"No existe ningún gen para el espíritu humano..."
En mi humilde opinión, estamos ante un intento fallido. Un buen argumento que, en manos de un cineasta más hábil, dotadas de una mayor pericia, originalidad y experiencia, sin duda alguna podrían haber dado como resultado la última película de culto del pasado siglo XX. Si se me permiten sugerencias, me gustaría ver qué hubieran hecho con este tema Stanley Kubrick (uno de mis favoritos, fallecido en 1999), Ridley Scott (magnífico creador de ambientes, que quizás se echen demasiado en falta aquí) o David Lynch, (inquietante, onírico, apocalíptico) por poner unos ejemplos.
Pero estimo que así quedó "Gattaca" convertida una bonita tentativa, un entretenido thriller a medio camino entre el videoclip (no en vano, y al igual que Ridley Scott, en este campo publicitario comenzó su carrera profesional el director Andrew Niccol) y el pretendido film de ciencia-ficción.
Este joven director neozelandés se responsabilizó también del guión de la película, en el que reconozco el mérito de introducir, en 1997, una serie de cuestiones metafísicas relacionadas con la posibilidad de utilizar técnicas de ingeniería genética para mejorar la naturaleza y las cualidades humanas, superando las barreras del campo meramente teórico y pasando directamente a su aplicación práctica.
1997. Creo recordar que fue el año de publicación de un sugestivo libro titulado "Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz", escrito por el Dr. Lee M. Silver, entonces catedrático de Biología Molecular, Ecología y Biología Evolutiva en la prestigiosa Universidad de Princeton. Recomendamos su lectura a todos aquellos aficionados a las cuestiones físicas y ontogénicas planteadas en "Gattaca".
La acción se desarrolla en un futuro no muy lejano. Desde el planeta Tierra se envían constantemente naves destinadas a la exploración espacial. Los seres humanos pueden elegir entre la reproducción sexual, mucho más primitiva y animal, basada en un desenfrenado y pasional intercambio de fluídos, donde el azar rige sempiternamente el destino del futuro ser, o la aséptica generación asexual, en la que el genetista une en el laboratorio los gametos femenino y masculino, depura los errores de su ADN y ensambla en el embrión el material genético necesario para la potenciación de sus futuras cualidades. Entonces, ya no habrá daltónicos, hemofílicos, dislipémicos, síndromicos... ni ningún desafortunado heredero de las taras y de las patologías de sus imperfectos ancestros. El homo sapiens habrá evolucionado al homo supergeneticus.
Vincent Freeman (interpretado aquí por un descafeinado Ethan Hawke) es fruto de la pasión de sus progenitores, Marie (Jayne Brook) y Antonio Freeman (Elias Koteas). Desde el mismo momento del nacimiento, a partir de una simple muestra de sangre extraída de su talón (método similar al actualmente empleado para la detección precoz de determinadas metabolopatías neonatales), su historial médico y patológico quedará indeleblemente escrito: miopía, cardiopatía isquémica, muerte precoz. Vincent será un "in-válido", un degenerado.
La frustración de la pareja tras el nacimiento de su tan limitado primogénito les lleva a engendrar un segundo vástago eugenésico, Anton (Loren Dean), dotado de una perfección genética artificial. Desde la más tierna infancia, la historia de unos nuevos Caín y Abel parece tomar cuerpo. Anton crece sano y vigoroso, mientras Vincent se refugia en sus anhelos: sueña con llegar a ser piloto espacial.
Con frecuencia, los dos hermanos se retan en un juego que ellos denominan "el gallina": ambos se adentran nadando desafiando las olas de un ambravecido mar, tratando de dirimir cuál es el primero que se cansa (o se amedrenta) y emprende el camino hacia la seguridad de la playa. Anton siempre resulta vencedor. Destacamos aquí el juego de palabras empleado por Niccol, pues simboliza al hermano mayor con el nombre de Vincent (en alusión a la palabra latina vincitor, vencedor), mientras el más joven recibe el nombre de Anton, hijo mitológico de Hércules.
Únicamente Vincent parece creer en sus posibilidades. Solitario en el enfrentamiento contra su propio destino, en tan sólo una ocasión logra superar a Anton en el reto natatorio, salvándole de paso la vida. Este es el punto de inflexión en su existencia. Abandona el hogar paterno y recorre diferentes oficios. Como miembro del servicio de limpieza, por fín consigue traspasar el umbral de Gattaca, el reino de los "válidos", el mítico centro de preparación de los futuros científicos y cosmonautas.
