martes, 23 de junio de 2009

PARRANDA




"La conciencia es soluble en alcohol"
Riane Eisler


Después de una pausa silenciosa atribuible a cuestiones personales, retomamos hoy esta bitácora con la que pretendemos repasar las íntimas relaciones entre el apasionante mundo del cine y el controvertido de la medicina.


Y hemos elegido "Parranda" (Gonzalo Suárez, 1977) por haberse inspirado en "A Esmorga", la novela clásica del escritor ourensano Eduardo Blanco Amor, de la que precisamente este año se celebra su cincuentenario.







Como ha ocurrido en otras ocasiones, la historia del 7º Arte está plagada de fallidos intentos de adaptación para la gran pantalla de diferentes obras literarias. En nuestra humilde opinión "Parranda" ha sido otro de ellos. 


Y todo ello a pesar de contar al frente de su dirección con Gonzalo Suárez, del que especialmente admiro "Remando al viento" (1988) y la serie televisiva "Los pazos de Ulloa", y con un reparto estelar encabezado por José Sacristán ("Cibrán"), José Luis Gómez ("Bocas"), Antonio Ferrándiz ("Mil Hombres"), Fernando Fernán Gómez ("Escribiente") y la colaboración especial de Marilina Ross ("Socorrito"), actriz argentina catapultada a la fama por su inolvidable interpretación en "La Raulito" (Lautaro Murúa, 1975).






José Luis Gómez es O Bocas


José Sacristán es Cibrán O Castizo





Marilina Ross es Socorrito





El libro, escrito en gallego no normativizado, resulta ubérrimo en términos populares de nuestra hermosa lengua de Rosalía. Relata los excesos y las desventuras de un trío formado por Xan Fariña (O Bocas), Eladio Vilarchao (Milhomes) y el desdichado Cibrán Canedo (O Castizo), durante una jornada cotidiana que con el paso de las horas deviene en una orgia de borrachera, sexo y violencia, tal que bien pudieran haber la filmado el mismísimo Quentin Tarantino o los hermanos Joel y Ethan Cohen. Me gustaría contemplar lo que hubieran hecho éstos con la novela de Blanco Amor...




Un retrato de Eduardo Blanco Amor


Disculpadas de antemano estas sucintas divagaciones, para completar estas anotaciones nos hemos documentado con la lectura de "A Esmorga" en una de sus modernas reediciones, la de Editorial Galaxia del año 2006, dentro de la colección dedicada al excelente autor ourensano.


Es de nuestro parecer el acierto, parcial, del director Gonzalo Suárez en la ambientación de esta película. Como buen asturiano, aprovechó para rendirle un cumplido homenaje a su tierra natal empleando escenarios naturales de Oviedo, Llanes y Mieres, con imágenes de los altos hornos (donde supuestamente trabajaría el personaje de Cibrán) y de las montañas y los bosques carboníferos. Sin embargo, pienso que hubiera estado más acertado si hubiera preferido las localizaciones de las viejas callejas y caserones de la vieja Auriavella...

Por cierto, a modo del "Bloomsday" dublinense que anualmente celebra la creación del genial "Ulises" (James Joyce), existe en nuestra ciudad un Roteiro da Esmorga, que sigue el itinerario de unas placas de coloreada cerámica de Costa y Torres ilustradas por el pintor Manolo Figueiras, y que conmemoran el recorrido que hicieron los tres libertinos en su trágica jornada de parranda. Desde aquí recomiendo realizar este roteiro a todos nuestros los visitantes:





La primera placa del recorrido...



DEL ALCOHOLISMO Y OTRAS ENFERMEDADES EN "A ESMORGA" / "PARRANDA"


La acción de la novela se sitúa en el Ourense que cabalga entre el final del del siglo XIX y el principio del XX. Entonces las carencias de las clases socialmente más desfavorecidas eran enormes. En demasiadas ocasiones, el consumo de bebidas alcohólicas formaba parte de la alimentación cotidiana de muchas familias pobres. El aguardiente era un sustituto de los actuales fármacos ansiolíticos y analgésicos.

Además de vicio y malsana costumbre, O Castizo, O Bocas y O Milhomes beben alcohol para combatir el frío; el ambiente gélido e inhóspito está omnipresente en el relato de Blanco Amor, compartiendo protagonismo con el viento, la niebla, la lluvia y la humedad constantes; sin embargo, se perciben casi ausentes en el film de Gonzalo Suárez.

En las primeras páginas del libro, cuando Cibrán Canedo se levanta del lecho compartido con A Raxada (brevísima aparición de Charo López en el film), la madre de su hijo Lisardiño, con la sana intención de ir a trabajar en las obras de la carretera que entonces entraba en la capital por Ervedelo, leemos que él mismo se autodefine como un "borracho"...; por si fuera poco, le da de beber a su hijo "un trago de vino con romero y azúcar que tenía calentándose en el brasero"...

Hasta hace poco tiempo, he oído contar a algunas personas mayores de mi entorno la antigua costumbre de darle a los niños las llamadas "sopas de burro cansado", aliñadas a base de vino, azúcar y pan... 

Existen en Galicia fiestas populares que todavía hoy en día celebran este singular acontecimiento gastronómico (como por ejemplo en Muiños - Ourense) con exquisitas recetas fabricadas con estos alimentos:



Es lunes por la mañana. Amaneciendo, aunque todavía oscura la invernal noche, Cibrán abandona su hogar para ir al trabajo, con los pies plagados de sabañones, lo que le provoca un dolor insufrible al caminar. Un frugal desayuno a base de sopas de ajo comienza a causarle una incómoda pirosis, que él achaca al picante del almuerzo. Busca una taberna abierta para "echarse un par de vasetes de blanco", pero especificando claramente que él no es uno de esos que desayunan a base de perritas de aguardiente del país.

Poco después, se encuentra con sus dos compinches, O Bocas y O Milhomes, los cuales llevaban encima dos días de borrachera y todavía permanecían medio ebrios. Ambos le convencen para que les acompañe a comer y a beber a una taberna.









En la taberna de la tía Esquilacha comienza la desquiciada jornada de los tres esmorgantes. Siguiendo el libro de Blanco Amor, allí comieron una tortilla de patatas con chorizo y cebolla, además de pimientos fritos, y todo ello regado con "dous o tres xerros de dous netos cada seu"

Según el Diccionario da Real Academia Galega un neto es una medida de capacidad que equivale a medio litro. De esta forma, los golfos habrían bebido aproximadamente un litro de vino nuevo cada uno. O Milhomes pidió además un cuartillo de aguardiente, "para curarse el catarro", que apuraron entre los tres... En cuanto a singulares medidas de capacidad, un neto y un cuartillo resultan equivalentes...

