martes, 17 de febrero de 2009

HOMBRE MIRANDO AL SUDESTE


"Yo no quiero que me cure; quiero que me entienda"

(Rantés al Dr. Denis)



¡Por fin!. He encontrado una película que comienza con esa dichosa pregunta que cualquier médico probablemente se habrá planteado al menos una vez en la vida: ¿quién le ha dicho a este paciente que yo puedo ayudarle?

Y lo engorroso del caso es que el interrogante no genera una respuesta diáfana, categórica, absoluta. En las facultades de medicina del mundo entero todavía no enseñan cómo contestarla. En realidad, ¿qué esperan los pacientes de los médicos?; ¿la curación?, ¿el alivio?, ¿el consuelo?... ¿el todo, o la nada?

En "Hombre mirando al sudeste" (Eliseo Subiela, 1986) un paciente llega a un psiquiátrico. Dice llamarse Rantés (Hugo Soto) y aparece por primera vez en escena tocando música de Bach en el órgano de la iglesia del sanatorio, mientras varios internos lo escuchan atentamente.

Rantés le pregunta al Dr. Julio Denis (Lorenzo Quinteros), el psiquiatra protagonista:

- "... ¿dónde radica la magia de la música?, ¿en la maquinaria del instrumento?; ¿en el ingenio del que compuso la partitura?; ¿en el virtuosismo del músico que ejecuta la pieza?; ¿o tal vez en aquellos que escuchan la interpretación absortos y maravillados?..." -.


El argumento de este film es simple. Un paciente llega a un psiquiátrico asegurando ser un extraterrestre, un holograma avanzado procedente de una lejanísima civilización no humana. Asi de sencillo. ¿Cuántos pacientes acuden cada día a los servicios de psiquiatría con delirios semejantes?

Una vez más, y tal vez sean ya demasiadas, la imagen de una institución mental y la de sus profesionales resulta malparada. Pero esta película argentina no tiene nada que ver con "LT22 Radio La Colifata" (Carlos Larrondo, 2006), encantador documental que cuenta con el refrendo musical del iconoclasta Manu Chao y su banda Radio Bemba, ni tampoco con el anuncio del refresco Aquarius sobre tan singular emisora radiofónica, puesta en marcha el 3 de agosto de 1991 por los pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda, de Buenos Aires. Precisamente este hospital prestó sus instalaciones para el rodaje del film de Subiela, y algunos de sus pacientes figuraron como extras.


Basada en el guión original del propio director, "Hombre mirando al sudeste" precedió en el tiempo a una película norteamericana que practicamente calcó su mismo argumento. Se trata de "K-Pax" (Iain Softley, 2001), supuestamente inspirada en una novela del escritor Gene Brewer, y de la que pronto comentaremos.

El Dr. Denis está sumido en una profunda crisis personal. Sus primeras impresiones como psiquiatra le llevan a pensar que se encuentra ante un simulador. Pero observando a Rantés, se percata de que tal vez éste invierta demasiado tiempo en su farsa, circunstancia que indirectamente lo convierte en un enfermo. Ascético, inmóvil en el patio, aislado de los demás internos, mantiene en todo momento la vista inmóvil en dirección sudeste, como si permaneciera absorto en lo que está ocurriendo en un escenario muy lejano, tal vez situado en su propio y más profundo interior.

Aún pretendiendo ser una imagen proyectada desde el espacio, perfecta y plena de todos los atributos de un ser humano, Rantés advierte al Dr. Denis de su incapacidad para sentir. Tan solo almacena información. Poco a poco, ese extraño paciente va monopolizando el interés de su médico, que trata de averiguar de quién se trata en realidad: un físico, un matemático, un escritor, un lector...; centrado en esta última hipótesis cree descubir unas pistas releyendo la deseperanza de "La invención de Morel" de Adolfo Bioy Casares (1940).




Al igual que algunos de los personajes internados en la institución psiquiátrica en la que se desarrolla "Alguien voló sobre el nido del cuco" (Milos Forman, 1975), Rantés simula tomarse la medicación antipsicótica que diariamente le administran. Sin embargo, esconde las píldoras durante unos instantes debajo de su lengua y luego las extrae para guardarlas en un bolsillo de su pijama.

Entretanto, el Dr. Denis trata de diagnosticar el supuesto cuadro delirante de su extraño paciente. Todas las pruebas físicas son normales. Los test de inteligencia descubren el coeficiente de un genio. El especialista es consciente de que su paciente no se toma la medicación, pues el cuadro delirante no mejora. Sin embargo, ante lo inofensivo del caso, decide no emplear el tratamiento antipsicótico por vía parenteral. Incluso, le permite trabajar como ayudante en el laboratorio de patología del hospital.



Pero Rantés insiste en su procedencia extraterrestre. Y como a Jesucristo sus discípulos, otros enfermos del psiquiátrico siguen al nuevos Mesías a todas partes. Él parece obrar milagros, incluso empleando la telekinesia, y también realiza obras de misericordia, pues da de comer a los hambrientos, cobija al que tiene frío y conforta al que sufre.

La acción del film da un giro cuando alguien, de manera fortuita, limpiando debajo del camastro de Rantés descubre una caja con recortes de periódicos. Para él, se trata de información, valiosos datos sobre el arma destructiva más poderosa que posee la raza humana: la estupidez.

Simultáneamente, hace su aparición en escena Beatriz Dick (Inés Vernengo), una joven evangelista con la que Rantés había trabajado en un templo. La muchacha le cuenta al Dr. Denis el pasado del extraño paciente, su alcoholismo pretérito, su rehabilitación. Nunca había mencionado su pretendido origen extraterrestre; no había delirado.

La influencia de Rantés sobre los demás internos del psiquiátrico, su órdago a la ortodoxia terapéutica, su genialidad y enorme bondad, colocan al Dr. Denis entre la espada y la pared. Como un cordero que acepta su triste destino, encaminando sumiso sus pasos hacia el matadero, Rantés se somete al tratamiento antipsicótico por vía intramuscular. A partir de entonces, irremisiblemente se despeña hacia la catatonia y hacia la muerte.

La vesania de Rantés y el amor surgido entre Beatriz y el Dr. Denis tendrán el mismo fatal desenlace.

7 comentarios:

David Cotos dijo...

"Hombre mirando al Sudeste" es una obra maestra, todo cinefilo tiene la obligaciòn de verla.

jjazz dijo...

la película que todo médico agradecería de poder verla.

Veleno Mortale dijo...

No creo para nada que sea una película tan grandiosa como comenta David C. De hecho creo que es bastante ingenua y simplona. Si bien hace una merecida crítica a la institución psiquiátrica, que siempre se la tienen bien merecida.

Anónimo dijo...

es una gran pelicula que en si critica a la humanidad por que lo cierto es que todos estamos locos solo que algunos no lo quieren reconocer

Anónimo dijo...

hombre mirando al sudeste es la pelicula mas dura dile ahi alonso moluuuu dile aahi felicianooooo jajajajajja

jose luis dijo...

Porfavor señor si usted no sabe apreciar la genialidad de un Mozart....Einstein...Subiela en este guion y pelicula...la verdad comoadezco su ceguera mental y espiritual...con todo respeto.

Unknown dijo...

La estupidez está demostrada en como prevalece la institucionalidad por sobre el ser humano cuando el director reprende al doctor tratante de Ramsés Esa es la síntesis de la miseria y la estupidez humana preservar el Confort y la posición lograda por sobre la necesidad de alguien desvalido y totalmente inofensivo