sábado, 1 de mayo de 2021

LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS

"La isla de las almas perdidas" (Erle C. Kenton, 1932) está inspirada en "La isla del Doctor Moreau", exitosa novela del prolífico escritor británico Herbert George Wells, más popularmente conocido como H.G. Wells. Se trata de una inquietante parábola sobre el lado oscuro de la ciencia y una reflexión sobre los límites de la existencia humana, donde los defectos (la violencia y la brutalidad) y las virtudes (la fidelidad) de nuestra especie son ensalzados y proyectados en unas criaturas que comparten sus rasgos con los animales.


H.G. Wells (1866-1946)

Quién le iba a asegurar que, prácticamente un siglo después de la publicación de su novela en 1896, las primeras quimeras mono - humano podrían desarrollarse en etapa embrionaria en un laboratorio de China, culminando por el momento una serie de investigaciones del equipo liderado por el Doctor Juan Carlos Izpisúa.

Novela y película sitúan al lector y al espectador frente a los dilemas del darwinismo y los límites de la ciencia, establecidos actualmente por los principios básicos de la Bioética.

En 1884 H.G. Wells comenzó a estudiar Biología en el Royal College Of Science de Londres, conociendo de primera mano las enseñanzas de Thomas Henry Huxley (1825 - 1895), firme defensor de las teorías evolutivas de Charles Darwin (1809-1882).

TERROR Y CIENCIA-FICCIÓN

En la década de los 30, la Universal era el líder indiscutible la producción del cine de terror, si bien Lon Chaney, "El Hombre de las Mil Caras", había protagonizado anteriormente éxitos como "El jorobado de Notre Dame" (Wallace Worsley, 1923), "El fantasma de la Ópera" (Rupert Julian, 1925) y la legendaria cinta perdida "La casa del horror" (Tod Browning, 1927).


Lon Chaney (1883-1930)

Pero el apogeo llegaría con "Drácula" (Tod Browning, 1931), cuyo papel protagonista no pudo recaer en Lon Chaney debido a su fallecimiento, escogiendo entonces a Bela Lugosi (1882-1956), y "Frankenstein" (James Whale, 1931), con el mítico Boris Karloff como la inolvidable monstruosa criatura.


Boris Karloff (1887-1969)

Karloff repetiría protagonismo en "La momia" (Karl Freund, 1932), y Universal Pictures se apuntaría un nuevo triunfo con "El hombre invisible" (James Whale, 1933), esta vez con Claude Rains en el papel estelar.

"La novia de Frankenstein" (James Whale, 1935), con la magnífica Elsa Lanchester, y "La hija de Drácula" (Lambert Hillyer, 1936), completarían una década prodigiosa del género de terror.

Ante tan apabullante dominio taquillero de la Universal, la Paramount consiguió despuntar con "La isla de las almas perdidas", contando entre su elenco con un excepcional Charles Laughton como el Dr. Moreau, Richard Arlen como Edward Parker, Leila Hyams como la bella Ruth Thomas, y especialmente Kathleen Burke como La Mujer Pantera, junto al mismísimo Bela Lugosi, uno de los engendros del trastornado científico que se encarga de recordarles a todos los híbridos de humanos y animales los preceptos de la ley imperante en sus desdichadas existencias.


Bela Lugosi (1882-1956)

CINEFILIA

El actor y luchador profesional alemán Hans Steinke (1893-1971) fue el encargado de dar vida al brutal Ouran, un híbrido entre simio y humano, capaz de matar con sus propias manos a los rivales del Doctor Moreau.


Charles Laughton y Hans Steinke en "La isla de las almas perdidas"

THE MAD DOCTOR

El Doctor Moreau (Charles Laughton) de "La isla de las almas perdidas" es un científico cruel y despiadado, un malvado que no duda en practicar la vivisección con sus desdichadas criaturas quiméricas, a las que mantiene aterrorizadas con sus constantes amenazas, a golpe de latigazos.

