lunes, 4 de enero de 2010

LEAVING LAS VEGAS

¡Heme aquí solitario y libre!

Borracho perdido estaré

a la noche, y sin miedo alguno

en el suelo me tenderé"...

EL VINO DEL ASESINO.

"Las Flores del Mal". Charles Baudelaire

Siempre he querido escribir una entrada dedicada a esta película. Lo he ido posponiendo, semana tras semana, mes tras mes. El motivo fundamental no es la pereza, sino más bien el hecho de haberme ocupado anteriormente en esta misma bitácora del clásico "Días de vino y rosas" (Blake Edwards, 1962), a mi juicio una obra maestra del 7º Arte, insuperable, acidulada historia de amor con el transfondo del alcoholismo y una desbordante carga de autodestrucción, ternura, odio, desesperación, arrepentimiento, compasión...

He leído y escuchado muchos comentarios sobre "Leaving Las Vegas" (Mike Figgis, 1995), algunos colmados de encendidos elogios, otros de críticas despiadadas. Esta película a nadie deja indiferente. Por cierto, en mi propia casa han entrado varias veces admiradores y detractores suyos. En su día, un primer DVD fue prestado y nunca más devuelto... Un segundo ejemplar desapareció misteriosamente de mi videoteca. Pero tuve suerte con los enajenadores, pues desde 1995 aún conservo una copia de un viejo VHS... Por el momento...

El director llevó a la pantalla su particular adaptación de la novela homónima de John O´Brien, ópera prima de este malogrado escritor, que se pegó un tiro en la cabeza en Los Ángeles en 1994, apenas dos semanas antes de que la película entrase en fase de producción. O´Brien había vivido un particular calvario debido a su adicción etílica. Sin embargo, no bebió una sola gota de alcohol mientras escribía la novela.
Figgis, que en un principio pensó en suspender el trabajo, finalmente decidió continuar con la película en homenaje al fallecido.





Mike Figgis es un artista polifacético; además de director participó como compositor en la banda sonora de la película, y como músico, tocando la trompeta y los teclados. Y también pudiéramos decir que padeciera cierto toque megalomaníaco: varios de los taxis que aparecen en pantalla portan publicidad de "Red Mullet", la productora de este director, con su propia fotografía.

Esta cinta cuenta con la participación de Sting aportando el toque personal de su aguda voz a clásicos como "Angel Eyes", "It´s a lonesome Old Town" y muy especialmente a "My One and Only Love". Otro de mis favoritos, Don Henley, ex componente de The Eagles, añade su valioso granito de arena en "Come rain or come shine".

Pero vayamos al grano. Ben Sanderson (Nicholas Cage, sublime en algunas escenas, histriónico en otras tantas) es un guionista que trabaja para la industria cinematográfica de Los Ángeles. Su descontrolada ingesta alcohólica le ha acarreado ya graves problemas con su familia (su esposa e hijo le han abandonado), con sus amigos (sus antiguos compañeros de trabajo huyen de él como de un apestado), y finalmente también con su empleo (del que le terminarán despidiendo). Esta labor interpretativa le hizo acreedor en 1996 del Oscar al mejor actor protagonista.

Ben exhibe unas enormes carencias a la hora de abordar a las mujeres, pues sus insinuaciones burdas y sus bizarras propuestas sexuales se encuentran a años luz de las artimañas empleadas por aquel simpático seductor llamado Joe Clay (Jack Lemmon)... Inevitablemente surge otra vez una comparación con el film de Blake Edwards... Como a tantos otros alcohólicos, el abuso de la bebida comenzará a causarle disfunción eréctil e impotencia. Él mismo terminará por reconocer que la cama no es su fuerte. A este respecto, existe en el film una escena cargada de simbolismo: mientras una prostituta se agacha para practicarle a Ben una felación, éste introduce en la boca de la mujer el dedo en el que porta su alianza matrimonial... El anillo desaparecerá entonces, como por arte de magia, gracias a las habilidades bucales de la mercenaria del sexo...

Quizás para intentar acentuar la rápida y progresiva degradación del protagonista, Figgis introduce escenas que se antojan truculentas e irreales, como por ejemplo aquella en la que Ben conduce su coche evitado a la policía mientras vacía a morro y casi sin respirar una botella de vodka, o cuando en un club de striptease se empina de un trago otra botella entera de whisky.



