en el momento del rodaje, apenas contaba con 43 años. La moraleja final del film nos demuestra que el policía bueno, para capturar a su indecente rival, deberá emplear las escuchas secretas y la traición de su mejor amigo (un honroso Joseph Calleia en el papel del sargento Pete Menzies), y que las falsas pruebas que Quinlan dejó en el apartamento del sospechoso, al final le hicieron confesar la autoría del crimen.
- Este épico escenario del enfrentamiento entre "policías" y "delincuentes" se sitúa en la ciudad fronteriza de Los Robles, donde su calle central parece tener una acera en Méjico y la otra en los Estados Unidos. Prostíbulos, casinos, salas de strip-tease (por cierto, una de ellas regentada por la exuberante Zsa Zsa Gabor), rockeros, grasientos pandilleros, marihuaneros... todos contribuyen a crear un ambiente irrespirable que huele a polvo del desierto, a sudor, a calorina y a alcohol barato.
- La venganza de Quinlan, en plena decadencia de su carrera profesional, viejo, tullido (en el pasado su pierna detuvo una bala precisamente destinada a su ayudante Menzies), obeso (apenas alimentado por chocolatinas y bourbon) se ceba en la hermosa mujer del héroe mejicano Vargas, una bellísima y voluptuosa Janet Leigh. Sumergido en un extraño pacto de lobos, auxiliado por los esbirros de un delincuente que desea la perdición de Vargas (Akim Tamiroff es el baboso Tío Joe Grandi), planea su secuestro sometiendo la voluntad de la bella mediante drogas; su mezquina acusación ante la ley será de tenencia y consumo de estupefacientes.
- Pero, ¿cuáles son las sustancias empleadas para tales fines?: la impregnación de las ropas con el humo de varios porros de marihuana, sustancia a la que el propio Welles definió como "la cerveza de las drogas" y tiopentato de sodio, también conocido como pentotal, tiopental, sodipental, amital o trapanal, un fármaco derivado del ácido barbitúrico utilizado como rápido inductor de anestesia, como anticonvulsivo, como inductor de comas médicos y como fármaco protector en los accidentes isquémicos cerebrovasculares, pues también disminuye la presión intracraneal. Un empleo delictivo de esta droga estaría basado en la depresión que provoca de las funciones cerebrales superiores, mermando el control voluntario de la persona, el mismo efecto que ha hecho que en alguna película posterior también se nos haya mostrado su supuesta utilidad como "suero de la verdad" útil en Psiquiatría, como por ejemplo en "De repente, el último verano" (Joseph L. Mankiewicz - 1959). Recordamos también que la mezcla en dosis elevadas de pentotal, cloruro potásico y bromuro de pancuronio es empleada como inyección letal en las siniestras ejecuciones en algunos estados norteamericanos, así como en Holanda con fines eutanásicos (donde su uso está protocolizado).
- Otros sueros de la verdad empleados en la historia han sido el alcohol etílico, famoso por su capacidad para "soltar la lengua" del borracho y la peligrosísima escopolamina, ingrediente habitual del cóctel conocido como "burundanga". En la ficción, me gustaría comentar el suero tóxico inventado por el pérfido Fu Manchú para manejar a su antojo la voluntad de sus víctimas: sangre de araña, veneno de serpiente, sangre de dragón y una infusión de las siete hierbas secretas, todo ello en "La máscara de Fu Manchú" (Charles Brabin - Charles Vidor, 1932) protagonizada por el terroríficamente polifacético Boris Karloff.
- ¿Qué destacaríamos además de esta película?: en primer lugar, como viene siendo habitual, la banda sonora correspondiente al gran Henri Mancini; en segundo lugar, la corta pero impresionante aparición de Marlene Dietrich en el papel de Tanya, la regente de un burdel donde siempre suena una vieja pianola; en tercer lugar, las escenas del motel en el desierto protagonizadas por el entonces bisoño Dennis Weaver, que más tarde se haría famoso al convertirse en el protagonista de "El diablo sobre ruedas" (Steven Speilberg - 1971), así como por su encarnación en el televisivo comisario McCloud. En "Sed de mal", a Weaver se le adjudicó el papel del inquietante recepcionista nocturno, personaje que más tarde inspiraría al mismísimo Alfred Hitchcock para la recreación de Norman Bates en su ya clásica "Psicosis", y que acabará asesinando en la ducha a la atractiva e indefensa Janet Leigh). Por último, por supuesto, la mayor mención de honor para el magistral plano secuencial inicial de la película (una verdadera obra maestra). ¡Que lo disfruten!.
http://www.youtube.com/watch?v=0nn1VO1HIPk
- Vean también la escena en la que Quinlan le pregunta a su antigua amante Tanya si las cartas le auguran algún futuro; al fondo, entre las volutas del humo de los cigarrillos, siempre escucharemos el repicar de la melancólica la pianola...
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