La otra noche asistí como espectador a una representación televisiva bochornosa. Expuestos impunemente a la curiosidad y al escarnio públicos como rara avis, dos populares transexuales se enfrentaron encarnizadamente en la pantalla. Enmarcados dentro de un programa especializado en catarsis y vituperación espiritual, ambos fueron convenientemente azuzados por unos despiadados animadores, de esos que se hacen llamar a si mismos profesionales de la prensa del corazón.
Se trataba de dos jóvenes varones en su día nacidos mujer. Uno de ellos, el más experimentado en estas lides, portaba una borrosa pelusilla que repartía desigualmente por su rostro; se pasó el rato alardeando sobre el supuesto vigor de su recién estrenada masculinidad, circunstancia ahora hiperreforzada tras el cambio de sexo quirúrgico.
El otro chaval, con sus genitales todavía sin operar, sin duda alguna sometido a un arduo plan de entrenamiento muscular y a un tratamiento hormonal específico, comenzaba a mostrar orgulloso las modificaciones provocadas en su anatomía original.
Combate dialéctico, cruce inmoral de acusaciones, palabras disonantes..., el resultado de tan peculiar enfrentamiento terminó con los dos contendientes amonestados y expulsados fuera del plató por una presentadora terriblemente cabreada. Supongo que antes de abandonar los estudios televisivos pasarían por caja, como viene siendo habitual, para solícitos retirar sus muy honrosos emolumentos...; ¡that´s entertainment!.
Se trataba de dos jóvenes varones en su día nacidos mujer. Uno de ellos, el más experimentado en estas lides, portaba una borrosa pelusilla que repartía desigualmente por su rostro; se pasó el rato alardeando sobre el supuesto vigor de su recién estrenada masculinidad, circunstancia ahora hiperreforzada tras el cambio de sexo quirúrgico.
El otro chaval, con sus genitales todavía sin operar, sin duda alguna sometido a un arduo plan de entrenamiento muscular y a un tratamiento hormonal específico, comenzaba a mostrar orgulloso las modificaciones provocadas en su anatomía original.
Combate dialéctico, cruce inmoral de acusaciones, palabras disonantes..., el resultado de tan peculiar enfrentamiento terminó con los dos contendientes amonestados y expulsados fuera del plató por una presentadora terriblemente cabreada. Supongo que antes de abandonar los estudios televisivos pasarían por caja, como viene siendo habitual, para solícitos retirar sus muy honrosos emolumentos...; ¡that´s entertainment!.
En esta tesitura, me encontré con una antigua película del director barcelonés Vicente Aranda. Se titula "Cambio de sexo", y supuso en 1977 un verdadero bautismo de fuego en las pantallas cinematográficas para la prolífica actriz Victoria Abril, enfrentada al complicado doble papel de José María / María José. El propio Aranda, junto a Carlos Durán y Joaquim Jordá, intervino en el guión de este controvertido film.
Película ambientada en la Ciudad Condal de la Transición, entonces la ciudad más cosmopolita de una España que comenzaba a liberarse de la opresión franquista. Una primera intención de Vicente Aranda fue presentar esta ficción cinematográfica como "una historia clínica", basada en hechos reales, algo que la censura de la época no aprobó, como tampoco la actriz Ángela Molina aceptó representar el papel de la protagonista.
En las primeras escenas, se nos presenta a José María, un muchacho dotado de una especial sensibilidad, convertido en el blanco despiadado del acoso escolar, reprobado e incomprendido incluso por su propio padre (un brutal Fernando Sancho). Vista desde la distancia, la interpretación que Victoria Abril hace de este personaje se me antoja demasiado femenina, a mi juicio indistinguible de la de su alter ego María José (excepto tal vez por sus senos comprimidos, intentando dar una imagen plana del pecho de José María). Una vez escuché a un crítico defender con vehemencia la animalidad fotográfica de Victoria Abril.
