Sostienen los expertos que el término "guerra fría" fue empleado por primera vez por el infante Don Juan Manuel durante el siglo XIV, y que en 1947 fue nuevamente rescatado por el presidente Roosevelt en el seno de un acalorado debate político.
De esta simple y subjetiva manera quedó definido este período de la historia del siglo XX, caracterizado por la encarnizada rivalidad entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, cada uno de ellos apoyado en sus respectivos aliados, y que se dilató desde el final de la 2ª Guerra Mundial hasta la caída del comunismo y del Muro de Berlín, en 1989.
El cine, como fenómeno popular de la cultura de masas, tampoco pudo abstraerse de aquella beligerante visión de confrontación política. En los Estados Unidos, el miedo y la desconfianza hacia los otros, los rivales, los adversarios, mantuvo encendida de forma metafórica la llama del temor ante una posible invasión extranjera, ya fuera en forma de una plaga apocalíptica o en la de un desembarco de sanguinarios enemigos extraterrestres.
Dentro de esta especial tesitura podríamos clasificar obras clásicas en blanco y negro, como "La invasión de los ladrones de cuerpos" (Don Siegel, 1956) y otras más descaradamente explícitas, como "Amanecer rojo" (John Milius, 1984) o "Invasión USA" (Joseph Zito, 1985).
En cierta medida, "Viaje alucinante" (Richard Fleischer, 1966) también bebe de las mismas fuentes paranoicas alimentadas por la guerra fría. El guión de Harry Kleiner se basa en la adaptación que David Duncan hizo de la novela firmada por Otto Klement y Jay Lewis Bixby.
En plena carrera armamentística, los mandos militares de las dos grandes potencias tienen el poder de miniaturizar sus tropas y pertrechos; pero este efecto tan solo dura 60 minutos. El Dr. Jan Benes (el bigotudo Jean Del Val), un excepcional científico que ha conseguido el secreto capaz de controlar dicha barrera temporal, se pone en contacto con el "bloque occidental" para su revelación. Perseguido por agentes del "bloque contrario" sufrirá un atentando que lo mantendrá en coma: un hematoma obstruye un área vascular vital en su cerebro.
Para salvarlo se pone en marcha una misión increible. A bordo del submarino Proteus, un singular grupo de aventureros será miniaturizado para ser inyectado en una arteria carótida de Benes; tratarán de alcanzar la zona vascular afectada, disolver el coágulo con un láser y regresar a casa sanos y salvos, gracias al retorno venoso cervical.
Forman parte de la misión el protagonista Grant, interpretado por Stephen Boyd, aquel inolvidable Mesala de "Ben Hur" (William Wyler, 1959), el prestigioso neurocirujano Dr. Duval (Arthur Kennedy) y su ayudante Cora (encarnada por la hermosa y curvilínea Raquel Welch, taquilla masculina garantizada), acompañados por el claustrofóbico Dr. Michaels (gran actor de reparto este Donald Plaseance) y el capitán Bill Owens (William Redfield), el inventor y piloto de la nave.
Raquel Welch, formidable sex symbol
A la luz del desarrollo de las actuales técnicas de efectos especiales, las escenas de la miniaturización del Proteus y su tripulación resultan interesantes pero tediosas. A ello también contribuye quizás la ausencia de banda sonora.
Pero, una vez inyectados en el cuerpo de Benes, a la increíble velocidad de crucero de 15 nudos, comienza este verdadero viaje alucinante con el que cada noche sueñan los expertos en nanotecnología y nanomedicina. El flujo constante de los rosados hematíes cargados de oxígeno es observado con asombro por los intrépidos exploradores. A su lado, psicodélicos leucocitos emiten pseudópodos flotando como fugaces medusas.
La primera complicación aparece cuando un remolino arrastra al submarino microscópico desde la arteria carótida a la vena yugular, causado por la presencia de una pequeña fístula arteriovenosa con la que nadie contaba. En la ralidad, las fístulas congénitas son infrecuentes y las adquiridas pueden ser causadas por cualquier herida que lesione la pared de una arteria y de una vena que se encuentren juntas, como en el caso que nos ocupa.
El director de fotografía Ernest Laszlo (nominado al Óscar de 1967 por este trabajo) consigue llamativos efectos visuales cuando transforma el ambiente rosáceo arterial en otro más azulado, propio del entorno venoso.
Al no poder retroceder por la vena, nuestros intrépidos protagonistas se ven abocados a cruzar el corazón. Los latidos cardíacos constituyen un grave peligro, pues las turbulencias sanguíneas podrían destruir la nave. El director del proyecto, el general Carter (Edmond O´Brien) ordena al equipo médico exterior provocar la parada cardíaca de Benes durante 60 segundos, para que así el submarino consiga superar el peligroso territorio cardíaco. Entrarán por la aurícula derecha, momento en el que se producirá el paro.
Recordamos aquí que esta película fue galardonada en 1967 con el Óscar a la mejor dirección artística, compartido por Jack Martin Smith, Dale Hennesy, Walter M. Scott y Stuart A. Reiss. El trabajo de ambientación y decorados se me antoja excelente. El endocardio está muy logrado, con las anfractuosidades correspondientes a los músculos pectíneos y papilares, y las cuerdas tendinosas de los pilares que sustentan las válvulas cardíacas.
