Una de las experiencias más impactantes que he vivido durante el ejercicio de la medicina fue el asistir al brote esquizofrénico de un paciente que se encontraba a tratamiento para deshabituación etílica. De repente, la irrealidad de las alucinaciones visuales y auditivas se apoderó de su mente, su mirada permaneció extraviada, como perdida en el limbo y su discurso se volvió verborreico e inconexo. Comenzó a experimentar vívidamente un delirio y antes de que su cuadro empeorara, los servicios de emergencias lo trasladaron a una unidad psiquiátrica especializada en enfermos agudos...
Según Enrique Zamorano Bayarri, médico especialista en Psiquiatría miembro del grupo de trabajo sobre Salud Mental de la SEMERGEN, no resulta fácil que la esquizofrenia debute de manera florida. Mucho más habitual son los cambios conductuales insidiosos, encontrándonos con pacientes descuidados, retraídos y desorganizados. Tras un breve período de tiempo, que no suele superar el mes, aparecen los síntomas positivos (delirios y alucinaciones), permaneciendo ausente la consciencia de enfermedad. A posteriori, y sobre todo el entorno que rodea al enfermo (familia, amistades) se percata de un cambio significativo respecto a la personalidad preexistente, debutando entonces los síntomas negativos (descuido de la higiene, retraimiento, variaciones inexplicables del comportamiento, alteraciones dietéticas y disrupción de la alternancia sueño/vigilia. Finalmente, puede aparecer toda la clínica típica de un trastorno psicótico agudo: delirios, alucinaciones, ideas persecutorias y de auto-referencia, sensación de pensamiento robado, etc.
Dejando a un lado la práctica médica y retornando al mundo de la ficción cinematográfica, tengo muy claro que si algún día un valiente fuera capaz de escribir la imposible historia general del cine, el capítulo referente al tratamiento de las enfermedades mentales ocuparía cientos de páginas, tal vez miles, quizás un tomo entero repelto de información en tan ambicioso trabajo enciclopédico.
Aunque no es una de mis favoritas, confieso que la película "Una mente prodigiosa" (Ron Howard, 2001) me sorprendió gratamente, aunque a priori, me acomodé ante la pantalla con una serie de prejuicios. El primero y principal, la presencia de Russell Crowe como protagonista, recreando en su interpretación al genial matemático John Forbes Nash. Demasiado músculo oscarizado recordándome al general romano Máximo Décimo Meridio de "Gladiator" (Ridley Scott, 2000), o al rudo y viril policía Bud White de la soberbia "L.A. Confidential" (Curtis Hanson, 1997). Si me hubieran permitido ser el director de esta película, a buen seguro hubiera elegido a Daniel Day - Lewis para el papel de Nash. Pero tengo que reconocer que Crowe realizó un trabajo impresionante, por el que fue nominado al Óscar como mejor actor, y que en mi opinión merecía claramente más dicho galardón por este esfuerzo que aquel otro que le otorgó un año antes la Academia de Hollywood por representar al desafortunado militar gladiador romano. Ron Howard eligió a Crowe porque debía representar a un personaje que entonces era el "Adonis de la profesión", además de por su extraordinaria capacidad para la comunicación no verbal. Con todo ello, el rodaje de "Una mente maravillosa" comenzó al día siguiente de haber recibido Crowe el Óscar por "Gladiator".
Pero, ¿desde cuando padecía John Nash su esquizofrenia?. Teniendo en cuenta solamente la presentación patológica en el sexo masculino, esta enfermedad psiquiátrica suele debutar entre los 15 y los 25 años. Conocemos por su biografía que la infancia de John Nash transcurrió en circunstancias especiales. En la escena inicial de la película, mientras el profesor Helinger (Judd Hirsch) agradece a los matemáticos de Princeton su colaboración por descifrar los códigos del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, observamos al personaje de Nash retraído, circunspecto, silencioso, absorto en sus pensamientos...; el verdadero John Forbes Nash Jr. nació el 13 de junio de 1928, en Bluefield (Virgina Occidental - EEUU). Entró en la Universidad de Princeton en 1948, para disfrutar de una beca de doctorado en matemáticas (la prestigiosa beca Carnegie). Por lo tanto, la película comenzaría mostrándonos un Nash de apenas 20 años.