Para ellos ha convertido su siniestro laboratorio en la Casa del Dolor, asumiendo el rol todopoderoso de un dios dueño de la vida y el destino de sus creaciones, con la inestimable ayuda de su colaborador Montgomery (Arthur Hohl), un médico británico huido de la ley.

La figura del mad doctor representa un filón para directores y guionistas cinematográficos. Suelen ser científicos o médicos, especialmente cirujanos, cuyas investigaciones se apartan de la deontología y los códigos morales establecidos, para conseguir objetivos extravagantes más allá de las fronteras sociales, científicas y religiosas.

En este mismo blog, a propósito de entradas anteriores, como por ejemplo "Los niños del Brasil",  "Las manos de Orlac" o "Ojos sin rostro versus La piel que habito", nos ocupamos de este tipo de personajes megalómanos, malvados, siniestros, obsesivos, introvertidos y solitarios, que rara vez trabajan en equipo.

Y precisamente hablando de este tema, "The Mad Doctor" (1933) es un corto de animación en blanco y negro producido por Walt Disney y protagonizado por los inefables Mickey Mouse y Pluto, enfrentados a un científico loco que intenta utilizar al perro para crear un híbrido con una gallina.

CINEFILIA

Existen versiones no oficiales de la novela de H.G. Wells, más concretamente las coproducciones filipino-americanas "La isla del terror" (Gerry de León, Eddie Romero, 1959) y "Los hombres del ocaso" (Eddie Romero, 1972).

LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU (1977)

En 1977, la American International Pictures (AIP) intentó con esta película redoblar el éxito taquillero conseguido anteriormente con sus producciones de ciencia-ficción y terror, con Roger Corman como su director preferido y diferentes adaptaciones de las obras de Edgar Allan Poe.

En esta oportunidad, Don Taylor fue el encargado de dirigir a Burt Lancaster y a Michael York en esta versión de la obra de H.G. Wells, adaptada por los guionistas Al Ramrus, John Herman Shaner y Richard Allan Simmons (sin acreditar).

El Doctor Moreau es ahora un genetista, que pretende modificar al ADN de sus humanimales inyectándoles un suero capaz de reprogramar su código genético.


En este caso, el Doctor Moreau (Burt Lancaster) intentará revertir la transformación de humano en animal, empleando como objeto de su experimento a Andrew Braddock (Michael York), siendo Nigel Davenport el encargado de personificar al ayudante MontgomeryBárbara Carrera a la bella María.

LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU (1996)

A pesar de contar con el prestigioso John Frankenheimer en la dirección, y con la participación estelar de Marlon Brando y Val Kilmer como protagonistas, esta cinta ha sido calificada como una de las peores películas de la historia por la crítica mayoritaria.

Aún disponiendo de un presupuesto millonario, su rodaje resultó turbulento y desastroso. Primero, por la espantada del director, productor y guionista sudafricano Richard Stanley, elegido para llevar a buen puerto la nueva adaptación de la novela de H.G. Wells, proyecto al que había dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzo, reemplazado finalmente por Frankenheimer.

Segundo, por el comportamiento excéntrico y caprichoso de un decadente Marlon Brando y la presuntuosa diva actitud de Val Kilmer. Mientras se rodaba la película, el primero se enteró de la fatal noticia del suicidio de su hija Cheyenne, del que jamás conseguiría rehacerse. Por su parte, Kilmer conoció por la TV la petición de divorcio de su entonces esposa, la actriz británica Joanne Whaley.

Por si fuero poco, a esta catástrofe se sumaron los efectos de una tormenta tropical que arrasó el set de rodaje, en un entorno boscoso de Queensland (Australia). 

Todas estas vicisitudes fueron recogidas en el documental "Lost Soul: el viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau" (David Gregory, 2014), el relato del fracaso de la que pudo haber sido una de las mejores películas de ciencia-ficción en la historia del cine.

CINEFILIA

Cuentan que Richard Stanley nunca aceptó abandonar su proyecto. Disfrazado como uno de los personajes de la película, mitad hombre - mitad perro, continuó presente en el rodaje como extra, sin que aparentemente nadie se diera cuenta. 