El Proteus saldrá del corazón atravesando la válvula de la arteria pulmonar. En el film, el endotelio está formado por un pavimento de células romboidales, con un núcleo central. También resultan muy atractivas las escenas en las que muestra el intercambio gaseoso (O2 - CO2) en el interior de los capilares sanguíneos pulmonares.
La tensión narrativa se incrementa cuando parte del grupo debe abandonar el microsubmarino para reparar la presión en los tanques de oxígeno. Grant atraviesa la pared de un alveolo con un snorkel para abastecer de nuevo a la nave de tan preciado y vital gas.
http://www.sf-fan.de/klassiker-bis-1990/die-phantastische-reise--fantastic-voyage-1966.html
Grant avanza por el interior del alveolo, en el que se han detallado unas estructuras negras que representan motas microscópicas de polvo y carbón. La presión del aire dentro de estas estructuras respiratorias multiplica los exfuerzos de nuestro empequeñecido héroe. Para colmo de las desgracias, el cable de seguridad que le sujetaba a la nave se rompe y Grant queda atrapado durante unos instantes en el interior del alveolo pulmonar.
Mientras Cora trata de reparar el cañón de láser averiado, el Proteus continua el viaje ascendente hacia su objetivo atravesando la cavidad pleural. Desde ahí, alcanzarán el sistema linfático, representado en el film por un sombrío paisaje de fibras reticulares, muy parecido en la realidad a un manglar, para proseguir de nuevo su travesía por el sistema circulatorio venoso. Entonces, el sistema inmunitario de Benes comienza a atacar al microsubmarino y a su tripulación de intrusos. Este contratiempo les obligará a buscar una ruta alternativa, dirigiéndose hacia el oído interno y el conducto endolinfático.
La caida accidental de una pieza del instrumental quirúrgico del equipo médico encargado de Benes desencadena una catástrofe en miniatura, pues las vibraciones en el aparato auditivo sumergen al Proteus en una terrible tormenta oscilatoria.
En la recreación cinematográfica de la cóclea membranosa podemos observar las células de Hensen, que sirven de soporte al órgano de Corti, entre cuyos cilios quedará atrapada Cora; Grant acude a su rescate antes de que ambos sean atacados por los anticuerpos tisulares (viscosas estructuras mucilaginosas) que los confunden con bacterias patógenas...; al cristalizar estas estructuras proteicas casi consiguen asfixiar a la bella ayudante.
A falta de tan solo 12 minutos para que se extinga el plazo de la misión, nuestros protagonistas abandonan el oído interno hacia las estructuras vasculares de la base del cerebro, cruzando el espacio subaracnoideo. Atrás, como si fuera un sol de luz mortecina, queda la membrana del tímpano, con el yunque, el estribo y el martillo en formación.
Se acerca el momento decisivo, pero nadie puede garantizar que el láser artesanalmente reparado pueda funcionar. No hay tiempo para pruebas. Grant se mantiene ojo avizor, pues el general Carter le había alertado sobre la posibilidad de un sabotaje interno en la misión.
Antes de alcanzar el coágulo, asistimos al trayecto más inverosímil del viaje, pues el microsubmarino surca una densa red neuronal en la que el impulso nervioso recorre los axones en forma de flashes lumínicos. En medio de un bosque dendrítico (¡y no dentro de un vaso sanguíneo!) se encuentra enclavado el coágulo, que el Dr. Duval comienza a disolver mediante certeros disparos del láser.
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Pero la película nos deparará una sorpresa final, al descubrirnos que el Dr. Michaels es el villano, personaje siempre necesario en un film de intriga, por muy fantástico que éste sea. Tras dejar a Owens fuera de combate, el traidor se hace con el control del Proteus e intenta huir hacia el punto de evacuación. Grant dispara con el láser y consigue detener la nave, que queda completamente inutilizada.
Raudos y prestos, los leucocitos harán acto de presencia, decididos a fagocitar todo cuerpo extraño. De esta cruel manera, terminan con la vida del alevoso Dr. Michaels y disuelven el microsubmarino experimental. Grant, Cora, Owens y Duval deberán huir empleando el trayecto del nervio óptico, hasta el globo ocular. Y así, flotando en una minúscula lágrima, nuestros cuatro valientes consiguen abandonar el cuerpo del Dr. Benes. Final feliz...
¿O no?. Supongamos que el Dr. Benes consiguió sobrevivir al ictus hemorrágico y pudo trasmitir finalmente a las fuerzas armadas el secreto de la miniaturización controlada...; ¡adios a la guerra fría!, ¡bienvenido un nuevo orden universal!
Que nadie se inquiete: solamante se trata de una película...
Y para aquellos que quieran conocer un poco más sobre las posibilidades científicas de la miniaturización en la realidad, destacamos el vínculo siguiente:
http://www.malaciencia.info/2006/02/el-tamao-s-importa-viaje-alucinante.html