¿Cómo fue posible toda aquella pesadilla, desatada por el odio y el fanatismo?; ¿cómo pudo renacer el fantasma de la limpieza étnica, en unos países tan cercanos a nuestra propia geografía? Las respuestas a estos interrogantes existen en el transfondo de esta magnífica película serbia, "Sueño de una noche de invierno" (Goran Paskaljevic, 2004) en su día galardonada con el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián.
El argumento parece sencillo. Lazar (Lazar Ristovski), un veterano serbio de la guerra de los Balcanes, regresa a su casa 10 años después. Nos encontramos en el invierno del 2004. Su historia personal tiene muchas semejanzas con la del protagonista de aquel éxito musical titulado "No dudaría", popularizado por el malogrado artista Antonio Flores. Lazar visita a la madre de una de sus víctimas para pedirle perdón por haberle arrebatado a su hijo. El silencio de la anciana resulta elocuente: ¿podrá su perdón reparar tanto sufrimiento?. Lazar despierta con frecuencia acosado por sus pesadillas, por su remordimiento.
En la vivienda que antaño había ocupado junto a su difunta madre, encuentra ahora a Jasna (Jasna Zalica) junto a su hija Jovana (Jovana Mitic), una niña autista de 12 años, refugiadas bosnias que tratan de reconstruir allí un precario hogar.
Ha llegado la hora de que Lazar comience a cobras deudas pretéritas. De esta manera, de un antiguo socio consigue un Mercedes 200 usado como amortización parcial del débito, lo que le permitirá comenzar a sobrevivir trabajando como taxista. Impulsado todavía por el rencor y el resentimiento, el hombre traslada en su coche a las exiliadas hasta unos maltrechos barracones.
Pero la enfermedad de Jovana parece despertar en el taciturno Lazar un último rescoldo de piedad y misericordia. Se inicia así una convivencia en la cual, el curtido veterano va aprendiendo todo lo que significa compartir las horas con una paciente afectado por un trastorno del espectro autista (TEA). La niña habita su mundo particular, fascinada por las barras de labios y las alas de su disfraz de hada madrina. En el simbolismo particular de este film, son los niños autistas unos seres especiales, clarividentes, los hijos abandonados de las hadas del bosque, incapaces de comunicarse dentro de una realidad totalmente carente de magia.
Delante de nuestros ojos desfilan imágenes harto sugerentes, historias de perdedores y de supervivientes: la escuela para niños disminuidos psíquicos a la que diariamente acude Jovana, la representación teatral que ellos mismos realizan de "El sueño de una noche de verano" (William Shakespeare), la consulta del sanador, donde Lazar lleva a la niña para intentar "despertarla" de su desconexión con la realidad, como si el autismo fuera un sueño, la absurda muerte de Jasna a manos de un amante despechado, las flores y los árboles que Jovana dibuja constantemente, metáfora de la esperanza en un mundo mejor, que nunca llegará a venir... Mientras Lazar, fuera de imagen, pone fin a su existencia con un disparo, la niña autista se pierde entre los árboles de un bosque florido.
Situada en las antípodas de la oscarizada "Rain Man" (Barry Levinson, 1988), empeñada en explotar las maravillosas facultades memorísticas de algunos autistas, Paskaljevic fue capaz de contar una historia enternecedora, humana, libre de tópicos y de barato sentimentalismo, haciendo participar como protagonista a una niña autenticamente autista sin ninguna habilidad extraordinaria.
Muchas gracias por visitar mi escalera y por comentar (desgraciadamente tu comentario me apareció como spam y al restrablecerlo creo que se ha perdido por el ciberespacio...). Muchas gracias de nuevo.
ResponderEliminarTe enlazo ya.
Saludos.
Hola...
ResponderEliminarNunca mire esa pelicula pero llamo mucho mi atencion, suena interesante El tema de EL autismo,
Saludos y besos...
Atte. Samantha