domingo, 22 de junio de 2025

EL SÍNDROME DE HUBRIS: A PROPÓSITO DE "EL LOBO DE WALL STREET"

 


- "No hay nobleza en la pobreza. He sido un hombre rico, y he sido un hombre pobre. Y elijo rico cada puto tiempo. El dinero, las chicas, los coches, los yates, de eso se trata la vida. Tienes que poseerlo, o te posee a ti".

Mark Hanna (Matthew McConaughey en "El lobo de Wall Street" (Martin Scorsese, 2013)


La existencia del denominado síndrome de Hubris continua siendo controvertida. Sin embargo, Jordan Belfort es real. Sus correrías y tribulaciones sirvieron como fuente de inspiración para "El lobo de Wall Street" (Martin Scorsese, 2013).

Jordan Belfort es un ex-corredor de bolsa y ex-convicto que actualmente vive de las ganancias y los derechos generados por sus libros y conferencias motivacionales.

Jordan Belfort

Nacido en el Bronx (Nueva York), en el seno de una humilde familia de contables, vivió siempre obsesionado con la idea de hacerse millonario. Antes de los 25 años estudió diversas disciplinas, desempeñó varios oficios y puso en marcha diferentes iniciativas empresariales, todas finalizadas en el fracaso. 

Incluso su último trabajo como corredor de bolsa para la firma LF Rothschild, quebrada durante el transcurso del fatídico lunes negro (19 de octubre de 1987), cuando el mercado mundial de valores colapsó y se desplomó llevando a la ruina a millones de inversores.

Entonces decidió probar suerte en una pequeña correduría bursátil, "The investor´s Center", donde se dedicó a la venta de acciones a bajo precio, y en cuyo entorno desarrolló sus agresivas técnicas transaccionales ("la venta de tiburones") y manipulación de mercado que más tarde aplicaría en Stratton Oakmont.

Tal vez esta historia solo podría acontecer en los Estados Unidos de Norteamérica, en el contexto del sueño americano y el culto al dólar. La empresa de Belfort es una mezcla al 50% de "boller room" (ventas agresivas con teleoperadores en el mundo de los mercados financieros) y las monsergas de un seductor telepredicador capaz de convencer ciegamente a sus seguidores.

EL GRAN FRAUDE: STRATTON OAKMONT

Fundada en 1989 por el propio Belfort y Danny Porush, inicialmente se dedicó al comercio legal de participaciones, aunque pronto adoptaron prácticas fraudulentas para obtener desorbitados beneficios, gracias a la venta de acciones de baja capitalización en el mercado extrabursátil (OTC).

De elevada volatilidad y muy fáciles de manipular, eran acciones de pequeñas empresas que se vendían por menos de 5 dólares (penny stocks), lo que las hacía ideales para las tácticas de la firma: inflar artificialmente su precio para liquidarlas inmediatamente (pump-and-dump). Mediante este método predatorio, los agentes conseguían embolsarse fabulosas comisiones.

Después de estafar a numerosos inversores, varios ejecutivos de Stratton Oakmont fueron condenados y encarcelados, un dislate rematado con el cierre de la firma en 1996.

En 1999 Jordan Belfort se declaró culpable de fraude de valores y lavado de dinero, cumpliendo 22 meses de prisión como parte de un acuerdo con la justicia, que le condenó a pagar subsidiariamente 110.4 millones de dólares en concepto de restitución a los clientes estafados.

CINEFILIA

El ritual de golpearse el pecho con un zumbido rítmico es una especie de mantra físico y mental que Mark Hanna (Matthew McConaughey) utiliza para reforzar su confianza y energía interna.

Este gesto no estaba en el guion. Fue improvisado por el actor, quien en la vida real lo utiliza ese zumbido como técnica de relajación y concentración antes de rodar. 

Matthew McConaughy el iconoclasta bróker Mark Hanna

A Scorsese y DiCaprio les gustó tanto que decidieron incorporarlo dentro de la escena, en la comida con Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio).

De esta manera, esta costumbre se convierte en un símbolo del mundo amoral y despiadado de Wall Street, una marca de estilo que Belfort imitará posteriormente, apropiándose del gesto: no sólo adopta la metodología, sino la mentalidad depredadora de su primer mentor.

EL SÍNDROME DE HUBRIS

El síndrome de Hubris, del griego "hybris" (desmesura), entendido como una acción que supera los límites humanos para desafiar a lo divino (modernamente a las normas sociales), lo que indefectiblemente provoca su némesis, ha sido caracterizado desde la psicología como una mezcla del trastorno antisocial, histriónico y narcisista.

El concepto proviene de la tragedia griega y se refiere a la arrogancia extrema o desmesurada de un individuo que desafía las normas sociales, morales o naturales, lo que suele desencadenar su caída.

Precisamente esta soberbia solía ir de la mano de una ceguera (hamartia) que incapacita al héroe para reconocer sus propios errores.


En la era moderna este fenómeno ha sido estudiado como un trastorno de la personalidad que se desarrolla frecuentemente en líderes con poder político y económico.

El filósofo David E. Cooper lo definió como el exceso de autoconfianza y el rechazo a las advertencias y consejos, tomándose a sí mismo como un modelo a seguir. 

Describe a personas omnipotentes, arrogantes y soberbias que magnifican sus recursos o virtudes y se comportan de una forma despectiva hacia las demás personas, sobre todo, hacia aquellas que ejercen un trabajo menos relevante.


David E. Cooper

También el médico y ex-político británico David Owen, ha empleado este término en su libro "Hubris: The Inside Story of the President’s Club" (2006), para describir cómo ciertos líderes, al acumular progresivamente más poder, desarrollan comportamientos psicopatológicos como la arrogancia, el desdén por las reglas y la desconexión con la realidad.