Ben (Nicholas Cage) empina el codo

En alguna ocasión he leído las opiniones de ciertos expertos respecto a dos supuestos modelos de consumo alcohólico. El primero, el anglosajón, del que resulta prototípica esta película, en el que se ingieren grandes cantidades de bebidas de alta graduación en un tiempo record, persiguiendo una embriaguez acelerada y descontrolada. El segundo, el mediterráneo, donde la bebida preferida es el vino y el consumo diario, permanente, mucho más ligado a las celebraciones y a la gastronomía.

Sea como fuera, Ben termina tirado en el suelo de la cocina, con la luz de la nevera vacía y abierta iluminando su miserable borrachera. Cuando una prostituta le pregunta por qué bebe de esa manera, encogiéndose de hombros contesta lacónicamente: - "No recuerdo si empecé a beber porque mi mujer me dejó o si mi mujer me dejó porque comencé a beber"...

"Días sin huella" (Billy Wilder, 1945), ya tratada en este mismo blog, es para mí la mejor película que haya visto sobre el sufrimiento de un enfermo alcohólico; protagonizada por un Ray Milland colosal, demoledor en el papel del también escritor fracasado Don Birnam, nos muestra la cruda realidad del síndrome de abstinencia y del fenómeno de craving (deseo intenso de consumir alcohol), que también son abordados de manera convincente en "Leaving Las Vegas".



Al respecto, resulta muy ilustrativa aquella otra escena donde un angustiado Ben trata de cobrar un cheque en el banco, incapaz de firmarlo por el temblor de sus manos, hasta que regresa de nuevo tras haber cargado sus depósitos en un bar con la dosis de alcohol necesaria para volver a funcionar...

Con todo perdido en Los Ángeles, en su propio jardín enciende una gran pira en la que quema todos sus recuerdos, inclusive su pasaporte, renegando simbólicamente de su propio "yo" aniquilado. En cierta medida, se convierte en un devoto que se despoja de sus pertenencias y se convierte en esclavo del alcohol. Ben abandona su casa y decide marcharse con lo puesto a Las Vegas, el emporio multicolor de las luces de neón y los casinos perdido en el medio del desierto de Nevada. Su objetivo es diáfano: desea matarse bebiendo durante las próximas 4 semanas, el tiempo calculado para gastarse toda su fortuna al ritmo aproximado de 200 - 300 dólares diarios.

"Tú eres el antídoto que mezclado con alcohol mantiene mi equilibrio"...

Su primer encuentro con Sera (Elizabeth Shue) es casual; está a punto de atropellarla mientras ella cruza un paso de cebra. Sera, que no Sara, es una prostituta que pendonea por las amplias avenidas de Las Vegas. Llegó a la ciudad de la mano de su chulo, un letón llamado Yuri, interpretado por un Julian Sands situado en las antípodas de su papel protagonista de "Una habitación con vistas" (James Ivory, 1985).


Elizabeth Shue es Sera


La descarnada pero bondadosa interpretación que la frágil Elizabeth Shue realiza en este film resultó para mí un gratificante descubrimiento, tanto más en una actriz que había destacado previamente en los medios publicitario (como imagen de Burger King, por ejemplo) y televisivo (por su participación en la exitosa serie Melrose Place). En este film, luce en todo momento sugerente, hermosa, convincente, incluso aún más en las escenas especialmente crudas, como cuando es violada por unos niñatos o cuando asiste a Ben en sus últimos estertores.

Por cierto, esa precisa escena en la que Sera es salvajemente agredida y sodomizada por los tres bárbaros en la habitación de un hotel mientras grababan su hazaña con una cámara de video, con el paso del tiempo se ha convertido en precursora de actuaciones similares realizadas en la actualidad por algunos desalmados, que filman y cuelgan en Internet escenas aficionadas de una brutalidad inconcebible.

Yuri el macarra, rayando la paranoia, extorsiona y maltrata a Sera mientras trata de ocultarse de una banda de matones que intenta ajustarle las cuentas. ¡Por cierto, uno de ellos es un cameo del propio Mike Figgis!.

Ben alquila una habitación en un motel barato, "The whole year inn", nombre que propicia un juego de palabras en la mente ebria de Ben, que lo transforma en "The hole you are in", algo así como el agujero en que te hayas.