Siguiendo los comentarios que el propio director Ron Howard hizo de esta película, desarrolla en ella una preciosa escena, visual y cromática en extremo, donde la cámara juega con la refracción de la luz que atraviesa el cristal tallado de un vaso de ponche, y la asocia con las formas circulares de las rodajas de un limón cortadas sobre un plato. Ambas confluirán, como por arte de magia, en la corbata colorista que porta su compañero Ainsley (Jason Gray - Standford), complemento que por cierto, a nuestro genio de las matemáticas le pareció excesivamente chabacano. John Nash no piensa en los números, sino que más bien juega con las formas y sus relaciones. En este y otros aspectos, su personaje contradice lo que algunos psiquiatras defienden sobre el déficit cognitivo de los esquizofrénicos. Con su enfermedad más avanzada, y ante la sorpresa de los especialistas que le trataban, incapaces de entender cómo un hombre de su inteligencia y capacidad podía creer en extrañas conspiraciones, Nash les contó que los pensamientos irracionales acudían a su mente de la misma manera que lo hacía su portentosa clarividencia matemática.
En su tocadiscos de Princeton, Nash escucha motetes, música polifónica originaria del siglo XIII, de temática bíblica y que solía cantarse en las iglesias. Se trata de una composición musical especialmente matemática en su estructura. En esta banda sonora disfrutamos de "Columba aspexit", de Hildegard of Binge. Las palomas están muy presentes en toda la película...
http://es.wikipedia.org/wiki/Motete_(m%C3%BAsica)
Clásicamente, los síntomas de la esquizofrenia se han dividido en positivos y negativos:
POSITIVOS: manifestaciones específicas del enfermo y que las personas "normales" no suelen presentar; por ejemplo:
- ALUCINACIONES: percepciones individuales sin estímulo externo. El paciente es incapaz de discernir entre lo que es una vivencia propia de su interior y lo que verdaderamente existe en el mundo exterior ("engaño de los sentidos"). Según su naturaleza, pueden ser auditivas, visuales, táctiles, gustativas, olfativas... En este film, las alucinaciones auditivas (una tos o una voz) suelen preceder a las visuales (com por ejemplo en la aparición del rubio "amigo" Charles Herman - interpretado con solvencia por el joven actor Paul Bettany). Según Akiva Goldsman, que escribió el guión de la película basándose en el libro homónimo de Sylvia Nasar, esta alucinación conocida como Charles representa para John Nash todo aquello de lo que él mismo carece: comunicación, amistad, extroversión..., humanismo. En mi modesta opinión, el mayor mérito de Ron Howard en la realización de esta película es hacernos creer como espectadores que las alucinaciones que ve y oye el protagonista son reales: nos hace sentirlas nuestras desde el punto de vista del personaje. De esta sutil manera, nos encontraremos capacitados para comprneder tanto sufrimiento del enfermo, para ponernos en su lugar gracias a la empatía. A propósito de las alucinaciones paranóicas de Nash, estima el guionista de este film que éstas crean "fundamentos" en las personas afectadas, "explicaciones racionales" de por qué nadie puede percibir lo que el esquizofrénico ve o escucha (según Nash, Parcher le ha inyectado a Charles un suero para hacerlo invisible). El primer encuentro y la relación entre John y su "ilusión" Charles queda enmarcado en el idílico entorno universitario de Princeton; me trae a la memoria aquel otro que protagonizaron en Oxford los personajes de Charles Ryder (Jeremy Irons) y Lord Sebastian Flyte (Anthony Andrews), en aquella obra maestra dirigida en 1981 bajo el nombre de "Retorno a Brideshead" por Charles Sturridge y Michael Lindsay - Hogg, una edificante serie británica estrenada por Granada TV, según la novela del controvertido escritor Evelyn Waugh. Una amistad para siempre, ¿un amor homosexual?.
- DELIRIOS: según los psiquiatras, se trata de convicciones patológicas erróneas, manifestadas a pesar de ser contrarias a la razón y a la sensatez. También pueden ser de diferentes tipos: de persecución, de culpa, de grandeza, religiosos, somáticos...; durante la película, Nash precisamente sufre frecuentes delirios de persecución, lo que nos permitiría clasificar su trastorno como esquizofrenia paranoide.
- TRASTORNOS DEL PENSAMIENTO: cierta manera peculiar de hablar y de expresarse nos revela un pensamiento trastornado. El enfermo refiere fuga de ideas, imposiciones, control por parte de extraños, descarrilamientos verbales, distraibilidad, presión del habla, ilogicidad... En este caso, resulta reveladora la escena en la que Nash trata de impartir una lección magistral en la universidad, mientras identifica como perseguidores a los ayudantes del Dr. Rosen (Christopher Plummer), el psiquiatra que terminará por internarlo en un sanatorio.