Junto al psiquiatra Jonathan Davidson, propusieron que fuera considerado como un nuevo trastorno de personalidad, aunque aún no esté reconocido ni por el DSM-5 ni por la CIE-11

Fue descrito mediante rasgos de personalidad que son una mezcla del trastorno antisocial, histriónico y narcisista, destacando características como la petulancia, la insensibilidad a las críticas, la toma de decisiones impulsivas y una visión distorsionada de la realidad, una serie de elementos que se combinan para generar crisis personales y colectivas.


David Owen

Porque estos rasgos no solo configuran la psicología interna del individuo sino que afectan a estructuras sociales más amplias, lo que explica el interés del cine en narrar historias de hubris como advertencias y reflexiones morales sobre el poder.

Finalmente, para Owen y Davidson este trastorno es adquirido y desaparece generalmente con la llegada y el fin del poder. 

Sin embargo Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría y Psicología, en su libro "Cerebro y poder" defiende que este poder mal ejercido se haría presente entre los sujetos que ya tienen rasgos que les predisponen a servirse del esfuerzo ajeno en provecho propio.


Si bien el síndrome de Hubris no es realmente una enfermedad, sí se considera un subtipo del trastorno narcisista de la personalidad que pueden llegar a desarrollar grandes políticos y demás personas poderosas.

Se trata de mandatarios con tendencia megalómana, con aspiraciones cuasi mesiánicas, obsesionados con su autoimagen, y que con el tiempo caen víctimas de la desconexión con la realidad.

Entendido como un trastorno de la personalidad, el narcisismo se caracteriza por un patrón de grandiosidad, necesidad constante de admiración y falta de empatía.

Un ejemplo extremo de este tipo de personajes cinematográfico podría ser Patrick Bateman (Christian Bale) de "American Psycho" (Mary Harron, 2000), vinculado indudablemente a la psicopatía, obsesionado con su cuerpo, imagen y estatus social, y totalmente carente de empatía, cuyo egocentrismo lo lleva a asesinar por mero placer.


Christian Bale es Patrick Bateman

Sin embargo, a nivel neurológico diversos estudios sugieren que determinadas estructuras y procesos cerebrales podrían encontrarse implicados en los comportamientos y experiencias narcisistas.

Algunas investigaciones realizadas mediante técnicas de neuroimagen han demostrado determinadas diferencias en las regiones cerebrales de individuos con trastorno narcisista de la personalidad.

Por ejemplo, el estudio “Brain structure in narcissistic personality disorder: A VBM and DTI pilot study” (Igor Nenadic y colaboradores, en Psychiatry Research, 2013) , apunta a una menor densidad de materia gris en el córtex prefrontal, área vinculada con la toma de decisiones, planificación y regulación de comportamientos sociales.


Por otro lado, otra investigación titulada "Self‐viewing is associated with negative affect rather than reward in highly narcissistic men: an fMRI study", encontró una conexión entre la corteza cingulada anterior y el narcisismo, resaltando que esta región podría estar involucrada en el procesamiento de la auto-relevancia, el auto-reconocimiento y la regulación emocional, aspectos fundamentales del narcisismo.

Además, la corteza insular, relacionada con la empatía y las emociones, también ha mostrado actividad alterada en personas con narcisismo. Esto se relaciona con la incapacidad o dificultad que tienen estos sujetos para comprender y empatizar con los estados emocionales de los demás.

En 2023, Jean-Paul Selten, investigador académico especializado en psiquiatría y epidemiología de la Escuela de Salud Mental y Neurociencia de la Universidad de Maastricht (Paises Bajos), publicó un artículo revisando la descripción clínica, los estudios de laboratorio y el diagnóstico diferencial con otros trastornos.


Jean-Paul Selten

Para este autor, el síndrome de Hubris puede desarrollarse después de que una persona haya ostentado un poder sustancial durante un período considerable, y por lo tanto, difiere de un trastorno de la personalidad, cuyo inicio característico ocurre al final de la adolescencia o al comienzo de la edad adulta.

Por lo tanto propone que dicho síndrome es un cambio de personalidad no orgánico originado tras la obtención de un poder sustancial o un éxito rotundo, caracterizado por la aparición o un aumento marcado de rasgos patológicos de personalidad dentro de los dominios de la disocialidad y la desinhibición. Y dentro del dominio de la disocialidad, la grandiosidad es un rasgo obligatorio. 

En segundo lugar, en relación con estudios de laboratorio, recientes evidencias sugieren que los algoritmos de aprendizaje automático tienen la capacidad de diferenciar patrones de habla arrogantes de los que no lo son. 


El mito de Narciso

En tercer lugar, el diagnóstico diferencial frente a otros trastornos resulta difícil, ya que las personas con el síndrome de Hubris no colaboran en ninguna investigación

Este estudio concluye que existen razones suficientes para examinar más a fondo la validez del síndrome de Hubris y considerar su inclusión en los sistemas de clasificación psiquiátricos.

EL CEREBRO DE LOS DESHONESTOS

Tomás Bonavía es profesor de Psicología de la Universidad de Valencia. Este investigador afirma que mediante RNM cerebral funcional se ha descubierto cómo el cerebro se adapta gradualmente a los comportamientos deshonestos, tal y como contemplamos en el caso de Jordan Belfort, reduciendo la respuesta emocional negativa y posibilitando que esta conducta se incremente con el tiempo.


Más concretamente, la amígdala cerebral, parte esencial en nuestro sistema emocional, se encuentra involucrada en la detección de acciones inmorales: genera emociones como miedo o vergüenza al cometer un acto deshonesto. Esta estructura cerebral muestra una adaptación al engaño repetido, especialmente cuando uno mismo se beneficia de un acto deshonesto.