Llegados a este punto del relato, hay que reconocerle e Andrew Niccol otro mérito: el planteamiento de la futura segregación de la raza humana, no por cuestiones derivadas del color de la piel o de las diferencias económicas y sociales, sino por un inquietante hecho perfectamente factible en el futuro: el perfeccionamiento genético artificial. Lee M. Silver lo vaticinaba en su libro y el controvertido Craig Venter, pionero en la secuenciación del genoma humano, trabaja en la actualidad en la creación de ADN artificial...
La oportunidad de realizarse personal y profesionalmente dentro de Gattaca le llegará a Vincent a través de la suplantación de Jerome Morrow (encarnado por un hermoso y atormentado Jude Law), en mi opinión el verdadero protagonista de la historia, un ser programado para la perfección que, sin embargo, se encuentra encadenado a una silla de ruedas por haber sufrido un accidente de tráfico (en realidad, un fallido intento de suicidio); de esta manera transcurre su existencia, refugiado en el alcoholismo y la depresión.
Vuelvo a pedir disculpas, pero así como verdaderamente me encantó en el papel de Jake, el policía novato de "Training Day" (Antoine Fuqua, 2001), Ethan Hawke no me termina de convencer en el papel de Vincent/Jerome; si yo hubiera sido el director, le hubiera dado al propio Jude Law la doble representación del personaje del válido/in-válido...; creo que lo habría bordado.
La figura del verdadero Jerome Morrow, el válido diseñado practicamente para la inmortalidad, me trae a la memoria la perfección de los Nexus - 6 de "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982), si bien estos engendros casi humanos estaban dotados de una indefectible fecha de caducidad, para evitar que algún día llegasen a dominar a sus propios creadores. Pero, por mucho que la programación genética haya potenciado sus cualidades físicas y psíquicas, nadie está libre de un desafortunado accidente que dé al traste con todo el proyecto genetista.
Vincent se convertirá en Jerome y Jerome se convertirá en Eugene (el "bien nacido" en griego), su fiel alter ego, su otro yo en la sombra, el preparador de las muestras de sangre y orina, cuyos test de verificación todos los días se convierten en la llave de entrada del impostor Jerome en Gattaca. Vincent adoptará la identidad de Jerome, se apropiará de su cuerpo y de su personalidad, mientras Eugene vivirá como suyos propios los sueños imposibles de Vincent. Dentro de Gattaca, Vincent/Jerome encontrará también el amor. Ella se llama Irene Cassini (una excesivamente gélida Uma Thurman), nombre que juega con las palabras "paz" (Irene en griego) y Cassini (el apellido del famoso astrónomo italino del siglo XVII) y que también aportaba su apellido a la sonda Huygens-Cassini que la NASA envió hacia los confines de nuestro sistema planetario precísamente en 1997.
Asumiendo en todo momento que estamos ante una ficción cinematográfica, y que defendemos escrupulosamente la libertad creativa del director y guionista a la hora de construir su relato, ciertos aspectos del film resultan poco ortodoxos desde el punto de vista médico y científico:
- Las pruebas de detección de ADN a partir de muestras de cabellos sólo pueden realizarse cuando éstos van acompañados de células procedentes del folículo piloso. Otro tanto ocurre con las muestras urinarias, que en condiciones normales portan un número insuficiente de células, necesario para realizar un óptimo análisis.
- El procedimiento para "fichar" en el trabajo, basado en constantes y dolorosos pinchazos en la yema de los dedos, en lugar de la socorrida impresión dactilar o la huella del iris.
- También resulta increíble que alguien pueda suplantar la frecuencia cardíaca de otro sujeto con un artefacto de grabación, máxime cuando Vincent/Jerome desarrolla una taquicardia postesfuerzo acompañada de una disnea importante.
- Por último, los cosmonautas inician el despegue hacia su misión espacial en el nebuloso Titán vestidos con corbata y clásicos ternos de paño oscuro.
