- Los blogs poseen un gran defecto: se leen al revés. Siempre queda por delante lo más reciente. No tienen respeto por la historia. Sin embargo, también tienen una virtud: son puertas que abren otras puertas, y éstas, a su vez, otras puertas, y así ocurre con muchas otras... Sus pantallas luminosas alumbran nuestro conocimiento; de repente, te ves cruzando extensos pasillos que cada vez te conducirán más y más lejos en el saber. Pero, algunas veces, se estrechan, y hay que transitarlos con cuidado.
- Cuando rastreamos una cinta cinematográfica en la procura de improntas médicas, la historia del cine se encuentra trufada de múltiples películas de temática psiquiátrica. Esta potencia nos permitiría confeccionar un monográfico solamente con aquellos filmes que tratan la locura, la demencia o las alucinaciones. Si buscamos con paciencia, en las estanterías de las librerías (reales y virtuales) podemos encontrarnos con muchos textos específicos. Ahí van unos cuantos recomendables ejemplos: "Médicos en el cine - Dilemas bioéticos: sentimientos, razones y deberes" (Sagrario Muñoz, Diego García. Editorial Complutense, Madrid 2006), "Imágenes de la locura - La psicopatología en el cine" (Beatriz Vera Poseck. Ediciones Calamar, Madrid 2006) o "Hollywood: Cine y Psiquiatría" (Albert Sola, Editorial Base 2006).
Con el tratamiento cinematográfico de las drogodependencias también ocurre algo similar. Por estas razones, "Drugstore Cowboy" (Gus Van Sant, 1989) ocupará este lugar. No es tan antigua como "El hombre del brazo de oro" ni es tan moderna como "Requiem por un sueño" o "Trainspotting".
Basada en una novela autobiográfica escrita por James Fogle, un expresidiario que se dedicaba a asaltar farmacias en busca de drogas, relata las andanzas de dos parejas de yonquis capitaneados por el extravagante Bob Hugues, el personaje interpretado por Matt Dillon, el mentón más afiladamente atractivo de Hollywood, quizás aquí en uno de los mejores papeles de su carrera cinematográfica.
En mi humilde opinión, esta película cuenta con alguna laguna, con ciertos detalles poco creíbles; la banda está formada por dos bellezas femeninas (la más modelo que actriz Kelly Lynch y la entonces jovencísima Heather Graham) y dos muchachos de aspecto bastante saludable (el propio Dillon y James Le Gros). Bien peinados, sin huellas de pinchazos en sus anatomías, atildados, con indumentarias en bastante buen estado de conservación, se alejan bastante del clásico modelo de yonqui desharrapado cuyo leitmotiv consiste únicamente en la búsqueda permanante de las drogas. Tal vez, la libertad creativa del director le llevó a presentarlos de esta manera, quien sabe. Pero existen respuestas estéticas para otras muchas cuestiones favorables que reclaman la indulgencia para Gus Van Sant. Porque esta película es cine independiente, cine de autor, cine de culto.
La primera: los escenarios de exteriores en la sombría e inhóspita Portland. Flaco favor le hace el cineasta a esta ciudad, a la que volvería dos años más tarde para filmar "Mi Idaho privado" (1991). Industrialización, feismo arquitectónico, deshumanización urbana, la visión de sus avenidas, de sus moteles, la humedad y la frialdad que transmiten sus imágenes hacen que uno desista de elegir esta ciudad del Oeste norteamericano como destino de unas indílicas vacaciones.
La segunda: la banda sonora de Elliot Goldenthal, a veces lacerante, a veces introspectiva, con trompetas "millesianas" que parecen extraviadas en la lejanía de la noche. Una mención especial para el responsable de la inclusión en la misma del tema "The Israelites", de Desmond Dekker & The Aces, una joya musical de 1968 a caballo entre el rocksteady y el reggae. Este tema acompaña los créditos finales, mientras nos cuenta cómo es la vida de un trabajor anónimo, una metáfora de la dura vivencia del yonqui que así aparece mencionada en varias ocasiones a lo largo de la cinta. Cantaba la aguda voz de Dekker: "no quiero terminar como Bonnie & Clyde"...
THE ISRAELITES
Get up in the morning, slaving for bread, sir,so that every mouth can be fed. Poor me, the Israelites. Aah.Get up in the morning, slaving for bread, sir, So that every mouth can be fed. Poor me, the Israelites. Aah.My wife and my kids, they are packed up and leave me. Darling, she said, I was yours to be seen. Poor me, the Israelites. Aah.Shirt them a-tear up, trousers are gone. I don't want to end up like Bonnie and Clyde. Poor me, the Israelites. Aah.After a storm there must be a calm. They catch me in the farm. You sound the alarm. Poor me, the Israelites. Aah.Poor me, the Israelite. I wonder who I'm working for. Poor me, Israelites, I look a-down and out, sir.