En esa misma taberna, la Tía Esquilacha aplica un remedio casero a los doloridos pies de Cibrán: primero, los sumerge en un barreño de agua de ajo caliente; después, prepara un mejunje a base de brotes de una hierba medicinal traída de la huerta (¿caléndula o botón de oro?), manteca de cerdo y... ¡su propia saliva!. Al parecer, los síntomas del eritema pernio de Cibrán se vieron de esta manera notablemente aliviados.

A modo de curiosidad, presentamos aquí uno de tantos vínculos con remedios caseros para tratar los sabañones:



Siguiendo con el relato de Blanco Amor, de vez en cuando observamos que Cibrán se queda embargado por un estado singular que él mismo denomina como "o pensamento", una ausencia plena de remordimientos y figuraciones, una suerte de estado crepuscular que en el film de Gonzalo Suárez es tratado como posibles crisis comiciales. El mismo Cibrán le cuenta a O Bocas que su hermana también lo viene padeciendo desde la infancia, y que la muchacha incluso llega a perder el conocimiento, echando espuma por la boca...

En el libro, Cibrán añade además que su hermana suele permanecer rígida y descolorida durante horas enteras, atribuyendo el origen de la enfermedad a una "doenza que meu pai trouxo de cando andivera de varrendeiro en Cádiz, sendo mozo..." Pudiera estarse refiriendo a un caso de sífilis congénita, con el consiguiente retraso en la maduración neurológica durante el desarrollo fetal de su desventurada hermana.

También como simple apunte, resaltamos aquí que la relación entre epilepsia y alcoholismo no es infrecuente.

Haciendo un salto de varias páginas en el relato de "A Esmorga", Blanco Amor pone en boca de Cibrán la enorme angustia que le provocaba encontrarse embargado por sus ausencias, de las cuales teme no volver a despertarse nunca, motivo por el cual "moitas veces doume ó viño para me librar diso..."; he aquí un ejemplo del supuesto empleo ansiolítico de la ingesta etílica.

Siguiendo con la jarana, y después de dormitar un rato cobijados cerca de As Burgas, las afamadas termas y fuentes de agua caliente de Ourense, los tres compinches se dirigen a la casa de los Andrada, una familia aristocrática afincada en la vieja Auriavella, donde al parecer vive cautiva una dama (Isabel Mestres en el film), prisionera de su esposo, Don Fernando de Andrada (interpretado por Fernando Hilbeck en la película), tras haber sido descubierta en flagrante adulterio en tiempos pasados. O Bocas comienza a obsesionarse con esa misteriosa mujer.

Para animarse y escalar el muro del jardín de la mansión, los tres bergantes apuran una nueva botella de aguardiente que O Milhomes había sustraído a la Tía Esquilacha.


Una imagen actual de As Burgas

Siguiendo el relato de Cibrán, nos enteramos que el señor de Andrada, tras haber vivido durante largo tiempo en el extrajero, era el único superviviente de su familia; todos sus miembros habrían fallecido a causa de una "tisiquis do peito", la terrible tuberculosis, que entonces causaba gran mortandad entre la población de Galicia y España, incluso entre las clases más adineradas.

Según O Milhomes, la señora de Andrada padecería insomnio. Y este granuja añade: "...eso pásalles moito ó que teñen o mal cansado, que tamén un meu curmau, que morreu dunha hética do peito, dáballe por non durmir..."

Esta hipotética "hética do peito" constituye una nueva referencia a la tuberculosis. La fiebre héctica, diaria, remitente, acompañada de escalofríos, sudor profuso, frecuencia y debilidad del pulso, además de cursar con adelgazamiento y diarrea, es característica de esta patología infecciosa.



El inolvidable Antonio Ferrandis interpretó al histriónico Milhomes



Llegado este momento, anotamos una breve referencia relacionada con el ámbito de la Salud Pública. En la época en la que tiene lugar la acción, el agua caliente de As Burgas era aprovechada por as lavandeiras para asear la ropa ("cheiro a bravú da roupa e do xabón"), por as tripeiras para lavar los callos, así como también para desplumar pollos y gallinas. De mi infancia todavía conservo el entrañable recuerdo de algunas leiteiras que lavaban allí los recipientes donde recogían la leche de venta ambulante, de hogar en hogar, hasta que este comercio fue finalmente prohibido por las autoridades sanitarias.



Antigua fotografía de la fuente de "As Burgas"

(cortesía de Rafa Salgado - Ourense no tempo)

Los tres desvergonzados continúan con su disparatado periplo. Llegamos a punto donde película y novela divergen:
  • En el film, la acción se sitúa en una bodega, donde Cibrán, Bocas y Milhomes se resguardan de las inclemencias del tiempo. Allí se encuentran con el personaje interpetado por Fernando Fernán Gómez, que se hace pasar por un profesor de latín. Está acompañado por el cadáver de O Cabito. Ante la desconfianza de los rufianes, les cuenta una quimérica historia de adulterios y asesinatos que al parecer Gonzalo Suárez tomó prestada de un cuento de Guy de Maupassant.
  • En el libro, los tres bergantes alcanzan el pazo de O Castelo, donde trabajaba O Pega como alquitareiro (destilador de aguardiente mediante alambique), pariente lejano de Milhomes. Éste les convida a probar el licor recién destilado. Mientras comen hasta la saciedad, Cibrán cuenta que entre todos pudieron haber bebido una media docena de canadas. Se trata de un recipiente de latón de capacidad variable según las diferentes zonas de Galicia. Por término medio equivale a unos 4 litros. Si esto fuera así, nuestros esmorgantes habrían bebido entre todos unos ¡24 litros de vino!... Y de postre, una clásica queimada, aguardiente quemado con azúcar moreno... Como ya hemos tratado anteriormente en esta bitácora ("La leyenda del indomable"), es completamente imposible dilatar el estómago humano hasta la capadidad de 6 litros sin vomitar en repetidas ocasiones... Por supuesto, tamaña melopea terminó en trifulca... y con el pazo de O Castelo ardiendo por los cuatro costados, nefasta consecuencia de la caída accidental de un quinqué sobre unas balas de leña y paja destinadas a alimentar la lumbre del alambique.

Como no, después de tanta refriega, la juerga que los tres granujas habían iniciado muy de mañana en la taberna de la Tía Esquilacha tendría su bronco final en las estancia de un burdel. 