Existe un mecanismo neuronal que podría explicar este fenómeno, similar al que ocurre en el bulbo olfatorio cuando sus neuronas se activan para habituarse a los olores después de múltiples y repetidas exposiciones.

Investigadores del University College de Londres, mediante un experimento con resonancia magnética funcional (fMRI), observaron que la amígdala se activa con fuerza en los primeros actos deshonestos. Sin embargo, con cada repetición disminuye su respuesta, hasta pasar casi desapercibida.


Esta disminución induce una especie de desensibilización emocional, eliminando progresivamente el miedo y la vergüenza, facilitando que una persona se acostumbre a realizar actos corruptos mayores .

En otras palabras, la corrupción crece de forma gradual, desde pequeñas infracciones hasta delitos más graves, acompañada de un bloqueo emocional interno que normaliza la conducta fraudulenta.

Este estudio demuestra que la repetición de actos deshonestos amortigua la alarma emocional de la amígdala, permitiendo que la corrupción avance sin freno, ya que se pierde el sentido de culpa o miedo inicial. Un mecanismo cerebral clave para entender cómo florece la inmoralidad a todos los niveles.

EL SÍNDROME DE HUBRIS EN EL CINE

En el ámbito contemporáneo, el síndrome de Hubris es una categoría psicológica que describe el comportamiento de individuos en posiciones de poder que desarrollan una confianza excesiva en sí mismos, acompañada de una disminución en la capacidad para percibir sus propios límites o errores.
 

Esta condición se manifiesta con frecuencia en personajes del cine que encarnan figuras poderosas cuyo exceso de orgullo los lleva a su destrucción, como por ejemplo Jordan Belfort.

Hagamos ahora un breve repaso por famosos personajes de la historia del cine que podrían ser catalogados como síndromes de Hubris:

* Darth Vader (David Prowse - Sebastian Shaw - Hayden Christensen - Spencer Wilding ) en la saga de "La guerra de las galaxias", la cruel metamorfosis del caballero Jedi Anakin Skywalker atraído hacia el lado oscuro de la fuerza por el Canciller Palpatine (Ian McDiarmid), más tarde el Emperador. Después de un encarnizado combate con espadas de luz contra su antiguo mentor Obi-Wan Kenobi (Alec Guinness - Ewan McGregor), Vader resulta gravemente herido y querda convertido en un temible despiadado cyborg.


Su exceso de poder y arrogancia lo retienen amargado en el lado oscuro, si bien finalmente su
hybris lo lleva a una eventual redención a través de la pérdida y del dolor.

* Michael Corleone (Al Pacino) en la saga de "El Padrino" (Francis Ford Coppola, 1972 - 1974 - 1990), dominado por su terrible orgullo y la necesidad de controlar todo su entorno, lo que provoca su progresivo aislamiento y la destrucción de todo lo que más quiere.


Al Pacino es Michael Corleone

* Tony Camonte (Paul Muni) en "Scarface, el terror del hampa" (Howard Hawks, 1932), un gangster brutal y calculador inspirado en personajes reales como Al Capone y otros despiadados mafiosos. Esta historia respeta la clásica estructura de ascenso y caída del protagonista, apurada por su deseo ilimitado de poder. La firme creencia en su invulnerabilidad le empuja a despreciar la ley y la autoridad, y a enfrentarse en solitario contra todos sus enemigos, hasta acabar abatido por las fuerzas del orden. Arrogante e hipócrita, es un ejemplo manifiesto de la doble moral de muchos síndromes de Hubris.


* Tony Montana (Al Pacino) en "El precio del poder" (Brian de Palma, 1983), una moderna revisión del anterior personaje, cuya arrogancia y codicia lo catapultan a un meteórico ascenso criminal, pero también a una caída violenta e inevitable.


Al Pacino es Tony Montana

* Frank Underwood (Kevin Spacey) en la icónica serie televisiva "House of Cards" (2013 - 2018). Su habilidad manipuladora y su soberbia lo hacen intocable, pero su hybris terminará desencadenando su decadencia.


Kevin Spacey es Frank Underwood

* El rey Lear (Paul Scofield) en la versión de Peter Brook (1971). Orgullo desmedido, arrogancia extrema, desprecio por los consejos, pérdida del juicio político, derrumbamiento emocional y la pérdida de contacto con la realidad desmebocarán en su destrucción personal y abandono


* Un destino similar le depara al señor feudal Hidetora Ichimondi (Tatsuya Nakadal) en la magnífica adaptación del drama de William Shakespeare por el maestro Akira Kurosawa en 1985.


Tatsuya Nakadal es Hidetora Ichimondi

* Macbeth (Orson Welles) en su personal versión del drama shakesperiano de 1947, (John Finch) en la portentosa película de Roman Polanski (1971). La ambición desmedida y el escepticismo ante las profecías marcan el trágico destino de este noble escocés que anhela ser rey, con la ayuda de su esposa y de tres brujas. Convertido en un tirano aterrador, se hace acreedor del temor y el odio de sus súbditos, rodeado de espías, asesinos y sicofantes, en un espiral de crueldad que provocará su hundimiento. Inspiradas en la homónima tragedia de Shakespeare, todas estas obras representan un tratado sobre la ambición humana criminal y desmedida.


* Charles Foster Kane (Orson Welles) en "Ciudadano Kane" (Orson Welles, 1941), en la que se aúnan el poder mediático, político y el exceso de confianza del inolvidable magnate para empujarlo al aislamiento social y al fracaso personal más rotundo.