Inicialmente, Andrew Niccol deseó titular su película como "El Octavo Día", encabezamiento de claras connotaciones bíblicas, pues según el Génesis, Dios creó el universo y sus criaturas en seis días, "y el séptimo descansó..." Esa octava jornada tendría al hombre como protagonista, capaz mediante la ciencia y la tecnología de erigirse también en creador de vida. No pudo ser, porque ya existía anteriormente una película belga sobre la amistad y el Síndrome de Down así titulada (Jaco Van Dormael, 1996).
Pero retornemos a la crítica cinematográfica. En la parte positiva, destacamos la original ambientación arquitectónica, la mayoría de los escenarios de rodaje situados en edificios californianos, con su luminosidad apergaminada reforzada artificialmente por Slawomir Idziak, el director de fotografía. Entre ellos distinguimos ejemplares del "brutalismo" (corriente posmoderna norteamericana, popular en los años 50), el Marin County Civic Center de San Rafael, la KJC Solar Farm de Los Ángeles (preciosa la imagen de Ethan y Uma, que llegaron a ser matrimonio en la reealidad, observando cómo se mueven las placas solares buscando los primeros rayos del amanecer), los aliviaderos del Dique de Sepúlveda, también en Los Ángeles, o la casa donde conviven el falso y el verdadero Jerome Morrow, con su escalera central de caracol, reminiscencia de la doble hélice del ADN.
Y un sobresaliente para el sobrio vestuario de corte clásico y colores oscuros debido a las expertas manos de Colleen Atwood, aunque a Uma Thurman no le siente nada bien; yo la prefiero con el traje de motorista de cuero amarillo de "Kill Bill" (Quentin Tarantino, 2003).
Quiero manifestar mi admiración por la música de Michael Nyman (aunque esta banda sonora no logre la brillantez de otras suyas, como sus colaboraciones con Peter Greenaway) y por el trabajo de los veteranos Ernest Borgnine (en el papel de Caesar, el jefe de limpieza) y para el iconoclasta Gore Vidal, que encarna al director de Gattaca, y que al final resulta ser, como en las novelas de Agatha Christie, el más insospechado asesino.
LA EPIGENÉTICA.
Por último, desde le punto de vista médico, empieza a ver la luz una serie de trabajos científicos que demuestran la importancia de la epigenética, especialidad responsable de todos esos cambios reversibles del ADN encargados de que determinados genes se expresen o no.
La epigenética:
- es el nexo que relaciona la herencia con las influencias medioambientales, resucitando las clásicas teorías de Lalonde sobre la salud y la enfermedad humanas.
- Es capaz de explicar las diferencias vitales entre dos hermanos gemelos univitelinos (clones genéticos naturales).
- Es una potente luz que alumbra en las tinieblas del determinismo genético puro y duro, tema capital tratado en "Gattaca", preclara explicación que permite entender cómo un ser limitado genéticamente puede llegar a triunfar en el mundo de los perfectos super-hombres y mujeres diseñados en un laboratorio.
3 comentarios:
El término EUGENESIA fue introducido por primera vez por FRANCIS GALTON, primo de DARWIN, planteando en 1883 el problema de la mejora poblacional.
Puede ser NEGATIVA, cuando propone la eliminación de aquellos individuos portadores de defectos físicos o psíquicos.
La eugenesia POSITIVA haría referencia a las mejoras entre las especies vegetales y animales de las explotaciones agrícolas y ganaderas.
Dicen que FEDERICO EL GRANDE DE PRUSIA recomendaba a sus granaderos que se casasen (¡se reprodujeran!) con bellas y saludables muchachas germánicas, para así poder mejorar la raza...; desfortunadamente, luego llegarían Hitler, el nazismo y el predominio de los arios...
No estoy de acuerdo contigo. Es una película de culto. Una historia perfecta y muy emotiva. y con unas interpretaciones que rayan la perfección. Además, Niccols es un director que se ganó el respeto de la critica con este trabajo. Si después no se le ha dado nada relevante, no ha sido por su falta de talento. Yo trabajo en la industria del cine, y sé de qué hablo.
"Es improbable que una buena sociedad produzca una genética mala; sin embargo, incluso una buena genética no puede verse libre de la influencia ejercidas por una mala sociedad..."
Daniel Callahan, en "De la vida a la muerte. Ciencia y Bioética". David C. Thomasma y Thomasine Kushner. 1999, Cambridge University Press.
Publicar un comentario