En aquellos tiempos, la ciudad de Ourense era famosa en toda Galicia por la generosidad y calidad de los "servicios" dispensados en sus casas de citas. Por poner dos ejemplos, existen cumplidas referencias de ello en la novela "Mazurca para dos muertos", del irreverente premio Nobel Camilo José Cela, y en el ensayo "Do Posío os Remedios", de mi malogrado paisano Luis Rivas Villanueva, cuando menciona los paseos al atardecer de las discípulas de Doña Liberata ("as da Flor Da Malva") por la Alameda ourensana. Como en los lupanares de Storyville (Nueva Orleans), en los de Auriavella también se tocaba música y se bailaba al son de sus festivos compases...

En el burdel de La Nonó trabaja de encargada La Viguesa, una prostituta enamorada de O Bocas. De ella cuenta Cibrán en el libro que era aficionada al morapio, que bebía en exceso hasta perder el sentido y "que se lle esterca o estámago, e cheira coma nós os homes que andamos nise vizo...", (halitosis, olor fétido procedente del estómago, como el de los hombres rehenes de su hábito etílico), una probable alusión a la gastritis crónica provocada por el abuso etílico.

En "A Esmorga", el autor menciona dos casas de putas: la de La Monfortina y la de La Nonó. En el libro, a los tres compinches se les niega la entrada en la primera; en la película, sin embargo, son admitidos por La Monfortina (interpretada por la veterana Queta Claver). Allí apuraron dos botellas de anís escarchado y otras dos de licor café... Una nueva discusión y una reyerta termina con los tres farristas expulsados del lupanar. Las campanadas de medianoche les pillan otra vez a la intemperie.

En una churrería, O Milhomes compra dos botellas de aguardiente, que pronto son también agotadas. A continuación, los borrachos buscan refugio en el interior de la Iglesia de Santa Eufemia y terminan burlándose de los feligreses de la Adoración Nocturna.

La obsesión de O Bocas por la dama prisionera en la casa dos Andrada lleva a los tres compinches de nuevo hasta allí. Las escenas casi oníricas del film nos los muestran en el interior de la cocina, alimentando su melopea con las botellas de licor y de vino añejo que estaban dispuestas sobre las mesas. En la novela, la supuesta dama resulta ser un maniquí, una suerte de muñeca inerte de tamaño natural. En la película, la huída de la casa señorial se produce tras provocar un espantoso incendio...

El episodio final de esta historia está repleto de violencia y ferocidad. O Bocas, ofuscado por todo el alcohol consumido a lo largo del día, tratándose un individuo que quizás padeciese un trastorno antisocial de la personalidad, se encamina a la cabaña de Socorrito, una discapacitada psíquica que vivía en la indigencia rodeada de muñecos.



Allí intentará forzar a la desgraciada muchacha. Preso de los celos provocados por una homosexualidad apenas disimulada en el libro y en la película, O Milhomes le propina al Bocas varias navajazos en el abdomen, la causa de su muerte. En plena desbandada, Milhomes cruza corriendo la superficie helada de una laguna, que termina cediendo bajo su peso y muere ahogado. Sin embargo, en la película, Milhomes es abatido a tiros por la Guardia Civil mientras trataba de abandonar el escenario del crimen.

Cibrán, el tercero en discordia, el personaje que cuenta la azarosa jornada de latrocinio, se suicida en el cuartelillo clavándose una navaja entre las costillas, aunque el autor del libro deja en el aire la duda de su muerte a manos de los guardias presentes en su interrogatorio...

NOTA: no confundir la película de Gonzalo Suárez con la zarzuela "La Parranda", historia de amor ambientada en la huerta murciana. Estrenada en Madrid en 1928, su música fue compuesta por el granadino Francisco Alonso, con libreto original del madrileño Luis Fernández Ardavín.





lunes, 13 de abril de 2009

FARINELLI


Stefano Dionisi es Farinelli, il castrato

¿Podría explicarse, desde el punto de vista estrictamente médico, la historia de un cantante de ópera castrado tal y como se nos muestra en "Farinelli" (Gérard Corbiau, 1994)?

Pudiera ser. Pero, vayamos por partes. Algunas disertaciones suelen comenzar por una definición; nosotros, aquí y ahora, no deseamos ser la excepción.

¿Qué entendemos por castración?

En términos generales, según los diccionarios de la lengua española consultados, supone la extirpación o inutilización de los órganos genitales. En el caso masculino, nos estaríamos refiriendo a la ablación de los testículos, que a su vez puede ser física (emasculación o sección de las gonadas masculinas, por traumatismos, tumores, etc) o química (generalmente mediante tratamientos hormonales). Las castraciones pueden ser totales (extirpación conjunta de pene y testículos) o parciales (sólo las gonadas o, más raramente, sólo una parte del pene).

Sea por el método que sea, cuando los testículos son anulados existen dos secuelas que marcarán para siempre la vida del individuo castrado:
  • en primer lugar, la esterilización, quedando éste incapacitado para tener descendencia;
  • en segundo lugar, la reducción drástica de la secrección de testosterona, manteniéndose únicamente la producción suprarrenal. El déficit hormonal masculino será pues el determinante de la feminización del individuo capado. Recordemos que las células testiculares de Leydig son las encargadas de producir la mayor parte de la testosterona, y que en la zona reticular de la corteza suprarrenal se sintetizan andrógenos secundariamente, incluyendo la testosterona.
Si la castración se provocaba antes de la pubertad, como en el caso de Farinelli, la voz permanecería aguda, el pene hipoplásico, infantil, el vello corporal no se desarrollaría y la apetencia sexual sería prácticamente inexistente. Después de la pubertad, el castrado podría conseguir erecciones e incluso eyaculaciones, por supuesto de un semen carente de espermatozoides.

Repasando la historia, la práctica de la castración masculina se pierde en la noche de los tiempos, posiblemente relacionada con motivos rituales o punitivos; de esta sutil manera, los vencedores evitarían la reproducción de los rivales y enemigos. Ya el historiador clásico Herodoto menciona en su obra la castración de los eunucos, esclavos destinados al servicio de las mujeres de la nobleza egipcia. Al cuidado de las concubinas imperiales también existieron eunucos en la antigua China, donde probablemente también serían capones algunos actores de la ópera china, aquellos especializados en papeles femeninos. Recordemos que en el elenco de este tipo de espectáculos, al igual que en el kabuki japonés, la mujer tenía vetada su presencia.