* Norma Desmond (Gloria Swanson) en "El crepúsculo de los dioses" (Billy Wilder, 1950). Una antigua estrella de la época del cine mudo vive aislada en una decrépita mansión, donde continúa creyéndose una gran diva. Son elementos de su particular síndrome de Hubris el sentido exagerado de su importancia, la negación de su decadencia, su disociación con la realidad y el constante desprecio por los demás impulsan su infortunado final, en una inevitable pero profundamente humana caída.


¿Por qué resulta tan atractivo este tema para el cine?

Porque es un potente motor narrativo capaz de generar tensión y conflicto, de paso que humaniza a los personajes de los poderosos pero mostrando sus debilidades, como los héroes de las antiguas tragedias griegas.

Su exploración de temas universales como la arrogancia, la moral y la justicia sirve además como advertencia sobre los peligros inherente al poder desmesurado.


Leonado DiCaprio es Jordan Belfort

EL SÍNDROME DE HUBRIS Y EL SÍNDROME DE ÍCARO

Ambos se encuentran estrechamente relacionados, pero no debemos confundirlos, porque si bien comparte la ambición desmedida, el sentimiento de invulnerabilidad, el desprecio por la moralidad y la ética, y el derrumbe por el orgullo, poseen enfoques psicológicos y simbólicos diferentes: mientras en el síndrome de Ícaro predomina la ambición desbordada sin madurez, en el síndrome de Hubris prevalece el poder corrompido por la arrogancia.

Ambos son retratos del ego ilimitado que puede dirigirse hacia la destrucción, pero desde diferentes fases de la vida y el poder.

















JORDAN BELFORT Y EL SÍNDROME DE HUBRIS

- "Me llamo Jordan Belfort: el año que cumplí los 26 gané 49 millones de dólares. Y eso me cabreó, porque sólo por 3 no llegué al millón a la semana".

Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) en "El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013)

En esta película, el protagonista representa el paradigma del hubris capitalista neoliberal contemporáneo, la exaltación del éxito material empleando medios fraudulentos en un mundo donde la ética es reemplazada por la lógica del los beneficios ilimitados.

Este síndrome de Hubris desafía las leyes económicas, pero además banaliza de manera irreverente las desoladoras consecuencias de semejantes actos.

Mediante un ritmo y estilo cinematográfico frenético y excesivo (la escena del lanzamiento de enanos en una fiesta desenfrenada y esperpéntica), empleado con anterioridad en algunas escenas capitales de "Uno de los nuestros" (Martin Scorsese, 1990), retrata como el poder (en este caso económico) puede ofuscar de tal manera a un individuo empujándolo indefectiblemente hacia la desdicha, el aislamiento progresivo y la negación de la realidad. 


Ray Liotta, Robert de Niro, Paul Sorvino, Martin Scorsese y Joe Pesci

Y es que desde sus inicios en la industria financiera, Jordan Belfort exhibió un orgullo desmedido y una confianza ilimitada en su capacidad para manipular el sistema y a las personas a su alrededor. 

Su comportamiento es una muestra clara del Síndrome de Hubris por las siguientes razones:
  • Exceso de confianza y sensación de invulnerabilidad: actúa con la creencia de que es invencible, que puede sortear las leyes y regulaciones sin consecuencias. Su éxito financiero le refuerza la idea de que está por encima de los demás y de las normas.
  • Desprecio por la ética y la legalidad: utiliza prácticas ilegales y poco éticas para enriquecerse, demostrando un desapego total hacia los valores morales y el daño que causa a terceros.
  • Comportamiento impulsivo y hedonista: su vida está marcada por excesos en drogas, fiestas y conductas autodestructivas, un reflejo del narcisismo y la falta de autocontrol que acompaña a este particular síndrome.
  • Negación de las advertencias: a lo largo de la película, ignora las señales de peligro y las consecuencias legales que se avecinan, confiado en su poder y astucia para evitar la caída.
Y por supuesto, la caída como consecuencia inevitable. El desenlace de la historia de Jordan Belfort sigue el patrón de una tragedia griega clásica, donde la arrogancia y la ambición desmedida arrastran al protagonista hacia el colapso, cuando la ley finalmente interviene y su imperio se desmorona.


Leonardo DiCaprio y Margot Robbie son Jordan Belfort y Naomi Lapaglia

Esta narrativa refuerza la idea del infortunio: el exceso de orgullo y la violación de límites sociales y morales generan inevitablemente la ruina.

SÍNDROME DE HUBRIS, HEDONISMO Y CONSUMO DE DROGAS

- "Tenía un equilibrio perfecto: cocaína para despertarme, Quaaludes para dormirme, marihuana para relajarme, morfina si el dolor era real, Xanax para que el corazón no se me saliera del pecho, y 10 mil dólares en prostitución por semana.”

Desde las primeras escenas de este film, el protagonista realiza una especie de declaración jurada de todo el arsenal de drogas que consume para soportar el frenético ritmo de vida que le impone el mundo financiero de Wall Street.

El listado es extenso:

1.- Quaaludes®, la droga más icónica de la película. Su principio activo es la metacuolona, un fármaco depresor del SNC, popularizado en los años 60 y 70 como somnífero y sedante. Su uso recreativo generalizado así como su elevado potencial de abuso y adicción, tanto mayor al consumirse asociado a otros medicamentos como por ejemplo los antihistamínicos (como por ejemplo Mandrax®) provocó su retirada del mercado farmacéutico en muchos países, incluyendo a los EE.UU. en 1985. A pesar de su ilegalidad, continúa siendo consumida a gran escala en Sudáfrica, donde se conoce popularmente como smarties o geluk-tablette.

En la vida real, Jordan Belfort ha reconocido públicamente su adicción a la metacuolona, y se ha sometido a programas de rehabilitación.