Película ambientada en la Ciudad Condal de la Transición, entonces la ciudad más cosmopolita de una España que comenzaba a liberarse de la opresión franquista. Una primera intención de Vicente Aranda fue presentar esta ficción cinematográfica como "una historia clínica", basada en hechos reales, algo que la censura de la época no aprobó, como tampoco la actriz Ángela Molina aceptó representar el papel de la protagonista.
En las primeras escenas, se nos presenta a José María, un muchacho dotado de una especial sensibilidad, convertido en el blanco despiadado del acoso escolar, reprobado e incomprendido incluso por su propio padre (un brutal Fernando Sancho). Vista desde la distancia, la interpretación que Victoria Abril hace de este personaje se me antoja demasiado femenina, a mi juicio indistinguible de la de su alter ego María José (excepto tal vez por sus senos comprimidos, intentando dar una imagen plana del pecho de José María). Una vez escuché a un crítico defender con vehemencia la animalidad fotográfica de Victoria Abril.
Comparto totalmente tan acertada opinión, sobre todo cuando observamos la intensa oscuridad de su mirada, plena de sufrimiento.
Acompañado por su padre, José María asiste a un espectáculo erótico de variedades en el club "Starlets" de las Ramblas, cuyo número principal consistía en el strip-tease protagonizado por la transexual Bibi Andersen (primeriza y encantadora Bibiana Fernández, resplandeciente en su belleza, pero aún portadora de sus atributos masculinos).
En ese preciso instante, decide romper las ataduras que le anclaban a su atormentada masculinidad biológica, yéndose a vivir en soledad el resto de sus días como la verdadera mujer que cree ser. En Barcelona, el alternante José María /María José se alojará en la pensión regentada por Doña Pilar (infinitamente entrañable Rafaela Aparicio).
Tras recibir la inesperada visita de su hermana Lolita (María Elías), José María decide revelarle su verdadera identidad femenina. Cuando Lolita le insiste en que él no es una mujer, José María se pregunta: "entonces, ¿qué soy?".
El siguiente encuentro entre José María y la espigada Bibí tiene lugar en la peluquería en la que el chico trabaja. Él le pide consejo sobre una relación sentimental que está a punto de comenzar con un hombre maduro, un macarra que conduce una motocicleta (el bigotudo José Gras).
El punto de inflexión de esta película ocurre precisamente cuando Maria José acude a la cita con su amante en el cuarto de mantenimiento de unas piscinas. La puerta se cierra tras ellos y sobre la misma podemos ver un póster con un sonriente Mark Spitz, sex symbol masculino de mediados de los 70, adornado con las 7 medallas de oro conseguidas en los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972.
Salvando las distancias, el parecido entre el campeón y el chulo es llamativo. Allí, en aquel lóbrego lugar, Maria José se entrega a su amante, que se sentirá engañado al constatar que se trata de un muchacho. La violencia y la frustración vuelven a darse la mano en la vida de José María. Encerrado en el cuarto de baño de su pensión, y armado de una afilada navaja de afeitar, el muchacho decide tomar una drástica solución.
Bibiana Fernández aka Bibi Andersen
En ese preciso instante, decide romper las ataduras que le anclaban a su atormentada masculinidad biológica, yéndose a vivir en soledad el resto de sus días como la verdadera mujer que cree ser. En Barcelona, el alternante José María /María José se alojará en la pensión regentada por Doña Pilar (infinitamente entrañable Rafaela Aparicio).
Tras recibir la inesperada visita de su hermana Lolita (María Elías), José María decide revelarle su verdadera identidad femenina. Cuando Lolita le insiste en que él no es una mujer, José María se pregunta: "entonces, ¿qué soy?".
El siguiente encuentro entre José María y la espigada Bibí tiene lugar en la peluquería en la que el chico trabaja. Él le pide consejo sobre una relación sentimental que está a punto de comenzar con un hombre maduro, un macarra que conduce una motocicleta (el bigotudo José Gras).