Estampa clásica de un eunuco en un harén


Desde Asia Menor adoptaron los musulmanes esta atroz costumbre, y la introdujeron en la España mozárabe del siglo IX. En estos casos, la presencia de individuos de apariencia masculina, pero con voces agudas de tonalidad infantil o femenina, sería muy apreciada en los cantos litúrgicos. Los ángeles, los seres espirituales más cercanos a Dios, ortodoxamente tenían la condición de asexuados. Sus voces cristalinas, infinitamente más puras que la del hombre, estarían dedicadas a loar permanente la grandeza del Creador.

LA VIDA DE CARLO BROSCHI, "FARINELLI".



El protagonista de este film existió realmente. Nació en Apulia en 1705 y falleció en Bolonia en 1782. Originario de una familia humilde, fue castrado en la infancia, conservando la voz de soprano el resto de su existencia. En la ficción cinematográfica, Ricardo Broschi (Enrico Lo Verso, el pérfido Gualterio Malatesta de "Alatriste" - Agustín Díaz Yanes, 2006) el compositor y hermano mayor del propio Carlo (Stefano Dionisi) achaca a un supuesto accidente de equitación la responsabilidad de la emasculación prepuberal de Farinelli. El desarrollo de la acción nos revela un hecho bien distinto... La película se inicia con el suicidio de un joven castrato que previamente ha advertido a las voces más delicadas del coro la posibilidad de un destino mucho más cruel...

Hay algún tremendista asegurando que entre los siglos XVII y XVIII, solamente en Italia eran castrados cada año unos 4000 niños, generalmente antes de cumplir los 8 años, con la finalidad de obtener la fama y el éxito como cantantes de ópera o solistas de prestigiosos coros de la iglesia o de la monarquía.


¿Por qué eligió el director Gérard Corbiau a Stefano Dionisi para el papel protagonista, en lugar de un actor de aspecto, digamos más andrógino?

De talla elevada y apariencia claramente masculina, a pesar de su peculiar voz, el personaje de Farinelli parece conservar en todo momento la gallardía de un supuesto vigor sexual, hecho que contrasta con la permanente y necesaria presencia de su hermano Ricardo a la hora de consumar, de manera complementaria, el acto sexual con sucesivas amantes y admiradoras. Hete aquí el simbolismo del preciado albornoz de terciopelo granate, que pasa de las manos de un hermano a las del otro..., el vínculo indisoluble entre ambos. El seductor y el ejecutor.

Intencionada o no, esta contingencia presente en el guión de la película permite adornar las escenas triunfales de Farinelli como cantante lírico, justificando de paso su atractivo más animal por el sexo femenino.

¿Sería posible que la producción suprarrenal de testosterona fuera la responsable de la apetencia sexual y de la supuesta virilidad de Farinelli? Nosotros no lo estimamos así, y entendemos este hecho como una licencia del guionista y del director del film.



A largo plazo, la reducción de los niveles de testosterona provoca una serie de síntomas en el individuo que la padece:
  • descenso del deseo y de la actividad sexual, con menor número y calidad de las erecciones,
  • fatiga física e intelectual,
  • disminución de la masa y fuerza musculares,
  • alteraciones del estado de ánimo: depresión, irritabilidad...
  • disminución y atrofia del vello corporal,
  • osteopenia y osteoporosis,
  • obesidad abdominal por incremento de la grasa visceral.
Existe una amplia iconografía sobre el Farinelli real, pues fue retratado por diferentes artistas, especialmente por su gran admirador Jacopo Amigoni. Es común en todas las imágenes la presencia de una delicada figura masculina, vestido con nobles ropajes, de una belleza casi femenina y rasgos finos, bondadosos y amables.


Retrato de grupo: Farinelli junto al libretista de ópera Mestastasio, la cantante Teresa Castellini y el archiduque de Austria ataviado como un page.
Oleo de Jacopo Amigoni. National Gallery of Victoria, Australia


Retrato de Carlo Broschi, Farinelli. Oleo de Jacopo Amigoni. 1750 - 1752
Real Academia de San Fernando. Madrid



Retrato de Carlo Broschi, Farinelli.
Oleo de Corrado Giaquinto, 1755.
Museo Internacional y Biblioteca de la Música. Bolonia.


Retrato de Farinelli coronado por la musa Euterpe.
Oleo de Jacopo Amigoni. 1734-1735.
Museo Nacional de Arte. Bucarest

Existe una reciente ficción novelada de la vida de Farinelli debida a la pluma de Jesús Ruiz Mantilla (Ed. Aguilar, Madrid, 2007), en la que desde la vejez el personaje repasa su atormentada existencia.

HÄNDEL, PORPORA, FARINELLI...

Este año 2009 se conmemora el 250 aniversario del óbito del maestro Georg Friedrich Händel. Interpretado en esta película por el veterano actor holandés Jeroen Krabbé , su figura resulta aquí ciertamente maltratada; soberbio, engreído y envidioso del éxito del castrado que parece haber inspirado las mejores arias de sus afamadas óperas. De manera libre, en este film Händel fallece después de escuchar a Farinelli interpretando una emotiva aria de su ópera "Rinaldo", la bellísima "Lascia ch`io pianga". En la realidad, a principios de abril de 1759 Händel sufrió un desfallecimiento mientras dirigía "El Mesías". Desde entonces, su estado de salud empeoraría progresivamente hasta su fallecimiento, ocurrido el 14 de abril de 1759, día de Sábado Santo.

El director del film nos presenta una rivalidad artística que me trajo a la memoria aquella confrontación sostenida por Mozart (Tom Hulce) y Salieri (F. Murray Abraham), el príncipe de los mediocres, que popularizó la oscarizada "Amadeus" (Milos Forman, 1984). Destacable también la participación de Omero Antonutti en el papel de Nicola Porpora, el compositor y primer maestro de Farinelli.

Finalmente, una anécdota para cinéfagos: Stefano Dionisi, el protagonista que encarnó a Farinelli, hubo de meterse en la piel del mismísimo Vivaldi en "Antonio Vivaldi, un prince á Venise" (Jean-Louis Guillermou, 2006).