Los efectos más llamativos de esta sustancia son sedación, euforia, desinhibición, relajación muscular y descoordinación motora. En dosis más elevadas puede provocar difucltad para hablar y caminar.


En una de las escenas más famosas de "El lobo de Wall Street", Jordan Belfort y
Donnie Azoff (Jonah Hill) consumen unos comprimidos caducados de "Lemmon 714", que lo dejan prácticamente paralizado. Su regreso a casa, apenas 1.5 Km conduciendo su flamante Lamborghini blanco, es de lo mejor de la película.


El personaje de Donnie Azoff está inspirado por Danny Porush, el primer socio de Belfort en su firma bursátil.

Desafortunadamente la celebridad de esta droga viene asociada a varios casos de violación, porque además afecta a la capacidad de resistencia física. Al disolverse fácilmente en bebidas alcohólicas, potenciando su efecto sedante, puede dejar a la persona drogada completamente incapacitada e indefensa.

EL CASO BILL COSBY

En una declaración jurada, el famoso cómico y actor confesó haber adquirido Quaaludes® con la intención de drogar a mujeres con las que deseaba mantener relaciones sexuales. Esta confesión fue desvelada en 2015 por el New York Times.


Varias mujeres acusaron a Bill Cosby de haberlas drogado para agredirlas sexualmente sin su consentimiento. El actor fue condenado en 2018 por abuso sexual agravado en el caso relacionado con
Andrea Constand.

En 2021 fue liberado por la Corte Suprema de Pensilvania, debido a un error procesal. Pero su reputación personal y profesional quedaron dañadas para siempre. Su caso marcó uno de los momentos claves previos al auge del movimiento #MeToo.

2.- Cocaína, empleada para mantenerse activo y eufórico. En varias escenas de la película contemplamos a Jordan Belfort esnifando rayas en fiestas y en su propia oficina.


Así mismo podemos constatar este abuso en otros personajes como por ejemplo Mark Hanna (Matthew McConaughey) el delirante brooker que cantaba mientras se golpeaba el pecho rítmicamente, y en el mismísimo Donnie Azoff.


Jonah Hill es Donnie Azoff

Para simular el aspecto de la cocaína, los responsables del atrezzo suelen emplear vitaminas en polvo (como por ejemplo vitamina D3), supuestamente inocuas para la salud de los actores. Sin embargo en este caso, tras siete meses de rodaje con escenas de cocaína falsa, el actor Jonah Hill inhaló tal cantidad de polvo vitamínico que tuvo que ser hospitalizado, debido a una bronquitis que le duró tres semanas.

3.- MDMA (Éxtasis): droga estimulante y entactógena (conexión emocional intensa), cuyo consumo forma parte del ambiente de excesos y fiestas, como por ejemplo en la escena de Las Vegas.

4.- Adderall® (anfetaminas): aunque este nombre comercial no se menciona directamente, sí están presentes las anfetaminas, consumidas como estimulantes.


5.- Heroína y morfina
: se mencionan en escenas secundarias, aunque su consumo por parte de Jordan Belfort no es central.

6.- Xanax® (alprazolam): se trata de una benzodiacepina empleada en el tratamiento de la ansiedad. El protagonista la consume tanto de manera terapéutica como recreativa, para contrarrestar los efectos de las sobredosis de estimulantes.

7.- Alcohol etílico: su presencia es prácticamente constante, en fiestas, en la oficina, en el domicilio, en el yate, etc, asociado al consumo de otras drogas, agravando los síntomas físicos y mentales.

8.- Marihuana: su consumo es ocasional, en fiestas y en contexto de relajación.

La combinación de todas estas drogas forma parte de su trastorno narcisista, de su comportamiento excesivo y descontrolado y de su desconexión moral, que le conducen a su propia autodestrucción, representando un fiel retrato del sistema corrupto y hedonista en el que prosperó hasta alcanzar la cumbre.




domingo, 8 de junio de 2025

EL JARDINERO FIEL: BIOÉTICA, NEOCOLONIALISMO Y CINE DENUNCIA



"El mundo le quita demasiado a demasiada gente, Tessa. Pero tú no."

Justin Quayle (Ralph Fiennes) a su esposa Tessa (Rachel Welsz)

Desde su estreno, "El jardinero fiel" (Fernando Meirelles, 2005), ha sido reconocida por su fuerza cinematográfica y su valentía al denunciar una de las formas más sutiles y devastadoras del neocolonialismo contemporáneo: la explotación del sufrimiento de los países del Sur global por parte de las grandes corporaciones farmacéuticas.

Su análisis resulta muy recomendable tanto para los profesionales de la salud como para el público en general, pues constituye un excelente ejemplo de cómo el cine se convierte en vehículo de denuncia, conciencia y transformación social.

Basada en la novela homónima de John le Carré, publicada en 2001, la película trasciende el género del thriller político para convertirse en una profunda alegoría sobre la injusticia global, la indiferencia internacional y las consecuencias de poner el lucro por encima de la vida.


El cineasta y productor brasileño fue elegido para dirigir esta coproducción internacional entre Reino Unido, Alemania y Sudáfrica por varias razones clave, que combinan su particular estilo cinematográfico, su sensibilidad social y su experiencia previa sobre temas relacionados con la política y la desigualdad.

Su nombre saltó a la palestra internacional por "Ciudad de Dios" (2002, una película cruda, visualmente impactante y socialmente comprometida sobre las favelas de Río de Janeiro.


La capacidad de Meirelles para representar con realismo y energía visual contextos sociales marginales llamó la atención de productores y estudios que buscaban un enfoque similar para un film que sería financiado por entidades públicas y privadas, incluyendo la BBC Films, habitual patrocinado der proyectos con contenido social crítico, en este caso ambientado en Kenia y centrado en las prácticas de la industria farmacéutica en África.