Para aquellos que quieran recordarla y ver al grupo de Dekker en acción:
La tercera: los primeros planos de Matt Dillon colgado, extasiado en la contemplación de un carrusel de coloristas imágenes que incluye pistolas, cucharillas, jeringuillas coronadas con agujas hipodérmicas, píldoras... y sombreros y perros (que constituyen una "maldición" para estos yonquis, su paranoia particular). Destacable también resulta el abordaje de la supuesta disfunción eréctil de Bob, que rechaza mantener relaciones sexuales con su esposa, completamente obsesionado ante la expectativa de proporcionar un nuevo golpe a las farmacias, suficiente para asegurarles un ansiolítico stock de droga en el futuro inmediato.
La cuarta: la aparición del escritor y ex-politoxicómano William Burroughs, gurú de toda una generación de yonquis, autor de la archifamosa novela "El almuerzo desnudo", en el papel de un viejo sacerdote que está en cura con metadona, compartiendo grises habitaciones y pasillos en el Hotel S. Francis de Portland con el protagonista de esta película. Las teorías sociales de la adicción a los fármacos y la justificación de la ebriedad como medio de evasión de una desapacible realidad, planean sobre los diálogos entre ambos adictos casi al final de la cinta. Magnífico colofón.
CURIOSIDADES: el origen histórico de la maldición (o mala suerte) que provoca dejar un sombrero encima de una cama es mediterráneo (España e Italia). Esta superstición toma forma a partir de la costumbre que tenían los sacerdotes de dejar su sombero sobre el lecho del moribundo al ir a administrarle el sacramento de la extremaunción, y por lo tanto, significar un gesto de mal agüero. Otra intepretación atribuye este simbolismo al temor a que la mente se quede en blanco (por otra parte, algo muy habitual entre los drogadictos); así, el sombrero representaría la cabeza, el seno de nuestras ideas y pensamientos, y al fin y al cabo, el refugio de nuestra propia identificación personal.
En la película, Nadine reta la superchería de Bob y deja a propósito su sombrero encima de la cama. El atraco a la farmacia del hospital resulta un fiasco, y cuando los tres yonquis llegan al motel, se encuentran con el gélido cadaver de la muchacha, muerta por una sobredosis de Dilaudid. La maldición continúa...
LAS DIFERENTES DROGAS QUE APARECEN EN ESTA PELÍCULA: el film está ambientado en el principio de la década de los 70, una etapa de transición entre el consumo de drogas "naturales" (marihuana, haxis, tabaco y alcohol) y otro bien distinto basado en los compuestos sintéticos, los precursores de las que hoy en día denominamos "drogas de diseño".
- DILAUDID: su principio activo es la Hidromorfona, agonista opiáceo que suele emplearse también como anestésico y antitusivo. Como analgésico, su potencia es 7 veces mayor que la de la morfina. Produce somnolencia y euforia. Especialmente peligrosa puede resultar la depresión respiratoria que provoca, algunas veces incluso mortal. Por una sobredosis de esta droga fallece el personaje de Nadine (Heather Graham). Como tiene efectos histaminógenos, puede provocar picor. Su antídoto es la Naloxona. En la película, por su alto valor en el mercado negro y por sus potentes efectos narcóticos, se convierte en una droga muy apreciada por Bob y sus compinches.
- DEMEROL: su principio activo es la Petidina o Mepedirina. Se trata de un opioide agonista sintético diez veces menos potente que la morfina, con una duración de sus efectos también limitada. Sin embargo, resulta más efectiva que la morfina en el tratamiento del dolor neuropático. En la película, esta droga es despreciada por Bob, que reniega de su hallazgo durante el accidentado asalto a una farmacia hospitalaria.
- SPEED: con este apelativo se conoce a la METANFETAMINA. Las primeras anfetaminas aparecieron en los años 30, y desde entonces, sus características farmacológicas han ido evolucionando. El sulfato de anfetamina es un polvo cristalino, de color blanco y sabor amargo. Así la presenta Van Sant en la película, en manos del camello que visita la casa de Bob y sus colegas para cambiar speed por morfina. Su consumo desarrolla tolerancia con enorme rapidez, estimula la agresividad y puede matar por sobredosis.
- COCAINA: en 1860 se consiguió aislar como alcaloide puro a partir de las hojas de la coca. Su uso clínico comenzó con el mismísimo Sigmund Freud, siendo Koller el que extendió su uso como anestésico en oftalmología. Su consumo estimula el SNC, pudiendo provocar inquietud, temblor e incluso convulsiones. Su intoxicación aguda puede resultar mortal, provocada por deperesión respiratoria. A nivel cardiovascular es vasodilatadora, pudiendo causar también arritmias y parada cardíaca.
- VALIUM: su principio activo es el Diazepam, una benzodiacepina que posee amplios efectos ansiolíticos, miorrelajantes, anticonvuslivantes y sedantes. Debido a ello, se convierte en el complemento ideal para contrarrestar los efectos estimulantes de otras drogas. Puede desencadenar tolerancia y dependencia, A pesar de ello, sus efectos farmacológicos han conseguido que el Diazepan esté incluido en la lista de drogas esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para todos aquellos que quieran profundizar en el conocimiento científico de las sustancias conocidas como drogas, se recomienda visitar a Antonio Escohotado:
1 comentario:
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