- OTROS SINTOMAS: afectivos, como hiperexcitabilidad y ansiedad (ese Nash angustiado que tiembla ante la notación matemática que abarrota los cristales de las ventanas de su cuarto en Princeton)...; vegetativos, como insomnio, diaforesis, palpitaciones...; y motrices, como conductas repetitivas, comportamiento agresivo y movimientos extraños y absurdos, como en aquella escena en la que Nash se pasea descalzo por la biblioteca detrás de su alucinación - Charles..., o aquella otra en la que realmente lucha contra la nada, persiguiendo a la alucinación de Parcher mientras le grita que es irreal. La muy lograda interpretación de Russell Crowe nos proporciona ejemplos de casi todos ellos. Recordemos aquí que el verdadero John Nash acompañó al actor y al director en el plató en repetidas ocasiones durante la filmación.
NEGATIVOS: en este caso, hacen referencia a aquellas habilidades que el paciente esquizofrénico deja de desarrollar, mantenidas, sin embargo, por los sujetos "normales".
- DÉFICIT AFECTIVO: capacidad emocional mermada, por ejemplo, facies inexpresiva, carencia de lenguaje no verbal, mirada huidiza, habla monótona, risa injustificada (como cuando Nash acaba de ser abofeteado por una chica en el pub del campus - en la realidad, un bar que existe verdaderamente en Brooklyn), escasez de ademanes y movimientos expontáneos abolidos. Algunos de estos sí están claramente presentes en la interpretación de Crowe.
- ALOGIA: empobrecimiento cognitivo, con carencias en el lenguaje, respuestas de pobre contenido, bloqueos, tardanza en contestar, silencios injustificados... Incluso la alucinación de la pequeña Marcee (Vivien Cardone), sobrina del amigo "imaginario" Charles, llega a manifestarle a Nash la rareza de su habla.
- ABULIA - APATÍA: la falta de energía y de interés afectan al Nash más deteriorado por su enfermedad, efecto tal vez magnificado por los efectos del internamiento psiquiátrico, de los choques insulínicos, de la medicación neuroléptica, con sus desagradables efectos secundarios.
- ANHEDONIA - INSOCIABILIDAD: resulta representativo el déficit de habilidades sociales de Nash, incapaz de acercarse a las muchachas sin ir directamente al grano, "al intercambio de fluidos", proponiéndoles ya de entrada sexo puro y duro, con nefastos resultados, por supuesto. Tampoco sabe qué hacer cuando su alumna y futura esposa Alice le invita a cenar en su primera cita romántica.
- FALTA DE ATENCIÓN: desde luego, este síntoma no lo tenía Nash, capaz de concentrarse en su trabajo incluso sentado en una mesa del pub universitario, rodeado del ruido de las mesas de billar y de la música de la gramola. Lo mismo ocurre cuando llega al Pentágono y permanece horas y horas delante de series de números en clave sin apenas fatigarse, hasta descubrir el código buscado por los militares, justo antes de encontarse con su alucinación más desesperante: el enigmático William Parcher, el hombre de negro, o como dice el guinonista Akiva Goldsman en clave freudiana, una figura paternal, su superego, interpretado por el siempre formidable y perfecto Ed Harris. Es también característica la magnífica capacidad intuitiva de Nash, parte esencial de su genialidad y virtuosismo matemático. Gracias a su sagacidad descubre las teorías sobre el juego cooperativo y no cooperativo, así como el afamado "Equilibrio de Nash". Su tesis doctoral, base del futuro Premio Nobel en 1994, ocupó apenas unos 30 folios.
http://es.wikipedia.org/wiki/Equilibrio_de_Nash
ALICIA LARDÉ: impartiendo clases en el prestigioso MIT (siglas del Instituto Tecnológico de Masachussetts), Nash conocerá a su esposa Alicia, compañera de tribulaciones y su único apoyo para rescatarle del oscuro pozo de su enfermedad. Esta denodada mujer es interpretada por la actriz neoyorkina Jenniffer Conolly, merecedora por este trabajo del Óscar a la mejor actriza secundaria en el año 2002. Actriz fetiche de este blog, de la que ya hemos comentado anteriormente en el epígrafe sobre "Requiem por un sueño" (Darren Aronofsky, 2000).
En un fenomenal libro recomendado en este blog, "El cine y las enfermedades mentales" - firmado por Wedding, Boyd y Niemiee, podemos leer al respecto: "pocas películas retratan la influencia de una enfermedad mental grave en los familiares sanos. La última parte de esta película muestra a la esposa de John Nash, Alicia, que tiene una función importante cuando le ayuda a vivir con las realidades de la esquizofrenia"...
Para los que deseen ampliar información sobre la gestación y la realización de esta película:
http://www.labutaca.net/52berlinale/unamentemaravillosa.htm
guaaa!! me encanta el blog, siempre encuentro temas muy interesantes.
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