Los productores, en particular Simon Channing Williams y el guionista Jeffrey Caine (adaptando la novela de John le Carré), buscaban un director que no solo pudiera manejar el thriller político, sino también dotar a la historia de profundidad humana y una mirada crítica hacia el neocolonialismo, la explotación y la injusticia global. 


Fernando Meirelles (1955)

Meirelles había demostrado ser capaz de abordar temas complejos con sensibilidad y sin caer en el sensacionalismo, empleando un estilo cinematográfico marcado por el uso personal de la cámara en mano, un montaje ágil y un tratamiento de las imágenes que mezcla a la par dinamismo y autenticidad. De ahí la huida del retrato exótico africano y su sustitución como un espacio vivo, contradictorio y políticamente complejo.

Tal vez por sus orígenes brasileños, Fernando Meirelles pudo consiguió aportar la óptica especial del Sur global, distanciándose de las tradicionales visiones europeas y estadounidenses.

Adicionalmente, Meirelles declaró en diferentes entrevistas su profunda conexión con la historia narrada en la novela y sus implicaciones éticas, especialmente a la hora de reflejar cómo los intereses económicos y políticos de las frandes corporaciones podían provocar devastadoras consecuencias en las poblaciones más vulnerables.

UNA HISTORIA DE AMOR

El Lago Turkana, en el norte de Kenia, es un lugar determinante para estudiar los orígenes de la vida humana y su evolución, debido a los hallazgos de fósiles de homínidos en sus alrededores, como el conocido "Niño de Turkana" y otros restos pertenecientes al Homo ergaster.

En esa ambientación da comienzo esta película, con el asesinato de Tessa Quayle (Rachel Weisz), joven activista a favor de los derechos humanos, junto a la misteriosa desaparición del Dr. Arnold Bluhm (Hubert Koundé), el pertinaz médico africano que la acompañaba.

Será entonces cuando su esposo, Justin Quayle (Ralph Fiennes), un diplomático británico aficionado a la jardinería de escaso compromiso político, iniciará una investigación que lo llevará no sólo a descubrir una despiadada conspiración internacional, sino también la verdadera identidad de su esposa, a la que apenas estaba empezando a conocer.


Ralph Fiennes y Rachel Weisz son Justin y Tessa Quayle

Cumple destacar las notables interpretaciones de la pareja protagonista, labor que mereció para ella el Óscar a la mejor actriz de reparto, así como la magistral banda sonora del compositor Alberto Iglesias y el hipnótico tema "Kothbiro" de Ayub Ogada, engalanando una colección de imágenes y escenas que convierten al paisaje africano en un personaje más de la película, tan bello y hermoso como desgarrado y herido por las desigualdades, la corrupción y el saqueo internacional.

ENTRE LA FICCIÓN Y EL HORROR: EL CASO PFIZER

"El jardinero fiel" es una obra de ficción, pero su guion se inspira en hechos reales que superan cualquier fantasía. En 1996, durante una epidemia de meningitis en Kano (Nigeria), la farmacéutica Pfizer realizó ensayos clínicos con un antibiótico experimental llamado Trovan® (trovafloxacina).


Sin el
consentimiento informado de las familias y en condiciones que violaban múltiples normas éticas internacionales, se administró el medicamento a más de un centenar de niños, con el trágico resultado de 11 muertes confirmadas, decenas de graves secuelas y cientos de denuncias por malformaciones. 

Al verse enfrentada ante una demanda de 2000 millones de dólares por parte del gobierno nigeriano, en 2009 la multinacional optó por un acuerdo extrajudicial: 75 millones de dólares, de los cuales 35 fueron destinados a indemnizar a las familias, 30 al Estado de Kano y 10 a cubrir los costos legales. 

Parte de este proceso incluyó pruebas de ADN para limitar la cantidad de demandantes, un hecho que, por sí solo, revela el trato mercantilizado de las víctimas.

EL CASO TROVAL®

En 1996, en el transcurso de una epidemia de meningitis, Pfizer decidió llevar a cabo una serie de ensayos médicos con el antibiótico trovafloxacina en el estado nigeriano de Kano. Para ello, se administró este fármaco a un centenar de niños, mientras otro centenar fue tratado con ceftriaxona, el antibiótico de referencia, pero a dosis significativamente menores de las establecidas por la FDA, supuestamente intentando favorecer los resultados de la patente de la multinacional.


Como resultado de estos experimentos fallecieron 11 niños, de los cuales 5 habían sido tratados con Trovan® y 6 con ceftriaxiona. Otros casos sufrieron ceguera, sordera y ddiversos daños cerebrales, secuelas comunes de las meningitis, que no habían sido constatadas en pacientes tratados con torvafloxacina para otros tipos de infecciones.

La acusación de estos hechos no solamente partió de los familiares de los afectados y de los activistas. Juan Walterspiel, uno de los propios médicos de Pfizer, denunció públicamente la violación de los protocolos éticos durante los ensayos clínicos. Poco tiempo después fue despedido. 

En documentos filtrados por WikiLeaks, incluso se llegó a mencionar cómo la diplomacia estadounidense presionó para limpiar la imagen de Pfizer en Nigeria, país considerado "mercado emergente estratégico" para sus productos.


Justin Quayle y el Dr. Lorbeer a la huida

El papel del culpable arrepentido está representado en esta película por el Dr. Lorbeer (Pete Postlethwaite), el médico alemán enfermo y agobiado por el remordimiento que trabajó en los ensayos clínicos del Dypraxa. A medida que estos se iban desarrollando, tomó conciencia de la gravedad y quiso denunciarlo. Por ello se vió condenado a vivir oculto por el miedo a las represalias que podría sufrir por su testimonio.