El punto de inflexión de esta película ocurre precisamente cuando Maria José acude a la cita con su amante en el cuarto de mantenimiento de unas piscinas. La puerta se cierra tras ellos y sobre la misma podemos ver un póster con un sonriente Mark Spitz, sex symbol masculino de mediados de los 70, adornado con las 7 medallas de oro conseguidas en los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972.
Salvando las distancias, el parecido entre el campeón y el chulo es llamativo. Allí, en aquel lóbrego lugar, Maria José se entrega a su amante, que se sentirá engañado al constatar que se trata de un muchacho. La violencia y la frustración vuelven a darse la mano en la vida de José María. Encerrado en el cuarto de baño de su pensión, y armado de una afilada navaja de afeitar, el muchacho decide tomar una drástica solución.
Mark Spitz en su apogeo olímpico
Consultando el excelente libro "El cine y las enfermedades mentales", de Wedding, Boyd y Niemiec, tantas otras veces recomendado en este mismo blog, me encuentro con que el manual de clasificación de las enfermedades mentales DSM IV se refiere a estos casos como Trastornos de la Identidad Sexual. El término transexual se sigue empleando para definir en la práctica clínica a aquellos individuos que se encuentran incómodos con su sexo anatómico, sintiéndose además irreversiblemente atrapados en un cuerpo equivocado.
Dicen los expertos que estos pacientes sienten con frecuencia un fuerte deseo de sustituir sus genitales por los del sexo opuesto. Tan intenso puede llegar a ser este anhelo, que han sido descritos casos de autocastración por parte de varones, tal y como reflejó Vicente Aranda en su película. En tales circunstancias, los transexuales suelen sufrir profundos trastornos depresivos, e incluso intentos de suicidio.
Dicen los expertos que estos pacientes sienten con frecuencia un fuerte deseo de sustituir sus genitales por los del sexo opuesto. Tan intenso puede llegar a ser este anhelo, que han sido descritos casos de autocastración por parte de varones, tal y como reflejó Vicente Aranda en su película. En tales circunstancias, los transexuales suelen sufrir profundos trastornos depresivos, e incluso intentos de suicidio.
De vuelta a la ficción cinematográfica, y tras su traumática amputación, la reconciliación de José María con su familia resulta imposible. Será Doña Pilar la que pase a desempeñar el papel de madre y confidente del joven transexual. La recién operada en Casablanca Bibí tomará a Maria José bajo su protección. Memorable es el tango "La Cumparsita" que ambas actrices se marcan bailando apasionadamente en una discoteca de moda.
Poco a poco, con la inestimable ayuda de Durán, el promotor del "Starlests" (interpretado por el actor colombiano Lou Castel), Maria José se convertirá en la vedette Diana Darcy. Una dieta espartana, hormonas, dolorosos tratamientos de depilación, interminables sesiones de maquillaje y peluquería, clases de ballet y de coreografía..., todos estos sacrificios convertirán a José María en una mujer que nunca llegó ni siquiera a soñar.
Desgraciadamente, su crecimiento artístico llevará parejo la ruptura de la amistad con Bibi. Me hubiera gustado saber qué hubiera hecho Pedro Almodóvar con un guión similar. En su "Tacones Lejanos" (1991) la propia Victoria Abril bordaba un personaje maltratado en una compleja historia trufada también de transexualismo.
Destacamos las imágenes de animación que describen la cirugía de conversión, intervención quirúrgica mediante la cual se extirpa el pene de José María y se crea una vagina artificial para María José, dignas de la mejor sesión clínica urológica.
Como remate, y a pesar del final feliz con María José y Durán juntos como pareja, sobre nuestro ánimo quedarán flotando aquellas palabras que ella legó a pronunciar como queja infinita: "quiero ser una mujer; no un animal de feria".
Existen otras películas que abordan específicamente el tema de la transexualidad: "Boys don´t cry" (Kimberley Pierce - 1999), con una impresionante Hillary Swank en el papel protagonista de Teena Brandon / Brandon Teena, "Normal" (Jane Anderson - 2003), "Soldier´s Girl" (Frank Pierson - 2003) y la más reciente realización argentina "XXY" (Lucía Puenzo - 2007), de las que seguramente otro día comentaremos.