El segundo encuentro entre Ben y Sera se produce cuando él contrata sus servicios: 500 dólares por una sola noche. En el motel, sobre la cabecera de la cama de Ben, una imagen adorna la pared mostrando un flamante póker de ases, paradójica jugada ganadora en la vida de un hombre sin duda fracasado y perdedor. Ben no quiere sexo, sólamente compañía, alguien a quien contarle sus penas. Todo el sufrimiento que acumula en su interior despierta la conmiseración de la joven prostituta, que descubre la existencia en este mundo de alguien todavía mucho más desdichado que ella.

Ben le relata sus planes suicidas, que ella no termina por tomarse en serio. Al día siguiente, él vende su coche y acude al monte de piedad, para empeñar su reloj de pulsera, un Rolex Daytona del 93, que en la realidad había sido el reloj del difunto escritor John O´Brien. Allí coincide con Yuri, que trata de vender unas joyas de su propiedad. Necesita dinero para saldar su deuda, para salvar su vida...

El tercer encuentro de la pareja ocurre el mismo día en que a Yuri le dan pasaporte sus acreedores. Ben invita a Sera a cenar, pero durante toda la comida él no prueba bocado. Apenas juguetea con los espaguetis. La anorexia es una característica de los pacientes alcoholdependientes. Mediante un sencillo calambur trata de justificar su disoluta existencia: "¿Beber es una forma de matarte?", le pregunta Sera, a lo que él responde: - "O matarme es una forma de beber". Apuntar brevemente que el suicidio es frecuente entre los pacientes alcohólicos.

Sera es un ser solitario que odia la incomunicación. Ben es un alcohólico sin cura ni remedio. Ambos deciden juntar sus vidas, aún a sabiendas de que no tiene futuro. Los días transcurren; ella desempeñando el oficio más viejo del mundo, él, con los labios pegados a una botella, saltando de borrachera en borrachera, de delirium en delirum, de resaca en resaca, atormentado por las pesadillas de su pasado. Resulta curioso, pues los malos recuerdos parecen escapar de los frecuentes episodios de amnesia que sufre Ben.

Pero pronto hará presencia el amor, cargado de regalos: para ella, unos pendientes; para él, una llamativa camisa roja y una bruñida petaca. ¿Qué chica en su sano juicio le regalaría a su novio alcohólico una petaca? Hay quien ha creido ver en esta parte de la película una crítica a la sociedad consumista en general, en este caso más concreto, a la norteamericana; Ben le dice a Sera que va a comprar 20 calzoncillos, para ir tirando uno cada día...; cada vez que se cambia de motel, deja abandonada allí toda su ropa... Pudiera ser, aunque el equipaje de este dipsómano suicida siempre va repleto de botellas...

En un incidente en un bar de motoristas, Ben recibe un cabezazo que le rompe la nariz. El barman (Julian Lennon, el hijo mayor del añorado beatle John Lennon) le ayuda a limpiarse la sangre que le tiñe el rostro.

La pareja decide viajar hacia el desierto y se hospedan en un motel tranquilo llamado "Desert Song"; intentan aislarse del bullicio y de la depravación que les rodea en la ciudad. Mientras el sol se pone, quizás en el único momento de paz que disfrutan en toda la película, en un viejo televisor en blanco y negro parpadean algunas escenas de "El tercer hombre" (Carol Reed, 1949). Pero la dicha durará poco.

Una noche ocurre lo inevitable; al regresar del trabajo, Sera se encuentra a Ben completamente borracho en compañía de una furcia (Mariska Hargitay), allí, en su propia casa. Ben comete una terrible traición, una infidelidad que ninguna mujer perdona, ni siquiera las meretrices. Sus trayectorias vuelven a separarse. Hasta que Ben, casi moribundo, llama por teléfono. Languidece en un oscuro cuarto de un motel, a la espera de la llegada de su ángel de la guarda, a la espera también de su propia muerte.

El amor es una rara flor que a veces germina en parajes yermos... Y para los que fueron capaces de llegar hasta aquí, le regalamos una pequeña gema: una versión de "Come rain or come shine" por el trío de Bill Evans (piano), Chuck Israels (bajo) y Larry Bunker (batería). Mucho ha llovido desde el 19 de marzo de 1965...



3 comentarios:

CASPA DE MALDITOS dijo...

Muy bueno el post! QUé pelicula, por dios...

Anónimo dijo...

Me encanta esta película. Y me encanta su música.

Anónimo dijo...

Me gustó la película,aunque nosé si volveré a beber o beberé hasta olvidar!!me encantaron tus comentarios y tu resumen.muchas gracias.