Richard Stanley

LA ISLA DEL DOCTOR AGOR

En 1971, el cineasta Tim Burton, con apenas 13 años de edad, realizó este corto de animación, con un guión inspirado en el clásico de H.G. Wells y protagonizado por el mismísimo Burton en el papel del Doctor Agor. Desafortunadamente, este corto permanece extraviado.

En 1979, Burton creó una secuela titulada "Stalk of the Celery Monster" (1979), la historia de un trastornado dentista llamado Maxwell Payne y sus extraños experimentos.


¿HÍBRIDOS O QUIMERAS?

En caso de haber existido realmente, ¿qué serían los desdichados habitantes de la isla del Dr. Moreau?

El biólogo ruso Ilyá Ivanovich Ivanov destacó en el campo de la inseminación artificial y la hibridación de animales. Con sus experimentos, consiguió inseminar a 500 yeguas con un solo semental, cuando naturalmente este proceso solo alcanza el éxito en 20-30 casos.


Ilyá Ivanovich Ivanov (1870-1932)

Respecto a los híbridos interespecíficos, Ivanov engendró diferentes ejemplares, como por ejemplo un cebroide (entre cebra y asno), un zubrón (entre bisonte y vaca doméstica) y otros a partir de antílope y vaca, rata y ratón, ratón y cobaya, cobaya y conejo y conejo y liebre, por ejemplo.

En 1910 hizo público su proyecto para crear un híbrido hombre-mono, a partir de inseminación artificial de mujeres con el semen de simios. En 1924, mientras trabajaba en el Instituto Pasteur de París, y con el apoyo oficial del gobierno de la URSS, consiguió permiso para continuar sus experimentos en la estación de animales de Kindia (Guinea Ecuatorial). En realidad, por múltiples vicisitudes nunca llegó a iniciarlos, ni en África ni en la URSS. Arrestado en 1930, fue condenado al exilio en Alma Ata, donde falleció en 1932.


Alfonso Luis Herrera (1868-1942)

En 1933, con la intención de establecer los indiscutibles vínculos entre humanos y simios, el científico mexicano Alfonso Luis Herrera propuso la creación de un híbrido hombre-mono empleando inseminación artificial. Ateo, anticlerical y darwinista convencido, trataba de esta manera demostrar la procedencia evolutiva del hombre, así como la persistencia de nuestra naturaleza más bestial y menos humana.

Cofundador del Parque Zoológico de México, proponía realizar este tipo de experimentos empleando chimpancés. Su idea estaba en las antípodas de aquellas otras creencias racistas supremacistas, que pretendían crear fornidos híbridos entre humanos y simios para esclavizarlos y dedicarlos a los trabajos más duros y peligrosos. Herrera perseguía encontrar, acelerando el proceso evolutivo natural, al antepasado común de todos los primates.

Por supuesto, estos experimentos nunca llegaron a realizarse, si bien las tesis de Herrera llegaron a contar con el apoyo de Oscar Riddle (1877-1962), uno de los biólogos estadounidenses más reconocidos en aquella época, famoso por sus investigaciones sobre la glándula pituitaria y el descubrimiento de la prolactina.

EL EXTRAÑO CASO DE OLIVER, EL HUMANCÉ.

En los años 70, un extraño ejemplar de chimpancé fue capturado en la región del Congo para ser vendido a un circo. Menos peludo que sus congéneres, poseía además un cráneo más redondeado y pequeño, con la orejas puntiagudas. Además, podía caminar erguido y estaba dotado de una inteligencia excepcional.

Después de múltiples vicisitudes y cambio de dueños, pasando una larga temporada en un centro de experimentación animal, terminó sus días en un hogar - refugio para primates. Nunca llegó a reproducirse.