DE EUNUCOS Y CASTRADOS EN LAS PANTALLAS.
  • "Los eunucos" ("Le voci bianche", Pasquale Festa Campanile, 1964) es un denostado film italiano que, en clave de comedia picaresca, y ambientado en la Roma del siglo XVIII, relata la historia de un joven que finge ser un castrati para huir de su miseria original. Descubierto el engaño, deberá elegir entre la pena de muerte o la castración verdadera. Presentada en el Festival de Cannes, en realidad se trata de un desastre cinematográfico al que solamente se puede indultar gracias a la modélica trayectoria profesional desempeñada como guionista por el propio Festa Campanile: "Rocco y sus hermanos" (Luchino Visconti, 1960) y "El gatopardo" (Luchino Visconti, 1963); dos ejemplos magistrales de su buen quehacer.
  • "El último eunuco de China" (Chi Leung Cheung, 1988) narra la historia de Lai Shi (Siu Chung Mok) un joven que consiente ser castrado para entrar como eunuco al servicio de Puyi, el último emperador manchú en China.
  • "El último harén" (Ferzan Özpetek, 1999), retrato lírico de los últimos días del Imperio Otomano, enmarcado por los amores imposibles entre una de las favoritas del harén y un eunuco encargado de su custodia.
PHILIPPE JAROUSSKY

Para aquellos que hayan sido capaces de leer hasta aquí, un premio, un regalo para sus oídos. Escuchen al exquisito sopranista y contratenor francés interpretando la conmovedora "Lascia Chio Pianga" ("Rinaldo", G.F. Händel). No es Farinelli; ni tampoco un castrato... Es la belleza; en estado puro.

martes, 17 de febrero de 2009

HOMBRE MIRANDO AL SUDESTE


"Yo no quiero que me cure; quiero que me entienda"

(Rantés al Dr. Denis)



¡Por fin!. He encontrado una película que comienza con esa dichosa pregunta que cualquier médico probablemente se habrá planteado al menos una vez en la vida: ¿quién le ha dicho a este paciente que yo puedo ayudarle?

Y lo engorroso del caso es que el interrogante no genera una respuesta diáfana, categórica, absoluta. En las facultades de medicina del mundo entero todavía no enseñan cómo contestarla. En realidad, ¿qué esperan los pacientes de los médicos?; ¿la curación?, ¿el alivio?, ¿el consuelo?... ¿el todo, o la nada?

En "Hombre mirando al sudeste" (Eliseo Subiela, 1986) un paciente llega a un psiquiátrico. Dice llamarse Rantés (Hugo Soto) y aparece por primera vez en escena tocando música de Bach en el órgano de la iglesia del sanatorio, mientras varios internos lo escuchan atentamente.

Rantés le pregunta al Dr. Julio Denis (Lorenzo Quinteros), el psiquiatra protagonista:

- "... ¿dónde radica la magia de la música?, ¿en la maquinaria del instrumento?; ¿en el ingenio del que compuso la partitura?; ¿en el virtuosismo del músico que ejecuta la pieza?; ¿o tal vez en aquellos que escuchan la interpretación absortos y maravillados?..." -.


El argumento de este film es simple. Un paciente llega a un psiquiátrico asegurando ser un extraterrestre, un holograma avanzado procedente de una lejanísima civilización no humana. Asi de sencillo. ¿Cuántos pacientes acuden cada día a los servicios de psiquiatría con delirios semejantes?

Una vez más, y tal vez sean ya demasiadas, la imagen de una institución mental y la de sus profesionales resulta malparada. Pero esta película argentina no tiene nada que ver con "LT22 Radio La Colifata" (Carlos Larrondo, 2006), encantador documental que cuenta con el refrendo musical del iconoclasta Manu Chao y su banda Radio Bemba, ni tampoco con el anuncio del refresco Aquarius sobre tan singular emisora radiofónica, puesta en marcha el 3 de agosto de 1991 por los pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda, de Buenos Aires. Precisamente este hospital prestó sus instalaciones para el rodaje del film de Subiela, y algunos de sus pacientes figuraron como extras.


Basada en el guión original del propio director, "Hombre mirando al sudeste" precedió en el tiempo a una película norteamericana que practicamente calcó su mismo argumento. Se trata de "K-Pax" (Iain Softley, 2001), supuestamente inspirada en una novela del escritor Gene Brewer, y de la que pronto comentaremos.

El Dr. Denis está sumido en una profunda crisis personal. Sus primeras impresiones como psiquiatra le llevan a pensar que se encuentra ante un simulador. Pero observando a Rantés, se percata de que tal vez éste invierta demasiado tiempo en su farsa, circunstancia que indirectamente lo convierte en un enfermo. Ascético, inmóvil en el patio, aislado de los demás internos, mantiene en todo momento la vista inmóvil en dirección sudeste, como si permaneciera absorto en lo que está ocurriendo en un escenario muy lejano, tal vez situado en su propio y más profundo interior.

Aún pretendiendo ser una imagen proyectada desde el espacio, perfecta y plena de todos los atributos de un ser humano, Rantés advierte al Dr. Denis de su incapacidad para sentir. Tan solo almacena información. Poco a poco, ese extraño paciente va monopolizando el interés de su médico, que trata de averiguar de quién se trata en realidad: un físico, un matemático, un escritor, un lector...; centrado en esta última hipótesis cree descubir unas pistas releyendo la deseperanza de "La invención de Morel" de Adolfo Bioy Casares (1940).




Al igual que algunos de los personajes internados en la institución psiquiátrica en la que se desarrolla "Alguien voló sobre el nido del cuco" (Milos Forman, 1975), Rantés simula tomarse la medicación antipsicótica que diariamente le administran. Sin embargo, esconde las píldoras durante unos instantes debajo de su lengua y luego las extrae para guardarlas en un bolsillo de su pijama.

Entretanto, el Dr. Denis trata de diagnosticar el supuesto cuadro delirante de su extraño paciente. Todas las pruebas físicas son normales. Los test de inteligencia descubren el coeficiente de un genio. El especialista es consciente de que su paciente no se toma la medicación, pues el cuadro delirante no mejora. Sin embargo, ante lo inofensivo del caso, decide no emplear el tratamiento antipsicótico por vía parenteral. Incluso, le permite trabajar como ayudante en el laboratorio de patología del hospital.



Pero Rantés insiste en su procedencia extraterrestre. Y como a Jesucristo sus discípulos, otros enfermos del psiquiátrico siguen al nuevos Mesías a todas partes. Él parece obrar milagros, incluso empleando la telekinesia, y también realiza obras de misericordia, pues da de comer a los hambrientos, cobija al que tiene frío y conforta al que sufre.

La acción del film da un giro cuando alguien, de manera fortuita, limpiando debajo del camastro de Rantés descubre una caja con recortes de periódicos. Para él, se trata de información, valiosos datos sobre el arma destructiva más poderosa que posee la raza humana: la estupidez.

Simultáneamente, hace su aparición en escena Beatriz Dick (Inés Vernengo), una joven evangelista con la que Rantés había trabajado en un templo. La muchacha le cuenta al Dr. Denis el pasado del extraño paciente, su alcoholismo pretérito, su rehabilitación. Nunca había mencionado su pretendido origen extraterrestre; no había delirado.