Poco a poco, con la inestimable ayuda de Durán, el promotor del "Starlests" (interpretado por el actor colombiano Lou Castel), Maria José se convertirá en la vedette Diana Darcy. Una dieta espartana, hormonas, dolorosos tratamientos de depilación, interminables sesiones de maquillaje y peluquería, clases de ballet y de coreografía..., todos estos sacrificios convertirán a José María en una mujer que nunca llegó ni siquiera a soñar.
Desgraciadamente, su crecimiento artístico llevará parejo la ruptura de la amistad con Bibi. Me hubiera gustado saber qué hubiera hecho Pedro Almodóvar con un guión similar. En su "Tacones Lejanos" (1991) la propia Victoria Abril bordaba un personaje maltratado en una compleja historia trufada también de transexualismo.
Destacamos las imágenes de animación que describen la cirugía de conversión, intervención quirúrgica mediante la cual se extirpa el pene de José María y se crea una vagina artificial para María José, dignas de la mejor sesión clínica urológica.
Como remate, y a pesar del final feliz con María José y Durán juntos como pareja, sobre nuestro ánimo quedarán flotando aquellas palabras que ella legó a pronunciar como queja infinita: "quiero ser una mujer; no un animal de feria".
Existen otras películas que abordan específicamente el tema de la transexualidad: "Boys don´t cry" (Kimberley Pierce - 1999), con una impresionante Hillary Swank en el papel protagonista de Teena Brandon / Brandon Teena, "Normal" (Jane Anderson - 2003), "Soldier´s Girl" (Frank Pierson - 2003) y la más reciente realización argentina "XXY" (Lucía Puenzo - 2007), de las que seguramente otro día comentaremos.
3 comentarios:
"EL CINE Y LAS ENFERMEDADES MENTALES". Wedding, Boyd & Niemiec:
"El tratamiento quirúrgico de los transexuales sigue siendo controvertido, aunque se ha realizado esta intervención a miles de pacientes. El transexualismo aparece con más frecuencia en varones biológicos que en mujeres biológicas, y muchos más varones solicitan la cirugía de conversión. Los transexuales pueden ser heterosexuales, homosexuales o asexuales, tanto antes como después de la operación. Muchos profesionales que han trabajado con estos pacientes se han sorprendido por el hecho de que el comportamiento sexual en sí mismo es con frecuencia una preocupación secundaria; el problema principal es la IDENTIDAD SEXUAL, no el comportamiento sexual".
Thomas Beattie, un transexual nacido mujer que nunca se sintió hembra, durante varios años estuvo a tratamiento con testosterona y se extirpó las glándulas mamarias. Legalmente hombre, se casó con Nancy, que desafortunadamente no pudo tener hijos como consecuencia de las secuelas de una severa endometriosis.
Thomas conservó sus genitales femeninos. Ocho años después de su útlima menstruación, en marzo de 2008 este transexual se encuentra en su 5º mes de gestación.
Dilema bioético a la vista. ¿Qué ocurrirá cuando llegue el momento del nacimiento de su hijo? ¿Y después?.
Desde el punto de vista estrictamente médico y científico, el caso de Thomas Beattie no puede considerarse el de un hombre embarazado. Aunque sea un hombre legalmente reconocido como tal, su genotipo es el de una mujer. Para que exista una gestación ha de haber un óvulo fecundado y un útero que albergue al embrión. De momento, sólo las mujeres (hembras) pueden ovular y disponer de útero.
Otra situación es la que se da en la rarísima malformación denominada "fetus in feto": en una gestación gemelar, uno de los fetos puede desarrollarse en el interior de su hermano. Este el caso de Sanju Bhagat, un hindú de la ciudad de Nagpur que en 1999 se sometió a una intervención quirúrgica para extraerle un tumor gigante de su abdomen. Una vez operado, se constató que portaba en su interior un hermano gemelo inviable.
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