Oliver

Su existencia generó múltiples hipótesis: desde que se trataba de un híbrido de humano y chimpancé, fruto de extraños experimentos secretos, hasta pasar por el eslabón perdido entre hombre y simios. Finalmente, tras las investigaciones oportunas, llegó a demostrarse que se trataba de un chimpancé con algunas mutaciones.

QUIMERAS

El quimerismo es un trastorno genético en el que dos cigotos se combinan entre sí para generar uno solo, que se desarrolla de manera normal. En la mayoría de los casos, las quimeras poseen células con ADN diferentes.

Este proceso puede ocurrir naturalmente, si bien la posibilidad de crear seres quiméricos en el laboratorio ha atraído a eminentes científicos en las últimas décadas.

En 1987, las quimeras de ratón resultaron esencial para generar los ratones mutantes empleados en experimentos médicos para desactivar genes patológicos específicos. Pioneros en este campo fueron Mario Capecchi, Martin Evans y Oliver Smithies, galardonados con el Premio Nobel en 2007.


El primer ratón quimera se obtuvo al mezclar células embrionarias troncales de ratones pigmentados y albinos. Debido a su aspecto, con manchas moteadas y un ojo de cada color, éstos también se denominan mosaicos.

Las quimeras interespecíficas representan un problema más complicado, pues emplean células embrionarias de diferentes especies. En 1975, la bióloga francesa Nicole Le Dourain mezcló células embrionarias de pollo y codorniz para estudiar las etapas iniciales en la diferenciación de los vertebrados.

Ese mismo año, el biólogo del desarrollo Richard Gardner mezcló células embrionarias de ratón y rata para estudiar las primeras fases de un embrión antes de implantarse en el útero materno.

En todos estos casos, los embriones quiméricos nunca llegaron a desarrollarse a término. En 1984, estos experimentos continuaron en los laboratorios, esta vez con la mezcla de células embrionarias de oveja y cabra, con éxito limitado.

Pero en 2010, en el laboratorio de Hiromitsu Nakauchi, de la Universidad de Tsukuba (Japón), obtuvieron ratas quiméricas con células de ratón y ratones quiméricos con células de rata, así como ratones quiméricos descendientes de los defectuosos ratones Pdx1, capaces de fabricar un páncreas a partir de células de ratones y ratas silvestres.

El siguiente paso fue intentar colonizar embriones de ratón con células de primates no humanos y de humanos. En 2017, la prestigiosa revista Cell publicó los resultados de los experimentos liderados por el investigador español Juan Carlos Izpisúa-Belmonte desde  el Instituto Salk de La Jolla (California).


Juan Carlos Izpisúa-Belmonte

Más concretamente, este equipo consiguió dos hitos:

   1º/ Reproducir el experimento de Nakauchi, consiguiendo ratones quiméricos con células de rata.
   2º/ Lograr, por primera vez en la historia, que unas pocas células embrionarias humanas colonizaran algunos órganos de embriones de cerdo en desarrollo. Apenas llegaron a contemplar una célula humana por cada 100000 de cerdo.

Obviamente, la puerta de los dilemas éticos quedó abierta, pues no es lo mismo crear quimeras entre ratones y ratas que entre cerdos (u otras especies) con humanos.

En este caso, los investigadores interrumpieron la gestación de los embriones de cerdo quiméricos, portadores de células humanas antes de que alguna de ellas llegara a colonizar el cerebro del cerdo en desarrollo.

El siguiente, y por el momento último paso del equipo del Doctor Izpisúa, ha sido intentar crear quimeras entre monos y humanos, inyectando células madre humanas en embriones de macacos, con la finalidad de obtener órganos suficientes para garantizar los trasplantes.



Está claro que el objetivo de estos experimentos, con embriones cuyo desarrollo se interrumpió durante las 3 primeras semanas de vida, no es crear nuevas especies híbridas, como el maquiavélico Doctor Moreau pretendió en la ficción, sino alcanzar un mayor conocimiento sobre las todavía desconocidas primeras fases del desarrollo embrionario, y en un futuro cercano, posibilitar la obtención de órganos humanos desarrollados en el cuerpo de otros animales.


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