La influencia de Rantés sobre los demás internos del psiquiátrico, su órdago a la ortodoxia terapéutica, su genialidad y enorme bondad, colocan al Dr. Denis entre la espada y la pared. Como un cordero que acepta su triste destino, encaminando sumiso sus pasos hacia el matadero, Rantés se somete al tratamiento antipsicótico por vía intramuscular. A partir de entonces, irremisiblemente se despeña hacia la catatonia y hacia la muerte.

La vesania de Rantés y el amor surgido entre Beatriz y el Dr. Denis tendrán el mismo fatal desenlace.

domingo, 8 de febrero de 2009

FREUD, PASION SECRETA



"Freud, pasión secreta" (John Huston, 1962) es una respetuosa aproximación a los primeros años de la vida profesional (1885 - 1890) del llamado padre del psicoanálisis. Aunque no ha quedado convenientemente acreditado, el guión de esta película contó con la supervisión del filósofo Jean-Paul Sartre. Su inquietante banda sonora es obra de otro maestro, Jerry Goldsmith, en la que podemos escuchar incrustadas algunas secuencias electrónicas debidas al compositor holandés Henk Badings.

Para el papel protagonista de Sigmund Freud, el prolífico director norteamericano eligió a Montgomery Clift. El actor se encontraba atravesando una delicada etapa en su vida personal y profesional. En 1956, mientras rodaba junto a su querida amiga Elizabeth Taylor "El árbol de la vida" (Edward Dmytryk, 1957), Monty sufrió un grave accidente de tráfico que hizo necesaria la reconstrucción de su rostro mediante cirugía plástica. Desde ese momento, comenzó a consumir en exceso alcohol y calmantes, y su salud sufrió un deterioro progresivo.

Durante el transcurso del rodaje, sus continuas ausencias en el plató de rodaje obligaron a la Universal a demandarlo por incumplimiento de contrato. Paradojicamente, el aspecto enfermizo del actor contribuyó a proporcionar una mayor credibilidad a su interpretación del atribulado psiquiatra vienés.

He aquí una anécdota perteneciente a este tormentoso momento, extraída del magnífico blog en español dedicado a la rutilante estrella de Omaha (Nebraska):
  • Mientras filmaban en Viena, Monty se percató del deterioro progresivo de su visión. Teniendo en cuenta el pánico que le provocaba la posibilidad de quedarse ciego, viajó inmediatamente a Londres para consultarse con un especialista en Oftalmología, que le diagnosticó cataratas bilaterales. En diciembre de 1962, mientras se estrenaba exitosamente la película en Nueva York, el actor ingresaba para ser intervenido en el Hospital Mount Sinaí de Queens, siendo dado de alta en enero de 1963.

http://montgomery-clift.blogspot.com/

Monty caracterizado como Sigmund Freud



Este film contó con la supervisión especial a cargo del prestigioso psiquiatra británico Dr. David Stafford-Clark y con el asesoramiento técnico del Dr. Earl A. Loomis, psicoanalista especializado en psiquiatría infantil.



La película comienza con el homenaje a tres grandes investigadores, cuyas aportaciones a la Ciencia han servido para establecer la imagen que el hombre contemporáneo tiene de sí mismo y del universo:

  • Copérnico, que desmontó la teoría geocéntrica de Aristóteles, enriquecida con las aportaciones de Claudio Ptolomeo en el siglo II, y vigente hasta bien entrado el siglo XVI;
  • Darwin, que formuló las mismas leyes evolutivas que rigen el desarrollo de los seres vivos, incluyendo al hombre;
  • y por supuesto, Freud, que definió el verdadero peso específico del inconsciente en nuestra mente, concepto filosófico que había tomado de Von Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche.


Nos encontramos en 1885, en el hospital general de Viena. Bajo el supuesto diagnóstico de histeria (patología hoy en día conocida como trastorno de conversión), Freud ingresa a una paciente en el pabellón psiquiátrico dirigido por el influyente profesor Dr. Theodor Meynert (Eric Portman). La imagen mostrada en este film de este médico de origen alemán no resulta cordial (excepto en su faceta de virtuoso violinista), siempre polarizada en la encarnizada rivalidad académica y profesional mantenida con Freud.

En realidad, Meynert destacó por sus brillantes trabajos sobre la clasificación de las enfermedades mentales, tratando de relacionar cada patología con su base neuroanatómica, algo verdaderamente novedoso en su época.


Dr. Theodor Hermann Meynert (1833 - 1892)



Profundamente desanimado ante su estancamiento profesional, Freud decide marcharse a París, para aprender y trabajar con el afamado Dr. Jean-Marie Charcot. En las escenas familiares previas a la partida, descubrimos un gazapo atribuido a la dirección de casting (responsabilidad de Robert Lennard). Supuestamente el joven Sigmund (que entonces debería contar con apenas 29 años) aparenta un envejecimiento mayor incluso al de su propia madre (Rosalie Crutchley). En 1962, Monty tenía 42 años, exactamente la misma edad de la actriz que encarnó a Frau Amalia Freud; sin embargo, su aspecto era el de un hombre mucho más avejentado.

Jean-Marie Charcot (1825 - 1893) representa una de las figuras más eminentes en la historia de la medicina francesa. Precursor de la psicopatología, fue fundador de la escuela de neurología instalada en el legendario Hospital de la Sâlpetriere de París. Fue el primero en describir la terrible esclerosis lateral amiotrófica, también conocida como enfermedad de Charcot, ya tratada con anterioridad en este mismo blog. En aquellos años era una autoridad mundial en el tratamiento de la histeria. Freud sería el traductor al alemán de algunas de sus más brillantes obras.

Siguiendo el film, escuchamos declarar al personaje de Charcot (Fernand Ledoux): - "la histeria viola el principio médico de que los síntomas físicos deben tener un origen orgánico, y el principio psicológico de que la mente no es capaz de pensar en varias ideas a la vez..."

Charcot sentando cátedra en La Sâlpetriere




En algunas escenas, al igual que Freud, observamos a Charcot y a sus colaboradores emplear la regresión hipnótica como herramienta diagnóstica, nunca como terapéutica: "desgraciadamente, el estado hipnótico es pura farsa; nos ayuda a entender, no a curar". Debemos recordar que la aplicación de estas técnicas suponía de por sí una herejía contraria a la corriente científica imperante.