Lorbeer representa la conciencia ética que emerge a partir de un sistema corrupto. Su testimonio resulta clave para que el protagonista descubra la verdad sobre el asesinato de su esposa y la magnitud del abuso corporativo y el fraude diplomático.

EL PARALELISMO CON OTROS CASOS REALES

John le Carré se inspiró en hechos reales como el que ya hemos visto en Nigeria con el Trovan® de Pfizer, pero también con otros casos acontecidos en Egipto, Kenia, Zimbabwe y Sudáfrica, donde se han documentado otros ensayos médicos de estándares laxos que aprovechan los vacíos legales y las desigualdades estructurales.

Existe una crítica generalizada a lo que algunos expertos denominan dumping ético, que consiste en trasladar a los países pobres aquellos ensayos clínicos que jamás serían permitidos en los países ricos y desarrollados.

La externalización de los ensayos clínicos es una tendencia consolidada. Según medios de información especializados empresas como por ejemplo Merck realizan el 50 % de sus ensayos clínicos fuera de Estados Unidos, y a principios del siglo XXI se estimaba que el 70 % de los estudios de Wyeth se llevarían a cabo en países del Sur Global.


 
Esta tendencia respondería a una doble lógica
  • por un lado, el costo significativamente menor de operar en estos contextos, 
  • por otro, la disponibilidad de una población empobrecida, necesitada de atención médica, confiada en la autoridad médica, y por tanto fácilmente reclutable como sujetos experimentales.
Tampoco debemos obviar que la resistencia occidental a participar en ensayos clínicos (solo 1 de cada 20 estadounidenses accede a formar parte de ellos) y la estigmatización pública de los sujetos de prueba como “conejillos de indias” ha empujado a las farmacéuticas a trasladar la experimentación a contextos donde la necesidad y la precariedad impiden cuestionamientos éticos. 

De esta manera se consolida un sistema de innovación biomédica global profundamente desigual.

La tesis central que esta cinta apenas insinúa y que debería constituir el núcleo de un debate ético más amplio, ers que el acceso a tratamientos seguros en el Norte Global depende del sufrimiento, la explotación y en muchos casos, de la muerte de los habitantes del Sur.

DYPRAXA Y TROVAN®, Y VICEVERSA

En la película, la empresa KDH –versión ficcional de Pfizer– realiza pruebas del medicamento Dypraxa, destinado al tratamiento de la tuberculosis multirresistente. 


A pesar de los graves efectos secundarios, la farmacéutica, con el respaldo del gobierno británico y la complicidad de organizaciones locales, representadas en la película por el Dr. Joshua Ngaba (John Sibi-Okumu), un alto cargo del Ministerio de Salud de Kenia, 
oculta los datos y continúa las pruebas. 

Tessa descubre esta conspiración, y por su empeño en denunciarla es asesinada. La figura de Tessa representa una ética comprometida, radicalmente opuesta a la lógica burocrática y tibia que encarna su esposo al inicio del film. 

Su muerte transforma a Justin, que pasa de ser un diplomático flemático y anodino a un hombre dispuesto a sacrificarlo todo en busca de justicia. Así, el jardín que cultivaba se convierte en metáfora de una conciencia que florece tardíamente, en un terreno regado por el dolor.

KHD y THREE BEES LABORATORIES

KDH es una empresa subsidiaria asociada con Three Bees Laboratories, utilizada para desarrolla y distribuir el medicamento experimental Dypraxa, destinado al tratamiento de la tuberculosis y experimentado ilegalmente en pacientes keniatas pobres sin las más mínimas garantías éticas.

Cuando se empiezan a detectar los efectos secundarios graves y los fallecimientos de los pacientes, la empresa decide ocultar los resultados y continuar adelante con los ensayos, manipulando los informes médicos y recurriendo a sobornos y presiones políticas.

Tessa Quayle y el Dr. Arnold Bluhm investigan precisamente a KDH y Three Bees, descubriendo cómo ambas empresas están implicadas en una cadena de corrupción con el apoyo de funcionarios del Foreign Office británico


Tessa Quayle (Rachel Welsz) en las calles de Nairobi

La denuncia pública que Tessa intenta sacar a la luz (y por la cual termina asesinada) menciona explícitamente los vínculos entre KDH, Three Bees y autoridades locales keniatas.

En este film, KDH representa la la dimensión industrial y comercial del problema, pues es la parte visible de un complejo entramado empresarial que opera desde la sombra, con total impunidad en contextos de pobreza extrema.

Su papel resulta clave para mostrar cómo las farmacéuticas globales utilizan empresas pantalla o subsidiarias para distanciarse legalmente de actividades éticamente cuestionables.

La compañía farmacéutica ficticia Three Bees Laboratories simboliza a las grandes multinacionales farmacéuticas que operan con prácticas cuestionables en países del Sur global, especialmente en África.

Aunque no se basa en una empresa real concreta, su perfil recoge casos documentados de:

  • Pruebas clínicas sin consentimiento informado.

  • Uso de pacientes pobres como “conejillos de indias” para medicamentos no aprobados.

  • Ocultación de efectos secundarios graves.

  • Complicidad de autoridades locales y diplomáticos extranjeros.

Tim Donohue (Donald Sumpteres un ejecutivo de alto nivel de la farmacéutica Three Bees Laboratoriesuno de los responsables directos del encubrimiento de los efectos adversos del medicamento. Representa el cinismo y la impunidad corporativa en su forma más directa, el rostro ejecutivo del poder farmacéutico industrial que subordina la ética a sus intereses comerciales.


Donald Sumpter es el cínico Tim Donohue

Este ejecutivo participa en las decisiones estratégicas de la compañía para continuar las pruebas en Kenia, a pesar de las muertes y complicaciones detectadas.