En 1886, de regreso a Viena, Freud se desposa según el rito judío con su prometida Martha Bernays (Susan Kohner) y abre una consulta privada. En los medios académicos y facultativos comienza a exponer sus tesis sobre la importancia en la salud mental del inconsciente. Entre su público, encontramos de nuevo al Dr. Meynert, paladín defensor de la base orgánica de los trastornos mentales, idea que colisionaba frontalmente con el discurso freudiano.

Meynert finaliza sentenciando: - "los doctores vieneses dejamos la especulación metafísica para los parisinos (en clara alusión a Charcot), y nos ceñimos pacientemente a las lecciones de los experimentos fisiológicos".

Solamente el Dr. Joseph Breuer (Larry Parks) se siente atraído por las consideraciones de Freud. Será precisamente este médico el que le presente el caso de Cecily Koertner (interpretada por la atractiva Susannah York), una joven afectada por una tremenda crisis nerviosa desencadenada tras la muerte de su padre. Una particularidad para cinéfilos: parece ser que Jean-Paul Sartre deseaba ver a Marilyn Monroe actuando en este vehemente papel.








LA PERTURBACIÓN DE CECILY KOERTNER



"Doctor, estoy harta de ser una enferma..."



El Dr. Breuer le confiesa a Freud que ha estado utilizando la hipnosis como tratamiento no farmacológico del insomnio padecido por Cecily. Sin embargo, al entrar la joven en trance, el médico se percató de que pronunciaba frases inicialmente inconexas, pero que poco a poco iban cobrando un cierto sentido. Mediante una estrategia planificada de preguntas y respuestas, Breuer descubrió la causa del insomnio: Cecily estaba aterrorizada por un sueño recurrente que giraba entorno al cadáver de su propio padre, devorado por los gatos callejeros de Nápoles, ciudad en la que éste había fallecido mientras viajaba.

Según los expertos, el personaje de Cecily Koertner bien pudiera corresponder en la realidad a la paciente Bertha Pappenheim (conocida por el pseudónimo de Anna O.), con la que Freud empleó el método catártico de Breuer (que la había tratado con anterioridad). El film nos muestra las sesiones terapéuticas de Breuer en la casa de Cecily, con Freud como atento testigo.

Para Breuer, "el acto de recordar, de revivir el incidente, hace que el síntoma desaparezca". De esta sutil manera, Freud comienza a intuir la posible utilidad de la hipnosis, por su capacidad de recuperar los recuerdos, como innovador método de tratamiento.

Bertha Pappenheim en 1881




En la película, esta referencia constituye además la primera toma de contacto de Freud con el mundo onírico. Como simple apunte, recordemos aquí el enorme peso específico en su cuerpo doctrinal de la obra titulada "La Interpretación de los Sueños" (1900).

La colaboración entre Breuer y Freud resulta muy fructífera, superando con ingenio los postulados de Charcot:

  • El trauma no divide la mente; solamente hace que el recuerdo del incidente se borre de la consciencia...
  • Los recuerdos están rodeados de emociones que no encuentran su desahogo natural a través del estado consciente...
  • Un síntoma insano solo es energía emocional que se manifiesta indebidamente...


Según Sigmund Freud, a menudo experimentamos pensamientos y sentimientos insoportablemente penosos. Éstos, junto a sus recuerdos asociados, son transportados desde el ámbito de lo consciente hacia la zona oscura del inconsciente. En la procura del llamado "recuerdo patógeno", siguiendo la línea de pensamiento compartido con Breuer, Freud inicia un novedoso tratamiento con los pacientes del hospital vienés.

Pero un nuevo enfrentamiento con Meynert y sus acólitos hace que Freud abandone el hospital. En sociedad con Breuer, comienza a investigar sobre la histeria con los pacientes que él le deriva a su consulta privada.



EL EXTRAÑO CASO DE CARL VON SCHLOSSEN


Paralelamente al asunto de Cecily, Freud se sumerge en la atormentada mente de otro paciente que marcará inexorablemente el curso de su futura carrera como psiquiatra. Se trata de Carl con Schlosser (interpretado por el actor escocés David Mc Callum, posteriormente reconvertido en el Dr. Robert Young, médico de familia en la exitosa serie televisiva "Marcus Welby"). Hijo de un general retirado del ejército imperial austro-húngaro y apasionado lector de Heine, Baudelaire y Rimbaud, el trastorno padecido por von Schlosser ayudará a Freud a descubrir y estructurar su archipopular "complejo de Edipo".

Sometido a hipnosis, el joven desequilibrado le revela el odio que siente por su padre, del que sin embargo guarda en un lugar bien visible el uniforme de teniente de húsares con el combatió en las batallas de Custoza, y que sirve para vestir el cuerpo desnudo de un maniquí identificado con su amada figura materna. Hasta el mismísimo fundador del psicoanálisis no estaba preparado para tan impactante revelación. Viendo la gravedad del cuadro psicótico de su paciente, Freud decide ingresarlo en una institución cerrada.

Edipo ante la Esfinge




Hacen acto de aparición las primeras escenas oníricas, surrealistas, de este film; protagonizadas por Freud, éste se encuentra en el umbral de una profunda caverna atado al extremo de una cuerda. Von Schlosser tira de él desde el otro extremo, a modo de guía. El paciente se dirige hacia un claro, un haz de luz que se cuela en la cueva e incide sobre una hierática y bella figura femenina, que en su mano porta una serpiente (¿Yocasta?). Von Schlosser acaricia y besa a la mujer, ante el gesto horrorizado de Freud, que esconde su rostro tras las manos. Un hombre mayor, vestido con un frac y tocado con una chistera, ríe burlón observando la escena. Furioso, alterado y ofendido Freud comienza a tirar de la cuerda que le une a su paciente, tratando de apartarlo de la mujer. Desde el interior de la caverna, lanza grandes piedras sobre el desdichado enfermo, que termina por despeñarse desde una altura. Para evitar ser atraído hacia el abismo por el peso muerto, Freud trata desesperadamente de cortar con un cuchillo el nexo que une a ambos, pero no lo consigue y es arrastrado en la caida. Entonces, se despierta agitado en su lecho conyugal. Fin de la pesadilla.

Freud queda profundamente traumatizado por el padecimiento de Von Schlosser, de tal manera que incluso piensa en abandonar la psiquiatría para centrarse en la neurología: - "está bien volver a los hechos demostrados experimentalmente..." Paradójicamente, será el propio Dr. Meynert, moribundo tras un infarto, el que anime a Freud para que siga con sus investigaciones sobre la histeria. Simultáneamente descubrirá que su antiguo paciente, el joven Von Schlosser, murió 6 meses atrás en un manicomio, víctima de una neumonía.

OTRA VEZ CECILY



Monty y Susannah, Freud y Cecily



Resulta curioso cómo John Huston, sin haberlo planeado, nos presenta en este film una reliquia asistencial que ha perdurado hasta hace poco tiempo. Se trata del retrato caduco del médico paternalista: los médicos son poseedores de "sus pacientes". Breuer y Freud comparten los cuidados de una enferma, pero tienen su primer encontronazo a propósito de la teoría general de la neurosis. Freud defiende el papel capital que la sexualidad desempeña en este tipo de trastornos: - "la represión trabaja en el inconsciente, en guerra contra la sociedad, que se desplomaría si se permitiera la libre expresión de la sexualidad..."

Es entonces cuando reta a Breuer; intentará desenmascarar el trauma sexual oculto en la mojigata Cecily Koertner, la verdadera causa de su sintomatología histérica.

Comienza una verdadera labor de detectives; primero Breuer, gracias a la regresión hipnótica, y luego Freud mediante la asociación libre, escarbarán en los recuerdos de la infortunada Cecily. Descubren que el padre de la muchacha, el difunto Herr Koertner (Joseph Fürst), realmente falleció en un burdel napolitano, y no en un hospital como la muchacha fabula, que la policía trasladó a Cecily hasta aquel infausto lugar para identificar el cadáver, hecho que le provocó a ella un profundo trauma psicológico; también se enterarán de que Herr Koertner era un asiduo visitante de prostíbulos y lupanares.

Ante la inminente marcha del Dr. Breuer de vacaciones a Venecia con su esposa, Cecily sufre una recaída en su particular trastorno de conversión. Aunque no está embarazada, en plena crisis histérica simula todos los síntomas de un parto. Mediante la hipnosis, el atribulado médico calma a la paciente, dejándola a cargo de Freud. Cecily está enamorada de su cuidador, y éste debe abandonar su tratamiento para salvar su matrimonio.

Pronto comenzarán también los problemas domésticos de Freud, al chocar frontalmente sus argumentos sobre el modelo psicosexual del comportamiento humano con las ideas más conservadoras de su esposa Martha. La sombra de ambas pulsiones contrapuestas, Eros y Tanathos, se cierne ahora sobre su propia existencia.

Sigmund Freud y su esposa Martha


Al fallecer su padre (David Kossoff), Freud tiene un extraño sueño: a las puertas del camposanto hebreo nuestro protagonista sufre un trastorno agudo, una crisis de ansiedad que le provoca un desvanecimiento. Convencido de que los sueños tienen un significado para la persona que sueña ("¿podría ser que los sueños sean ideas que escapan disfrazadas de la represión?") transmite su desasosiego a Breuer. Esta vez, ambos amigos acuden personalmente hasta la puerta del cementerio judío de Viena. Freud revive su angustia, con temblores, taquicardia, rigidez en las piernas e hiperventilación, que desaparecen al abandonar el lugar. Comienza a bucear en su mente, se autopsicoanaliza, pensando que él también es víctima de un trastorno neurótico de tipo histérico.


Si las neurosis empezasen en la infancia, bastante tiempo antes del verdadero despertar del estímulo sexual, su propia teoría etiopatogéncia de la misma quedaría completamente invalidada; para descubrir el significado de su sueño, Freud le pide a Breuer que lo hipnotice. Por supuesto, su amigo no acepta tan descabellada propuesta.


En aquellos días, Freud retoma el caso de Cecily Koertner, esta vez en solitario. En unas escenas capitales en esta película, Huston encuadra a Freud y a su paciente en unos fotogramas prototípicos del psicoanálisis: ella, recostada comodamente en un diván; él, atento a su lado, formulándole preguntas. Sin necesidad de hipnotizar a la muchacha, Freud consigue que afloren a su mente muchos recuerdos. Así descubre la especial inclinación de Cecily hacia su padre ("complejo de Electra") y la confrontación con la figura de la madre (Eileen Herlie).


En un determinado momento, Cecily confunde involuntariamente las palabras "prostituta" y "protestante". Como afortunados espectadores, capaces de viajar hacia el pasado gracias a la magia del cine, asistimos al nacimiento de la técnica psicoanalítica de la libre asociación: la paciente expresa todo lo que se le ocurre, sin ninguna discriminación, aunque le parezca completamente inadecuado. Poco a poco, Freud irá ocupando en el afecto de Cecily el trono vacante que habría dejado Breuer.

Nuestro protagonista empieza a pensar que Cecily ha sublimado primero en Breuer (y posteriormente en él mismo), la figura de un afecto mucho mayor, más potente y reprimido. Sus sospechas, se irán confirmando poco a poco. Descubre las frecuentes infidelidades de Herr Koertner, sus constantes visitas a la calle de la Torre Roja, en el barrio caliente vienés, el oscuro pasado de Frau Koertner, la devoción de Cecily por su padre y el rechazo hacia su madre, y el terrible secreto sobre su sexualidad que la muchacha mantiene tenazmente cohibido (le hace creer a Freud que su padre abusaba sexualmente de ella). Enfrentando a Cecily a sus recuerdos, Freud consigue que la joven vuelva a andar.


Basándose en los casos de Cecily y Carl, Freud enciende una luz que ilumina las tinieblas de su propio inconsciente. En sueños, retorna a la caverna, pero esta vez no es Von Schlosser el que tira de la cuerda, sino un niño vestido de árabe ("pequeño árabe" era el apelativo cariñoso que la madre dedicaba al pequeño Sigmund). Esta vez, mientras el niño se frota lascivo contra la figura femenina, ésta le regala a Freud la serpiente que lleva enrollada en su brazo. Precisamente una pulsera materna en forma de ofidio le sirve al psicoanalista para rebuscar en sus recuerdos.

El diván de Freud, conservado en su museo de Londres



Pero nada de esto resulta gratuito, pues nuestro protagonista vuelve a dudar sobre la bondad de sus descubrimientos. Simplemente recordemos aquí cómo el propio Freud destruyó todos sus escritos en dos ocasiones, una de ellas, en 1885.

El final de la película supone el principio del éxito profesional de Freud. Repudiado por Breuer, en el fragor de fenomal polémica, defiende sus postulados sobre el desarrollo psicosexual basado en sus famosas tres etapas: oral (la lactancia de los bebés), anal (el control de los esfínteres) y fálica (el complejo de Edipo). Cuando un individuo no es capaz de superar dicho complejo, aparecerá la enfermedad, la neurosis.

Iluminado por fín su inconsciente, Sigmund Freud podrá rendir honores a la memoria de su padre visitando su tumba en el viejo cementerio hebreo de Viena.