Encarna la deshumanización empresarial: la pérdida de vidas africanas se consideran daños colaterales de los beneficios esperados en los mercados occidentales.

Por si todo esto no fuera suficiente, Donahue desempeña un papel activo en la conspiración para silenciar cualquier denuncia, incluyendo el asesinato de Tessa Quayle y el acoso al Dr. Bluhm.

En todo caso, diversos estudios revelan que el consentimiento informado —pilar de la ética en investigación clínica— se encuentra gravemente erosionado en estos contextos. 

Un ejemplo paradigmático fue una investigación en Tailandia donde, de 33 participantes que firmaron formularios de consentimiento para una vacuna experimental contra el VIH, 30 creían erróneamente que la vacuna los protegería del virus, cuando en realidad no tenía eficacia demostrada.

Como concluyó un investigador en una encuesta promovida por la Comisión Nacional de Bioética de EE.UU., “el consentimiento informado es una broma”.

NEOCOLONIALISMO INSTITUCIONAL Y CAPITALISMO GLOBAL

En este aspecto, uno de los personajes más controvertidos de este película es Sandy Woodrow (Danny Huston, hijo del mítico actor y director John Huston), destacado funcionario del Alto Comisionado Británico en Nairobi (Kenia) y superior jerárquico del protagonista.

El descubrimiento de las relaciones íntimas mantenidas con Tessa, a cambio de información privilegiada sobre el complot farmacéutico y político, genera una tensión emocional adicional y un drama importante en el desarrollo de la historia.


Ralph Fiennes y Danny Huston como Justin Quayle y Sammy Woodrow

Sandy Woodrow representa la cara más cínica del cuerpo diplomático británico, cómplice por omisión y conveniencia de los abusos de la multinacional farmacéutica. Por su parte, no sólo traiciona a su amigo de manera personal, sino que en lo profesional encubre información reservada y colabora descaradamente con los intereses corporativos.

Sandy no es un villano plano. Anclado en el cinismo, cuando prioriza la estabilidad institucional y la relaciones comerciales por encima de los derechos humanos, permanecerá relegado a la denominada zona gris moral: por su conducta, su ambición y su intereses corporativos que le convierten en un participante necesario en el desenlace del drama.

Pero no será el único protagonista de este neocolonialismo encubierto, que trata a los países africanos como territorios pendientes de explotar, y a sus gobiernos, meros títeres que se manipulan desde descaradas posiciones de privilegio.


Hubert Koundé es el Dr. Arnold Bluhm

En este film están representados por Sir Bernard Pellegrin (Bill Nighy), figura del aparato diplomático británico de alto nivel, con poder sobre las embajadas y misiones en el extranjero, ejemplo veraz del neocolonialismo institucional. Su discurso cínico y pausado es el de la más descarada y pura realpolitik, priorizando la estabilidad diplomática y comercial frente a los derechos humanos

Comodamente posicionado en la cúpula del poder estatal, es el vínculo entre la política exterior y los intereses económicos, y asimismo el encubridor de las prácticas ilegales de la farmacéutica Three Bees en África.


Gerald McSorley es Sir Kenneth Curtis

A su lado se sitúa Sir Kenneth Curtis (Gerard McSorley), CEO o alto ejecutivo de la farmacéutica ficiticia Three Bees Laboratories, representante del poder económico corporativo global y del capitalismo transnacional sin rostro, cuyas decisiones afectan decisivamente la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, de las poblaciones más vulnerables, con el consentimiento y apoyo de políticos y diplomáticos como Sir Bernard Pellegrin.

Ambos personajes representan el tándem del poder: Estado y empresa son cómplices en el mantenimiento de una red de intereses que opera en detrimento de las poblaciones africanas.

BIOÉTICA Y BIOPODER: EL VALOR DE UNA VIDA AFRICANA

La película y el caso real que la inspira cuestionan duramente la ética de la industria farmacéutica en su dimensión global. El uso de poblaciones pobres como "material experimental" evoca una forma de biopoder neocolonial: cuerpos que son gestionados, sacrificados y desechados en nombre del progreso médico. 

¿Habría sido posible realizar estas pruebas en Londres, Nueva York o Berlín?

En África, donde la falta de regulación, la debilidad institucional y la pobreza extrema se combinan, las grandes farmacéuticas encuentran un "laboratorio humano" barato y prescindible. 

Así, el cuerpo del Otro –pobre, racializado, invisible– se convierte en una mercancía más dentro de la lógica capitalista.

COLOFÓN: UNA LLAMADA DE ATENCIÓN NECESARIA

"El jardinero fiel" no es solo una historia de amor y redención, ni un simple thriller político. Es cine para pensar y actuar, una denuncia incómoda sobre la nueva cara del colonialismo, la privatización de la salud y la cosificación del ser humano en nombre del beneficio económico. 

En un mundo donde las grandes farmacéuticas operan con impunidad y gobiernos ceden ante el chantaje corporativo, esta película nos obliga a preguntarnos: ¿cuánto vale una vida? ¿Quién decide qué vidas importan?


También debemos reconocer la deuda moral del
progreso terapéuticoAsumir esta verdad incómoda implica abandonar el mito del desarrollo biomédico como proceso puramente tecnocientífico y reconocerlo como fenómeno social y político. 

Solo así podremos avanzar hacia una distribución equitativa de los riesgos y beneficios que entraña la producción de conocimiento médico.

Contemplar nuevamente esta película hoy, veinte años después del escándalo de Kano y tras la pandemia global, sigue siendo un acto profundamente político. Porque como nos recuerda Tessa con su muerte, hay verdades que solo pueden florecer cuando alguien se atreve a sembrarlas.